Capítulo VII

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Las 6:30, el horario que por excelencia toman varios estudiantes para levantarse y prepararse, y que por el momento, al ser otoño, no amanecía; parecía aclararse un poco el cielo y de a poco asomar los rayos del sol, pero no era suficiente como para iluminar el patio de la universidad. A oscuras, todo aquel que debía hacer algo hasta entrar a clases, no solo debía cuidarse del frío invernal que parecía estar ya tocando la puerta, sino que nadie sabe quién podría estar ahí, acechando.

También, quienes caminaban, hacían el ruido que caracterizaba el otoño: hojas secas siendo pisadas, las cuales crujían, y estaban desperdigadas por todo el patio. Una sola cosa significaba eso: por un lado, el clima invernal iba a ser un problema, es decir, cambios repentinos entre calor y luego frío, y por el otro, el festival estaba cerca.

Es emocionante, sin duda alguna, celebrarlo, pero lo que no emociona es organizarlo. Y sin embargo, ese era el calvario que sufrían cada año los miembros del consejo; levantarse temprano y reunirse en pleno frío para ponerse manos a la obra.

— Bueno, Randall, ¿a quién esperamos? —dijo Jack, juntando sus manos y soplándolas para luego frotarlas y tratar de calentarlas. Tiritaba del frío, mientras que los demás miraban con una expresión de cansancio y mal humor—. Hace frío, casi no siento mis dedos.

— Paciencia, Jack, paciencia —dijo Randall, mirando su agenda—. Mañana es el día festivo y tenemos que tener todo en regla —levantó la mirada, para ver a su friolento compañero, quien estaba impaciente para empezar a trabajar y poder, aunque sea, entrar en calor—. Además, faltan solo dos personas por venir.

— Pero Randall, ¿no deberían estar aquí con todos nosotros? —dijo Jack, cuestionando. Su voz temblaba —. Me sorprende que estés tan calmado cuando eres un maniático por la puntualidad.

Todos asintieron con la cabeza, mirando a Randall con un poco de desdén, parecían estar de acuerdo con Jack en ese comentario. Randall suspira, incluso sabiendo que aunque a sus compañeros les molesta esperar a los novatos.

— Entiendo que soy un maniático por la puntualidad, Jack, pero son nuevos y solo por hoy, como me siento generoso, les daré cinco minutos para que lleguen — dice, mirando su reloj —. A partir de ahora.

— ¿Es en serio, Randall? —dijo Juan, alzando la voz— ¿En serio tenemos que esperarlos mientras nos estamos muriendo del frío? Mínimo podríamos estar en el edificio del consejo hasta que se dignen a aparecer.

— No. Nosotros nos quedamos aquí.

— Randall, si me tengo que quedar un minuto más congelándome la existencia, juro que te mato a ti y a todo aquel que me rodee —dijo Nathalie, tiritando del frío. Se quitó las gafas ya que estaban empañadas y casi ni podía ver, forzó la vista para poder ver a Randall con una expresión de enfado—.

— Paciencia, chicos, paciencia. Son solo cinco minutos... —dijo Ryler, intentando calmar un poco la situación—. Ya verán que pasarán rápido.

— Un resfríado no espera, Ryler —dijo Haru con un poco de molestia.

— Si fuera por mí, esos dos ya estarían fuera. Nosotros estamos puntuales, muriéndonos del frío, y ellos tienen el lujo de tardar. ¿Es en serio? —dijo Nieves.

Entre todos los miembros, empezaron a discutir, en lo cual se decían de todo excepto cosas bonitas, esperar a alguien mientras hacía frío y no tenían la posibilidad de moverse hasta que aparezcan quienes esperaban, no era una muy buena idea, al contrario, generaba tensión y a todos les dolían las articulaciones por el frío.

Pasan los minutos y las discusiones no cedían, en eso, llegan los miembros faltantes, quienes miran que la situación aún seguía tensa.

— ¿Hola...? —dijo ella, un poco nerviosa al verlos discutir. Al escucharla, todos se callan de repente y la miran fijamente y con bastante enfado —. Lo siento si llegué tarde, no sonó mi reloj...

Universidad WallaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora