Romina Lennox
10 de marzo
Pego un brinco del susto cuando escucho que abren fuertemente la puerta de mi consultorio, volteo a ver al que hizo eso, miro mal al tipo por entrar asi.
Se nota desde lejos lo molesto que está, no puedo evitar recorrer su cuerpo, es que joder, si algo es mi debilidad son los niños y los hombres con traje, los hombres que se visten elegantes.
Y este hombre anda con un traje azul marino hecho a la medida, anda sin corbata y los primeros botones de su camisa blanca están desabrochados, logrando que vea una buena parte de su pecho.
-¿Que se le ofrece ahora señor? Si vino a discriminar mi trabajo más de lo que ya lo hizo puede regresar por donde vino.
-Le daré la oportunidad de ser la pediatra de mis hijos, pero haga algo mal, trate mal a mis hijos y destruiré toda su carrera.
Quiero golpear ese bonito rostro que tiene, pero siento un poco de ternura porque el hombre que tengo ahorita enfrente en realidad solo es un padre sobre protector con sus hijos.
Es el tipo padre que quería para mis hijos, pero les fallé y no me alcanzará la vida para pedirles perdón por mi error, porque ese error les costó la vida.
-¿Y que lo hizo cambiar de opinión?
-Eso no le importa, confórmese con que la acepte como pediatra de mis hijos.
Lo veo mal, tengo ganas de agarrarlo del cuello por ser un completo cretino. Me ve mal mientras cruza sus brazos, mis ojos se dirigen a sus fuertes brazos por un momento, pero igual se dio cuenta, camina hasta estar cerca de mi y verme fijamente a los ojos, provocando que me tiemble todo, pero no le bajo la mirada.
-Vuelva a verme así y no tiene el trabajo, si busca algo más conmigo dígalo de una vez para hacerlo y así no contratarla como la pediatra de mis hijos, decida una noche en mi cama o el trabajo, aunque viéndola bien creo que elegirá lo primero.
Nunca me habían ofendido tanto, siento lágrimas en mis ojos por la rabia que siento.
-Lárguese de mi consultorio, lo único que quiero es trabajar en paz. No se meta en mi camino y yo no me meteré en el suyo, si hay algo que no me interesa en esta vida, son los hombres que creen que todas las mujeres caerán a sus pies, yo no caeré a los suyos.
Me da una mirada retadora, sus ojos de distinto color me distraen por un momento.
-¿Segura que no caerá a mis pies?
-Siga cruzándose en mi camino y usted es el que estará ahí. Si no estoy mal, tiene hijas señor Hoffman y ya están entrando en la adolescencia.
Me da una mirada recelosa.
-¿Qué les ha explicado para cuando empiecen a experimentar que les guste un chico?
Se queda callado un rato, cuando aprieta los labios con molestia se que di en el clavo.
-No dejar que ningún mocoso las haga de menos.
Le doy mi mejor sonrisa arrogante.
-Lo mismo hizo mi padre, así que como usted espera que sus hijas no se dejen humillar de ningún hombre, mi padre espera lo mismo y no lo voy a decepcionar, ahora lárguese.
Sale sin decir nada más, doy una pequeña patada al piso tratando de calmar mi enojo y poder empezar a trabajar tranquila.
Konrad Hoffman
Me hecho de su consultorio, eso era lo ultimo que pensé que haría, y me dejó callado con lo último, me enoja darle la razón, porque así como me mando a volar a mi, espero que así lo lleguen hacer mis hijas el día que algún bastardo quiera molestarlas. Regreso al consultorio del doctor Meyer y mi madre me ve con una ceja enarcada al ver mi cara.
ESTÁS LEYENDO
Quédate Con Nosotros
RomanceKorand Hoffman Serio, frío y desconfiado con las personas que no son su familia, padre soltero de 8 niños, niños que ahuyenta a toda mujer que quiera estar con su padre y entrar en sus vidas, ya que la mujer que se decía que tenía que amarlos los...