Despierto cuando siento una mano tocar mi rostro. Abro los ojos y me encuentro con Evan y Johan. Muevo suavemente la cabeza de Konrad; se remueve un poco, pero no se despierta. Salgo de la habitación con ellos.
—Perdón que te despertamos.
—No te preocupes, cariño. ¿Qué hora es?
—Son las 9:37.
—¿Durmieron bien? Por cierto, hoy no irán a estudiar.
—Sí, de hecho, es la segunda vez que dormimos hasta tarde y sin pesadillas. Y no, hoy no tenemos clases.
Me agacho para abrazarlos y besar sus frentes. Como puedo, los cargo a ambos para ir hacia la cocina, y cada uno se recuesta en mis hombros.
—Qué bueno, ¿solo ustedes están despiertos?
—Sí.
—Bien, dejémoslos dormir un poco más. ¿Me ayudan con el desayuno?
Ellos asienten. Los pongo en los bancos de la cocina mientras voy por los ingredientes para hacer panqueques. Hago dos mezclas: una de vainilla y otra de chocolate. Cada uno mezcla en un tazón con mi ayuda.
—¿Podríamos hacer esto más seguido?
—Claro, Evan, cada vez que venga a quedarme a dormir, al día siguiente lo hacemos.
Ellos regresan su vista a los tazones.
—Ojalá te quedaras siempre.
—Se aburrirán de verme todos los días.
—Nunca, nos haces felices.
Sonrío feliz; los niños que tanto me odiaban me están diciendo que los hago felices.
—Y ustedes a mí. Terminemos de hacer los panqueques para sus hermanos y papá.
Les enseño cómo verter la mezcla en el sartén y cuándo es el mejor momento para darles la vuelta.
—Y así es como se hacen los panqueques.
—Te quedaron perfectos.
—A mí se me quemó.
Volteamos a ver el panqueque de Johan y reímos al verlo quemado.
—Es de práctica, tesoro. A mí se me quemaron los primeros cinco que hice.
Para animarlo un poco, mancho su nariz con la mezcla de chocolate. Él hace lo mismo con la mía y mancha la de Evan también. Nos asustamos cuando nos hablan ciertas personitas.
—No es justo, nosotros también queríamos ayudar a hacer panqueques.
Miro a los demás niños Hoffman con el ceño fruncido.
—No quería despertarlos. A la próxima los despertaré, ¿vale?
Me enternezco cuando veo llegar a Konrad con Ethan, Ray y Raina en brazos. Me sonríe con cierto alivio.
—Pensé que se habían ido cuando vi que era tan tarde.
—Pues pensábamos quedarnos aquí hasta la tarde, pero si quieren podemos irnos.
—¡NO!
Mis hijos y yo brincamos del susto por el grito de los demás.
—Quédense, no hay problema.
—Solo si cada uno me da un beso en el cachete.
Uno por uno va besando mi mejilla. Veo el rostro sonrojado de Konrad cuando besa mi mejilla.
—Gracias.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué?
—Por hacer que pueda dormir tranquilo.
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Quédate Con Nosotros
RomanceKorand Hoffman Serio, frío y desconfiado con las personas que no son su familia, padre soltero de 8 niños, niños que ahuyenta a toda mujer que quiera estar con su padre y entrar en sus vidas, ya que la mujer que se decía que tenía que amarlos los...