(6) Cruje tu nombre en las paredes

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Pablo pasó el resto del día pendiente a su celular. Esperando ansioso un mensaje que parecía no llegar más.

Habían acordado que la salida iba a depender de que tan bien se sintiera Lionel, misma razón por la que intercambiaron contactos.

Ya era casi de noche cuando Pablo jugaba con el celular, pasándolo de mano en mano, prendiendo y apagando la pantalla esperando encontrar alguna notificación. Pero no sucedía, su pantalla no se iluminaba por el mensaje de su vecino ni por ningún otro mensaje. Eso le abrió las puertas a ciertos pensamientos angustiantes. Nunca estaba pendiente a su teléfono y ahora se daba cuenta que era más que nada porque no tenía con quien hablar.

No usaba redes porque se creía muy viejo para eso, por lo tanto, su celular solo cumplía la función de llamar, textear y leer las noticias que captaban su atención en la pestaña de descubrir de google. Si, así como una abuela cualquiera. Pablo hacía el mismo uso de su celular que una adulto mayor.
Su galería estaba llena de fotos del grupo familiar, que nunca borraba por lástima. Alguna que otra vez muy tímidamente saco el teléfono, no sin antes chequear que nadie lo pueda ver, y capturo la puesta de sol a la salida del colegio. Le avergonzaba un poco ser tan terco para la tecnología, hasta su madre era mucho más hábil que él. Haciendo posteos en no solo facebook sino que también dominaba instagram.

De algún modo la gente se adaptaba y Pablo siempre quedaba atrás. Y era algo que lo amargaba. Al igual que cuando alguno de sus hermanos le hacía notar que su forma de vestir era desfavorable.

Incluso había recibidoun halago un tanto extraño por parte de su hermano Cristián cuando lo vio pelado "ahora pareces más de tu edad, muy bien gordo vas por el buen camino"

Estuvo días dándole vuelta al comentario. Porque con Pablo todo era analizado hasta lo más mínimo. El no hacia cosas para verse bien porque no lo veía como una posibilidad. Tampoco era como si se creyera el hombre más feo del mundo. Reconocía cierta belleza que lo rescataba de caer al bajo nivel de ser un bagre pero no lograba encontrar alguna motivación como para mantener su imagen de alguna forma.

Lo cual era una lástima. El hombre era bellísimo, desde muy chico recibía miradas por parte de ambos sexos. Sus compañeras siempre intentaron acercarse pero el pequeño Pablo no veía segundas intenciones, de hecho, llegaba a pensar de estas como amistades generadas en base a lástima. La lástima que provocaba al ser el chico nuevo en la ciudad, con el padre muerto y sin mucho dinero. Cuando llegó la adolescencia su cuerpo, como el de cualquier adolescente, fue atravesado por los característicos cambios que trae consigo la pubertad.

Su voz paso a ser una combinación entre suave y grave, todavía llevaba cierta tonada que iba perdiendo de a poco. Si bien no era alto, su cuerpo llamaba la atención. Era flaco pero tenía los muslos marcados, una cintura angosta que invitaba a querer apoyar las manos de uno. Su mandíbula tan marcada era la envidia de los chicos del curso. Su nariz y su lunar eran como un moño para cerrar con la belleza que cargaba.

Pero la adolescencia además trajo los típicos descuidos. No sé afeitaba por pereza y porque no le veía sentido. La chivita que le crecía había sido más de una vez motivo de apodos o burlas entre los compañeros varones. Fue cuando dejó su pelo crecer, lo llevaba largo hasta los hombros y cuando jugaban fútbol en las clases de educación física las chicas se quedaban mirando como se movía de lado a lado.

Pablo terminó pensando en la posibilidad de que había espantado a Lionel. Recordó la manera en la que se le había acercado, del modo que lo había tocado.

Dios, que estupido que soy. ¿Quien va a querer que alguien como yo lo ande manoseando así?

Su cuerpo se estremeció ante la idea de haber arruinado todo.

cuidame el corazón (scaimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora