(12) Pueden robarte el corazón

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Pablo, que estaba absorto en sus pensamientos, no podía distinguir entre el chirrido de sus dientes y el de la pava eléctrica. Solo apretaba la mandíbula con más fuerza, esperando que el molesto ruido se detenga. No fue así, siguió y siguió, hasta que alguien más apareció.

–Se te hirvió el agua, profe. –Julián que recién entraba a la sala de profesores había observado por unos pocos segundos a su profesor que parecía no darse cuenta de su presencia, ni de la pava.

–¿Eh? –fue como si de un chasquido volviera a la tierra, relajó la cara, miró hacia la mesada y vio al agua burbujear–Ah, sí... ¿Vos qué hacés acá Juli?

–La profe de biología me pidió que le lleve un poco de agua,  y en el baño no hay. –el chico explicó mirando al piso y jugando con sus manos, nervioso, sabía que no había ningún motivo para que Pablo se enojara (y mucho menos tratándose de él) pero igualmente no quería arriesgarse.

–No sé porque no me sorprende.

El colegio siempre estaba en falta; ya sea con los alumnos, los profesores o los padres. Siempre había problemas y no era la primera vez que alguno de los baños no tuviera agua, ni puertas o estén directamente clausurados.

Pablo llenó un vaso de telgopor de esos que usaban para el café en los actos y se lo dio al chico quien hizo un gesto con la cabeza y agradeció tímidamente antes de irse por la misma puerta por la que había entrado.

Buscó en el mueble el termo que compartía con otros dos profesores, lo tenían escondido detrás de la azúcar. Con el paso del tiempo los tres habían decidido que lo mejor era tener uno en el colegio porque siempre se olvidaban de llevarlo y los que habían en el establecimiento tenían más años que de los que querían saber. 

El termo siempre le daba gracia, estaba lleno de stickers. Algunos regalados por sus alumnos otros seleccionados por ellos mismos, como era el caso del escudo de River y la super gallina. Pablo los había pegado con una sonrisa llena de maldad, sabía muy bien que a Javier, el de música y fanático de boca, no le iba a causar nada de gracia. Esto provocó  que se desatara una pequeña guerra de stickers con temática futbolera que tuvo que detener Ana, la de historia, que estaba harta de la infantil pelea y pegó una bandera argentina, a Messi y a Maradona cubriendo un poco los escudos de los clubes rivales. Se dio fin a la pelea y los únicos stickers que fueron sumados eran exclusivamente regalados por alumnos.

Pablo pasó el agua al termo y cebo el primer mate. Se quemó hasta el alma y por un segundo cualquier cosa que vagaba por la cabeza del profesor desapareció. Si no fuera por el ardor y saber que no iba a sentir el gusto de nada en los siguientes días hubiera seguido torturandose.

–¡Uy! Qué rico unos matecitos, ¿me convidas uno Pablito?

–Ratón, ¿cómo andas? Toma, ojo que está calien-

No pudo terminar de hablar. 

–¡La concha de la lora! Pablo está para pelar chancho el agua está.

Le sacó el termo de la mano y fue a la bacha, desenrosco la tapa y sacó casi la mitad del líquido que tenía dentro, abrió la canilla y completó con agua fría.

–Bueno, tampoco la pavada. Eso más que mate es tereré, no queres fijarte también si no hay hielo, ya que estás…

–Vos no sabes nada, nene. Solo así se disfruta el mate. Si está muy caliente no sentís sabor a nada.

–Se me va el recreo y recién voy un mate así que apura el trámite o me voy a tomar mates solo. –le cortó el cuento, tenía unos pocos minutos que quería disfrutar en silencio y se lo habían arrebatado.

cuidame el corazón (scaimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora