(13) búsqueda inútil de atrapar lo fugaz

182 33 24
                                    

Leandro limpio los platos, los de la cena y los que habían quedado de otras cenas. No dijo nada, Pablo tampoco.

Termino con el último plato y se secó pasando sus manos por los pantalones, no había ningún trapo a la vista.

Pablo lo miró y se rió, señaló el repasador azul que estaba apoyado sobre la cocina.

El chico levantó las manos en el aire mostrando el buen trabajo que habían hecho sus pantalones. El mayor negó con la cabeza y le señaló que lo siguiera. 

–Ya te acomode el sillón, te busco algo de ropa. El baño está allá, esa puerta de ahí. Mi cuarto es aquel, cualquier cosa preguntame.

El chico asintió.

–En serio, cualquier cosa. Y si estoy dormido me despertas, ¿sí?

–Si... ¿Pablo?

–¿mm?

–Gracias.

Pablo le regaló una sonrisa y fue a revolver sus cajones. Miró de reojo la caja de ropa vieja y la arrastró hasta el living. La pateaba mientras en las manos llevaba ropa seleccionada de su ropero. Leandro era más alto pero mucho más flaco que él, la ropa le iba. a quedar bien. 

–Mira, lo que te guste y te quede es tuyo. Separalo que después lo lavo. Ahora usa esto que está limpio.

–Tengo... tengo ropa, en lo de un amigo. No es necesario.

–Bueno, mañana la vamos a buscar. Pero agarra lo que quieras, se que no es muy moderno pero algún básico seguro encontrás, revolve nomas.

–¿Pablo?

Se sentía como la milésima vez que llamaba ese nombre. Pero es que lo único que podía hacer Leandro era dudar, quería confiar que las intenciones eran buenas y solo buenas pero algo le había enseñado la vida como para no andar tan suelto.

Pablo lo miró, con los ojos grandes, esperando a que siguiera.

–¿No vas a preguntarme por qué mi viejo me echó?

–¿Por qué? –preguntó sin ningún interés, la pregunta era más para el chico que para él. Pero si eso lo hacía sentirse más cómodo lo iba a hacer.

–Me encontró con un chico, en mi cuarto. Ya me lo había advertido, yo no le hice caso.

Estaba estático en el lugar, mantenía la respiración para que el golpe doliera menos, estaba preparado para salir corriendo por la puerta.

Pablo negó la cabeza con enojo.

–Así no se trata a un hijo.

Fue lo único que dijo. Se agachó y sacó dos remeras lisas negras y las separó del resto.

–Meto estas en el lavarropas, si querés algo mételo también. Mañana lo pongo.

–Soy gay. –insistió como si no hubiera quedado claro. 

Hubo un silencio, ambas cabezas maquinaban sin parar. Pablo por su parte pensaba cómo podía llevar adelante la situación mientras Leandro no podría creer que esa fuera la única reacción del hombre.

–Yo también.– dijo al fin, movió su cabeza hacia un lado– Bah... bisexual, creo.

–¿Crees?

–No, soy bisexual. –dijo con firmeza.

Se fue a su habitación a seguir sintiéndose miserable mientras Leandro, con una sonrisa imposible de contener, miraba la ropa que alguna vez le había pertenecido al profesor.

cuidame el corazón (scaimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora