Los Reyes De La Era De Oro IV (Edmund Pevensie)

Capitulo 5

Unos toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos, suspiré y moví mi cabeza para despejar todos esos recuerdos. Me acerqué y abrí la puerta, era la mujer que salía de la habitación donde vi las pinturas de Edmund y mías.

X: Aquí tiene majestad, se lo manda el rey Erlian. — Dijo extendiendo sus brazos con varias prendas en ellas, mientras hacía una reverencia.
- Gracias. — Tome la ropa.

X: Si necesita algo, estaré en la habitación de aquí a lado. — Hizo otra reverencia para despedirse.
- Espera, necesito hablar contigo.

Ella no dijo nada, solo asintió con la cabeza. Caminé hasta la mesita de noche, luego me senté en la cama para poder sentarme.
Ella entró atrás mío y se quedó de pie a varios metros lejos.

- Puedes sentarte, estamos en confianza.

Ella caminó hasta la silla más cercana que era la del tocador.

- Primero que nada, para que puedas estar más cómoda con mi presencia, ¿cómo te llamas?
X: Etel, majestad. — Hizo una reverencia con la cabeza.
- No tengas tanta educación conmigo, Etel. — Le regalé una sonrisa sincera. — Dime ___ y refiérete a mí como tú.
Et: ¿Segura? No quiero hacerla incomodar e incluso que sienta que le falta al respeto.
- No te preocupes por eso, estoy segura de lo que te digo.
Et: Está bien, muchas gracias. — Dio una gran sonrisa. — ¿Quería preguntarme algo? No lo digo como una falta de respeto, es porque me dijo que quería hablar conmigo.
- Sí, es sobre la habitación de donde saliste hace unos momentos. — Me acerqué a ella aún estando en la cama. — Las pinturas de Edmund y mías, ¿qué es ese lugar?

Esas pinturas que simplemente pude ver de reojo me tenía intrigada y quería saber qué era.

Et: Esa habitación fue mandada hacer por el rey Caspian poco después de haber regresado del su viaje del viajero del Alba. — Ella me miro fijamente. — Según las leyendas, esa habitación fue creada a lo que alguna vez "fue su historia de amor". — Ella hizo comillas con los dedos. — Como un tributo a lo que alguna vez el Rey Edmund y usted fueron.

Me quedé callada, no sabía qué decir, ¿ahora todos sabían que yo había terminado con Edmund? ¿Ahora lo que alguna vez fuimos aquí tampoco existía?

Et: Pero es lo que dicen las leyendas. — Su voz me saco de mis pensamientos. — Tanto Edmund y usted son el ejemplo más grande de amor que los Narnianos pueden tener, creo que muchos de nosotros sabemos que el amor que ustedes tienen es muy sincero y tan leal, la envidia de muchas heneraciones. Tan bonita historia que nos han contado a lo largo de los años.
- Una bonita historia de amor... — Me dije a mí misma.
Et: ¡Sí! - Al parecer me había escuchado. Se notaba emocionada. — Todas sus pinturas están allí, sus coronas el día de su boda, el vestido que usó ese día y el traje del rey Edmund, incluso sus anillos de compromiso y lo de matrimonio, sin duda en un hermoso santuario.

Me dejé caer de espaldas a la cama, suspiré con fuerza mientras ponía mis manos sobre mi cara. De alguna manera me sentía frustrada, ¿cómo la gente podía seguir creyendo en algo que ya no existe? ¿Algo que de alguna forma me seguía doliendo?¿Cómo decirle a toda esa gente que nos veía como ejemplo que ya no existía nada entre nosotros?

No sabía por qué Caspian mandó a hacer una habitación sobre ello, ¿para qué hacerlo?

Et: Solo entramos a ese santuario cuando hacemos limpieza.— Su voz se hizo presente después de varios minutos en silencio. —Desde la muerte del rey Caspian nadie suele entrar a ese lugar, así que siempre sus puertas se mantienen cerradas.
- Gracias por contestar mis dudas.— Dije al momento de quitar las manos de mi cara. 

Etel sonrió y caminó hasta la puerta, pero antes de abrirla se detuvo y volteó a verme.

Et: ¿Puedo hacerle una pregunta? - Ahora ella se veía un poco de vergüenza.
- Claro, dime. — Me volví a sentar en la cama para verla.
Et: ¿De verdad el amor que usted y el rey Edmund sienten es el más sincero y puro que alguna vez haya existido en Narnia? Por la forma en lo que lo hacen ver, es perfecto para nosotros que queremos algo lo más parecido o similar.