El viaje desde Londres hasta Estados Unidos mantuvo mi mente ocupada. Dejarlo todo atrás para vivir en un lugar nuevo era difícil. Sabía que alejarme del lugar donde crecí sería complicado. Lo único bueno que lograba ver era el hecho de que mi familia estaría reunida nuevamente, eso me motivaba. Pero al llegar aquí, todo fue tan distinto.
Al bajar del barco, esperaba no solo encontrarme con mis padres, sino también con mis hermanos. Sin embargo, para mi sorpresa, solo estaban mis padres a la espera.Cuando me explicaron el motivo de su ausencia, lo entendí de inmediato; ambos estaban ocupados con asuntos relacionados a la universidad a la que estaba a punto de ingresar.
Al llegar a lo que sería mi nueva casa, todo se percibía tan... distinto. No lograba sentirlo como un verdadero hogar, ese espacio acogedor donde podía hallar paz. Quizás era por su amplitud, con más espacio libre que aún debía ser habitado por algo más que muebles y objetos.
Mi padre me ayudó a llevar mis maletas. Al abrir la puerta de mi habitación, me encontré con un espacio amplio y solo para mí. Una cama individual, un escritorio, un espejo en la pared y un armario eran los únicos muebles presentes, pero aún así, todo lucía vacío, como si esperara algo más para darle vida.Mi padre dejó mis dos maletas sobre la cama y salió. Coloqué mi otra maleta sobre el escritorio y dejé mi mochila, que contenía mis objetos más personales, sobre la silla. Me dirigí hacia la ventana y miré hacia afuera, solo para ver árboles y, más allá, los edificios dispersos de una gran ciudad. Era un paisaje completamente nuevo y, aunque emocionante, me dejaba una sensación de vacío en el pecho.
Las cuatro paredes de la habitación estaban pintadas en un gris sutil. La cama, con colchas de un tono azul marino, creaba un contraste que resultaba hermoso en comparación con el resto de la habitación.
Me acerqué a una de las maletas colocadas sobre la cama, sacando con lentitud mi ropa y zapatillas, buscando un orden reconfortante en lo que sería mi nuevo ropera. Una vez que acomodé la primera maleta, seguí con la siguiente. Al llegar al fondo, mi mirada se posó en un suéter, uno de esos suéteres escolares. Al sacarlo, mis ojos se posaron en el nombre bordado en la etiqueta: era el de Edmund.
Me senté en el borde de la cama, sosteniendo aquella prenda con muchas de emociones. Me había confiado este suéter para guardarlo después de nuestra llegada a Cambridge, pero el tiempo y la distancia que existía entre los dos, lo había olvidado. Al recostarme hacia atrás, mi espalda chocó con la fría pared, una sensación que coincidía con el peso en mi pecho. Observé cada detalle de la prenda con detenimiento, abrumada en sentimientos de frustración y tristeza. Luego, con un gesto de impotencia, lance el suéter de nuevo en la maleta. ¿Cuántas cosas más estaba guardando de Edmund sin darme cuenta?
Cal: Pensé que ya le habías devuelto todas sus cosas. - Caleb se apoyó en el marco de la puerta, los brazos cruzados y una mirada de curiosidad en su rostro.
- No recordaba que aún tenía este suéter. Lo guardé sin darme cuenta.
Cal: Podrías dárselo más adelante, ¿no crees? - Caleb sugirió mientras caminaba hacia la habitación, mostrando una actitud comprensiva.- Sí, supongo. Tal vez cuando lo vuelva a ver. - Mi respuesta salió con una mezcla de resignación y nostalgia, sin poder evitar cierto pesar en mis palabras.
Los Pevensie vivían en las cercanías. Resultaba curioso cómo nuestras historias se entrelazaban desde hacía tanto tiempo. La señora Pevensie y mi madre habían desarrollado una amistad desde la infancia; incluso, compartieron un área de trabajo como enfermeras durante la guerra. Asimismo, el padre de los Pevensie y el mío también tenían una conexión, siendo buenos amigos desde el momento que se conocieron en sus días de servicio.
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Los Reyes De La Era De Oro IV (Edmund Pevensie)
FanfictionHan pasado varios siglo en Narnia y tan unos pocos años en el mundo real. ¿Estarán listos para una nueva aventura? ¿Están listos para que los Callen y Pevensie sean recordados? Una última aventura los espera. Y a veces, la sabiduría no será su mejor...