Ambas manteníamos una mirada fija, sin que ninguna de nosotras cediera ante la otra. El tenso silencio que había llenado el ambiente se rompió cuando el llanto de Tirian resonó a lo lejos.
Irena apartó su mirada de la mía, y durante un breve instante, sus ojos se deslizaron de arriba abajo sobre mi figura. Después, ella dio un paso al costado, pasando junto a mí mientras dejaba que el momento de tensión desapareciera. Fue entonces cuando tomé su brazo para evitar que se fuera sin aclarar nuestros problemas.- Ve por tu hijo, es mejor que hablemos para resolver nuestras diferencias.
Ire: No hay diferencias, así que no tenemos nada de qué hablar.
- Deja de resistirte, Irena. Sabes que es necesario.
Ire: ¿Es realmente importante?
- Si no lo fuera, no habría pedido esta conversación.
Ire: Está bien, iré por mi hijo, y podemos conversar adentro del castillo.
- Ve por tu bebé, pero prefiero que hablemos aquí.Observé a mi alrededor, y a pocos metros de nosotras, divisé un árbol que daba una gran sombra en el suelo.
- El clima es agradable. ¿Por qué no nos quedamos aquí afuera? - sugerí.Ella simplemente asintió en acuerdo. Irena se dirigió a buscar a su bebé, y no pude evitar notar cómo, cuando lo tomó en brazos, una sonrisa iluminó su rostro. La felicidad en ese momento la hacía lucir radiante, y por un breve instante, una punzada de envidia se apoderó de mí.
Parecía que todo lo que alguna vez había deseado estaba reflejado en la mirada de Irena, una expresión radiante de dicha que, aunque me alegraba por ella, también crecía un torbellino de preguntas y sentimientos encontrados en mí.
Verla con su hijo, estando en ese momento de amor y conexión maternal, era como ver una escena de plenitud que, de alguna manera, resonaba en lo más profundo de mi ser. Me encontraba en medio de una maraña de reflexiones, pensando en lo que ese panorama representaba para mí y mis propias expectativas en Narnia.
La imagen de Irena con su hijo me hacía cuestionarme el futuro, especialmente el que esperaba para mi bebé, una vida donde el padre no estaría presente. ¿Cómo le explicaría esa ausencia cuando creciera lo suficiente para preguntar?La angustia y la desesperación se aferraban a mis pensamientos, abrumándome ante el temor de los juicios ajenos y los murmullos que podrían propagarse a mis espaldas. A pesar de la maravilla que envolvía el mundo mágico a mi alrededor, las reglas sociales y las opiniones ajenas se mantenian sobre mi mente con un peso aplastante. Comprendí que estas reglas podían moldear la vida futura de mi hijo, y eso me llenaba de incertidumbre y tristeza.
¿De verdad me importaba lo que pensaran? Antes solo buscaba demostrar que era una mujer valiente y capaz de cuidarse sola. Pero ahora, ¿realmente me preocupaba lo que dijeran los demás?
Ahora todo parece diferente, y no entiendo bien cómo será cuando nazca mi bebé. ¿Qué le diré sobre su historia? Me preocupa lo que puedan decir los demás. ¿Debería preocuparme ahora?Pienso en guardar lo que pasó con Edmund en secreto y contar la verdad solo a unos pocos. Quiero mantenerme fuerte, pero siempre dependí mucho de mis hermanos. Nunca estuve sola antes. Con Irena y Erlian como reyes, todo será distinto, y eso me confunde mucho.
Mi vida dio un giro inesperado y me deja confundida. Me pregunto cómo será todo ahora y qué decisiones tomar. Mi hijo tendrá un futuro incierto y eso me asusta. Intento mantenerme fuerte, como siempre, aunque ahora todo sea nuevo y extraño.
Caminé hasta la sombra del árbol y me senté. Suspiré con fuerza, dejando que la pesadez de mis pensamientos se reflejara en el gesto. Apenas llevaba tres días desde mi llegada a Narnia, pero mi mente no dejaba de atormentarme. ¿Por qué toda mi atención se enfocaba en estos pensamientos? ¿Y por qué sentía la necesidad de mostrar siempre una fachada tan firme?
Irena se unió a mí momentos después, ocupando un lugar frente a mí. Evitaba mi mirada a toda costa, manteniendo sus ojos fijos en Tirian, su bebé. No me dirigió ni siquiera una mirada, como si quisiera evitar el encuentro visual a toda costa.
- Claramente, ambas sabemos hacia dónde se encamina esta conversación. - Mencioné después de varios minutos de silencio, notando su desconfianza a iniciar un plática que podría volverse incómodo para ambas.
Ire: Lamento lo de ayer, no actué de la manera correcta. - Su respuesta fue cortante, evitó mi mirada y mantuvo su cabeza baja.
- Sé que estás preocupada y asustada. - Comenté.
Ella levantó y bajó rápidamente las cejas, pero aún evitaba mi mirada.
- Entiendo lo que buscas imitar o cómo pretendes ser.
Fue en ese instante que alzó la cabeza y se encontró con mis ojos, sostuvo la mirada fijamente.
- No soy la persona indicada para darte consuelo ni puedo juzgar lo que está bien o mal. - Prosiguí. - Pero, aún así, no necesitas imitar a alguien para sentirte amada o reconocida por el pueblo. Debes ser auténtica y mostrar sinceridad; el pueblo te aceptará tal como eres.
Ire: No sé a qué te refieres exactamente.-
- Suspiré fuerte. - No finjas, por favor. Entiendes perfectamente a lo que me refiero.
Ire: ¿De quién ha recibido usted esta información? - Sus palabras eran apenas audibles y evitaba mi mirada.
- No hace falta tanta formalidad entre nosotras, Irena. Puedes tutearme si así te sientes cómoda. - repliqué.
Ire: Estoy consciente de mi posición aquí. Soy la reina, pero sé que en jerarquía estás por encima. También entiendo que podrías tomar medidas en mi contra si lo deseas. Simplemente trato de evitar más conflictos entre nosotras.
- Por favor, no te engañes así, Irena. Sabes que no actuaría de forma tan cruel. Conoces mi carácter y sabes que no actuaría de esa manera. - Traté de hacerle entender.
Ire: ¿Estás negando lo que se ha dicho de ti? - Su sorpresa era evidente. - ¿Ahora te harás la desentendida y olvidarás lo que hiciste a la reina Laila, tu propia hermana?
- Ahora la que está sorprendida soy yo. ¿De qué estás hablando? ¿A qué te refieres?
Ire: Lo que ocurrió en el altozano. La leyenda dice que ella quiso empezar la guerra y usted no la dejó. Al contrario, la mandó a encerrar con guardia para ella y que no saliera de donde estaba. – Su voz se había alzado. - ¿Por qué fue? ¿Se vio superada por ella? ¿Por una simple orden que Laila dio? Por eso la dejó encerrada sin poder hacer nada. Se vio opacada por ella, por un momento fue la sombra de su hermana. - Cuestionó Irena, visiblemente alterada.
- ¿Quieres saber sobre eso? ¿Quieres entender que Miraz estaba listo para atacarnos con sus tropas en cualquier momento y que nosotros no estábamos preparados para un conflicto? – Esta vez fui yo quien la cuestioné con firmeza. – Si Peter o yo hubiéramos permitido que Laila disparara esa flecha, habría sido el final seguro para nosotros y todos esos narnianos.
Ire: Pero, aún así, muchos otros perecieron cuando invadieron el castillo telmarino, ¿o acaso ya olvidaste que atacaron ese lugar y murieron numerosas personas? -Su enojo era claro en sus palabras.
- Sé que fue mi error dejarme influenciar por lo que dijo Peter. Si hubiera evaluado mejor la situación, lo del castillo no habría sucedido. – Mi voz denotaba enojo. – Cometí errores en el pasado, pero ya no puedo cambiarlos. Esa gente murió en busca de paz y tranquilidad. Estoy eternamente agradecida por seguirme ciegamente.
Ire: Pero eso no traerá de vuelta a todas esas vidas perdidas en la guerra.
- ¿Acaso piensas que nadie moriría en las batallas? ¿Has estado alguna vez en una? ¿Has arriesgado realmente tu vida? – Cuestioné, con una mezcla de frustración. - ¿O solo hablas desde el privilegio que tu pueblo y tú han tenido gracias a todos aquellos que han perecido? Por los Pevensie, por mis hermanos y por mí. ¿Crees que en esas guerras no perdimos a seres queridos? – Hubo un silencio. - Esos que murieron en la guerra lo hicieron por su familia, para no vivir en desolación y tristeza. Aquellos que lucharon a mi lado, les debo más de lo que alguna vez yo podre deberte a ti.
Irena me observaba en silencio, pero su mirada reflejaba su enfado. ¿Cómo podía entender realmente lo que implicaba una batalla? Había crecido en una Narnia pacífica, tal vez nunca había tenido que desvainar una espada en defensa de un pueblo.Ire: No quiero seguir hablando de esto.
- Sé que piensas que me conoces, Irena, pero no creo que lo que hayas leído sobre mí sea la realidad. Nunca fue mi intención lastimar a alguien. – Mis palabras salieron con un deje de pesar. – Ni siquiera aquellos que podrían haberlo merecido.
Ire: Solo quiero prevenir, cuidar de mi familia como tú hubieras querido cuidar de los tuyos.
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Los Reyes De La Era De Oro IV (Edmund Pevensie)
FanfictionHan pasado varios siglo en Narnia y tan unos pocos años en el mundo real. ¿Estarán listos para una nueva aventura? ¿Están listos para que los Callen y Pevensie sean recordados? Una última aventura los espera. Y a veces, la sabiduría no será su mejor...