Capítulo 8

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X: Buenos días. - Habló desde atrás de mí, su voz suave y amigable rompiendo mi ensimismamiento en el paisaje.

Al darme la vuelta, me encontré con alguien que antes no había visto. Era un hombre bastante delgado y pálido, con unas notables ojeras que marcaban el cansancio en su rostro. Sin embargo, lo que más me llamó la atención fueron sus ojos de un color café claro, que parecían capturar los rayos del sol de manera única, haciéndolos resplandecer aún más. Era un contraste fascinante entre la palidez de su piel y la intensidad de su mirada.

Pero algo que no pasó desapercibido para mí fue la figura de un minotauro que estaba a su lado, sosteniéndolo, como si estuviera el hombre pudiera caer en cualquier momento.
X: Soy Adir. - Sonrió con calidez, presentándose mientras sus ojos brillaban con amabilidad.- ¿Adir? - Dije con sorpresa al verlo por primera vez, mi voz revelando la alegría de finalmente conocerlo en persona. - Es un gusto por fin verte.
Adir inclinó su cabeza en una reverencia, expresando su gratitud con humildad.
Ad: Sinceramente, le debo mi vida. - Sus palabras resonaron en el aire, llenas de sincera apreciación.- No me des las gracias, era mi deber sacarte de ahí abajo. - Respondí con amabilidad, recordando el día en que lo encontré en el calabozo. Aunque sus palabras eran conmovedoras, sabía que había hecho lo correcto al ayudar a alguien en apuros.
Adir asintió, pero sus ojos reflejaban una profunda gratitud que iba más allá de las palabras.

- Olvídalo, Adir. - Puse una mano con delicadeza en su hombro, notando que su apariencia parecía frágil y vulnerable en ese momento. - ¿Ya comiste?

Adir asintió con una sonrisa de gratitud.
Ad: Sí, majestad, de verdad muchas gracias por lo que ha hecho por mí. - Sus palabras eran cálidas y sinceras, y sus ojos brillaban con admiración.- -Sonreí. - Ya te dije que no fue nada. Aunque bueno, ¿cómo supiste que yo era ___? Cuando ambos estábamos en el calabozo, no pudiste ver mi cara.

Adir sostuvo mi mirada con sus ojos de color café claro, y una sonrisa juguetona se asomó en sus labios.

Ad: Su vestimenta y el porte que tiene, valentía, fuerza y belleza.

Sus palabras me tomaron por sorpresa, y después de tanto tiempo, alguien había logrado hacer que mis mejillas se sonrojaran y mi corazón latiera un poco más rápido. La atmósfera estaba llena de un encanto inesperado, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el destino había traído algo especial a mi vida en Narnia.

- No son necesarios los halagos, Adir. - Dije con una sonrisa en el rostro, aunque mantuve la cabeza ligeramente inclinada, sintiendo una mezcla de vergüenza y pena por los cumplidos.Adir asintió con una sonrisa un poco coqueta.

Ad: Lo sé, pero lo que las historias cuentan de una majestad no es ni la cuarta parte de lo que yo me la imaginaba. - Sus palabras eran sinceras y sus ojos reflejaban algo más, ¿o solo era algo que me imaginaba?
- Me siento halagada. - Respondí con sinceridad, agradecida por sus elogios aunque también consciente de la tristeza que se escondía en algún rincón de mi alma.Adir continuó hablando, mencionando a Edmund de una manera que me hizo sentir un nudo en la garganta.
Ad: El Rey Edmund tiene mucha suerte en tenerla. - Sus palabras resonaron en el aire, y levanté la cabeza para encontrarme con sus ojos, tratando de no mostrar la tristeza que se anidaba en lo más profundo de mi ser.
En ese momento, me di cuenta de que los ojos de Adir eran más expresivos que nuestras palabras o acciones. Intenté fingir una sonrisa de lado, dejando atrás todos mis pensamientos sobre Edmund y yo, guardando mis sentimientos en un rincón secreto de mi corazón. Era hora de centrarnos en el presente y en las nuevas conexiones que la vida en Narnia estaba trayendo a mi camino.
Adir se mantuvo en silencio durante unos segundos antes de hablar, y sus palabras tomaron un matiz de despedida.

Ad: Solo venía a despedirme. - Dijo con una expresión que denotaba resignación.
- ¿Despedirte? - Lo miré con sorpresa, sin entender del todo la razón detrás de su partida.

Los Reyes De La Era De Oro IV (Edmund Pevensie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora