Explosiones Inesperadas

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Mi corazón parece un campo silvestre, la calma es inexplicable, Jesús habita en el campo silvestre de mi corazón. Me encanta caminar, hablar o solo admirar su belleza, cuando solo El y yo nos encontramos en ese campo, todo es bueno. Me hace sentir libre, puedo correr con él. Las flores que apenas abren sus pétalos para regalarnos su olor fragante. Con El todo es perfecto.

Cuando suelto la mano de Jesús por un momento para ver a un animal extraño, sucede lo inexplicable; al tomar a ese ser entre mis manos se forma una explosión de la nada. Inesperada. Todo a mi alrededor se ha quemado, destruido, quede con heridas graves y todo mi alrededor también sufre las consecuencias tan viles de esa explosión tan repentina. Pensé que Jesús había huido, no lo podía ver, la desesperación apareció y el miedo comenzaba a controlarme, el arrepentimiento reinaba en mi cuerpo, no debí tomar a ese animal entre mis manos, no debí haber soltado su mano para tocar a ese animal. Por haber soltado su mano para tocar a ese animal. Todo se tornó más gris, pensé que, por mi error, Dios había huido, se había alejado. Pero no lo hizo, se quedo muy cerca de mí, su amor me perdono y me curo todas esas heridas profundas que dejo dicha catástrofe, deje de enfocarme en el problema y coloque mi mirada en su rostro, su amor hizo que todo volviera a la normalidad. Que todo se restaurara.

Jonathan Jiménez


Exhibición del corazón de un joven cristianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora