Levantas mis brazos.

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Mis guantes ya están listos, mi rival esta totalmente listo para atacar, mis voces internas me asustan y me desaniman. Yo no quise estar envuelto en una pelea de este tipo, pero no me queda mas remedio que luchar contra la ansiedad. Aunque no es mi primer rival, es uno de los más fuertes, estoy muy lastimado, cansado, adolorido y asustado.

Siento que voy a desfallecer apanas me suba al ring de boxeo, se que puedo caer en nocaut, pero, aun así, Tú, Jesús; me sigues motivando a seguir en pie, sostienes y levantas mis brazos, y me recuerdas que, aunque yo sea débil, Tú eres fuerte, me animas para luchar contra todos estos contrincantes que no son para nada fáciles.

Mi cuerpo grita por todos lados que ya no puede más, pero aún así sigo mostrando una sonrisa cálida a las personas, que, aunque no es falsa, no es la realidad total de mi vida. Intento mostrarme de una manera dócil y pasiva para así no llamar la atención de nadie, pero vaya que, si llame tu atención, viniste a mi dándome un lugar de descanso, el cual fueron tus brazos. Esos brazos que para mí fueron como el refugio más seguro y cómodo que ningún otro.

Las estrategias de la pelea las deje en tus manos, mi cuerpo físico y mi espíritu solo desean descansar, en ti. Solo quiero poder llorar cuando siento que mi realidad está encima de mí, poder contar con un lugar para poder acercarme a ti y respirar un poco, pero por ahora solo tengo que buscar una salida con los recursos de mi alrededor.

Necesito de tu amor, de tus cuidados, de tu protección, de tus mimos y cariños. Que me llames "hijo", "amado". Te necesito a ti para poder seguir adelante y en su momento indicado poder deshacerme de estos guantes de boxeo.

Jonathan Jiménez.


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Exhibición del corazón de un joven cristianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora