Capítulo 9: Piernas rotas

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Investigaba y experimentaba en su laboratorio sin ningún problema, con su paloma en casa, entonces podía trabajar cómodamente.

En cierta parte, estaba molesto con Qin por haber tomado su paloma sin permiso, prefería que le robaran sus inventos a su paloma por lo que esta vez se había asegurado de colocarle un chip para rastrearla.

Había aprendido de sus errores.

—Causa y error... —se decía mientras que, con lentitud dejaba caer una gota de una sustancia extraña en un tubo de ensayo. Se había tomado la libertad de estudiar un poco de química.

Entre más sabía acerca de la ciencia, mejor. Todo nuevo conocimiento era bienvenido.

La puerta se abrió de la nada pero Nikola ni se inmutó al respecto, él seguía dejando caer gota por gota, quería ver en qué momento aquel químico mostraba una reacción.

—Hechicero. —llamó el Dios. —Quiero hablar con usted.

—No soy un hechicero, soy un científico. —sin prestar atención, Tesla expresó su desacuerdo.

Por el contrario, el Dios que estaba de visita se molestó un poco debido a que el croata ni siquiera lo estaba viendo a los ojos. Eso era muy descortés de su parte.

Así que sin remordimiento alguno, aquel Dios de gran estatura tomó por la parte de atrás de la gabardina del hijo de la luz para levantarlo y obligarlo a que lo viera a los ojos.

Nikola dejó salir un leve grito al ser levantado ya que, por el susto había soltado el tubo de ensayo dejando caer la sustancia al suelo, afortunadamente no hubo ninguna reacción negativa. —¡Wow! —gritó al ver quien lo estaba cargando sin nada de esfuerzo. —¡Un gusto!

Aquel Dios de cabello largo y rojizo tuvo un tic en el ojo, este humano no parecía comprender la situación en la que se encontraba. —¿Ahora si me vas a escuchar?

—Que no le haya prestado atención, no significa que no lo haya escuchado. —Tesla habló con seguridad y con una sonrisa; y es que era verdad, logró oír y comprender lo que el más alto decía solo que no le dio la importancia suficiente.

Sin mucho cuidado, Thor dejó caer a Tesla al piso, éste cayó de trasero al suelo, rápidamente se reincorporó y se sacudió su ropa. —Eso no fue muy cortés de su parte.

—Necesito que me acompañes. —ordenó el de ojos dorados. —Hay un asunto que solamente tú puedes resolver porque...

El científico interrumpió al Dios. —¿Me prestas tu martillo?

—No. —dijo tajante el de cabello rojo. —Te estoy ordenando que me acompañes.

—Vamos, solo será por un corto período de tiempo, me gustaría ver como funciona y también, estaría encantado de trabajar con tu cuerpo. —el castaño no estaba midiendo en absoluto sus palabras, lo peor de todo es que estaba emocionado.

Usualmente, la mayoría de los Dioses y de los humanos le temían pero este pequeño e insignificante humano, lo trataba como si nada, no sentía ni una pizca de miedo. Admitía que eso le resultaba curioso.

—No creo que seas capaz de levantar el Mjölnir. —El de cabello largo, exclamó, tal vez si le seguía el juego por un rato, se callaría. —Eres demasiado pequeño, hechicero.

—No, non, nem, nein. —mencionó el humano negando con el dedo índice. —Yo no hago magia, ¡Yo hago ciencia! —exclamó feliz. —No se debe confundir con el poder de los Dioses.

Cada vez que escuchaba los parloteos de Nikola, Thor se replanteaba si él era el correcto. Pudo haber ido con alguien más pero, por alguna razón, el inventor era la opción más viable.

Más allá de una patenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora