Un mal cumpleaños

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El reloj sonó cuando la luz de la mañana apenas se filtraba en mi habitación pero yo ya estaba despierta, el timbre de mensajes en mi teléfono me habían despertado desde antes del amanecer y la razón de ello era mi cumpleaños número dieciocho.

Extiendo mi brazo y desactivo el maldito reloj en la mesita de noche al lado de mi cama.

Escucho la nota de voz de Laure.

— Hola felíz cumpleaños amiga, ya eres mayor de edad, ya puedes beber y perder la virginidad con mi hermano aunque para eso no hace falta ser mayor, bueno al menos así pienso yo, te quiero mi niña.

También hay mensajes de Yered, solo de ellos dos, no soy muy sociable.

Siempre espero a que no llegue pero así muera llegará, lo odio, lo peor es que es lunes, todos odian los lunes y yo no soy la excepción.

Con un gruñido de protesta me levanto de la cama, aún soñolienta aparto las cobijas y me incorporo después de estirar mi cuerpo.

Me dirigí al balcón y me asomé por la ventana, apartando la cortina. El árbol de manzanas está allí, recordándome que no estoy loca. El día está soleado en el pequeño vecindario del pueblo, de estar lloviendo tendría una excelente excusa para no presentarme en la secundaria, aunque mi padre me hubiera ofrecido un paraguas, no deja que falte a clases y tampoco deja que camine, solo hay como díez minutos de camino del vecindario hasta la secundaria, el pueblo es pequeño y con pocos habitantes pero mi padre siempre insiste en que vaya en bus.

Mi mirada dió hacia el jardín, al pequeño patio, frunzo el ceño cuando noto que hay un auto negro, un lujoso auto aparcado afuera, me era difícil distinguir la marca ya que siempre era un asco en todo lo relacionado a los autos.

Jamás había visto un auto así en nuestro patio, ningún auto a excepción de su chatarra, a lo mejor era el dueño de la farmacia del pueblo donde trabajaba mi padre.

Me dirigí al baño después de contestar los dos únicos mensajes.

Me coloqué mis pantalones negros ajustados, mis botas trenzadas de cuero negro y mi camisa de vestir azul. Me recogí el cabello en una cola de caballo, pinté mis labios de rosa y sombra de ojos negra. Tomé mi morral y guardé mi celular en el bolsillo de mi pantalón. Bajé las escaleras de forma silenciosa, tratando de que nadie notara mi presencia.

Cuando llegué abajo, cruzo hacia el pasillo para salir pero alguien me detiene.

— Hola — Dijo Marina, mi nana y ahora ama de llaves, me da un abrazo inesperadamente, mantengo mis brazos a los lados y dejo notar mi incomodidad, es de estatura baja y algunas canas surcan su cabello castaño claro — Felíz cumpleaños Anne, ¡ qué bueno que pude alcanzarte!

— Gracias pero debo irme — Señale la puerta con mi pulgar — Se me hace tarde.

— No, no puedes irte — Dice y fruncí el ceño —  Tu padre desea verte.

— No, dile que lo veré más tarde... Es un día común y corriente si me quiere obsequiar algo dile que ya estoy grande para eso — Gruñí y ella negó con la cabeza.

— Es otro asunto, te espera en el estudio.

Puse los ojos en blanco y asentí — Me hará perder el año por esto.

Me percaté de que Marina parecía alterada, su rostro estaba pálido.

— ¿ Qué tienes ? — Pregunté, ella negó en seguida y evitó mi mirada.

— No, no tengo nada, ahora ve, no pierdas tiempo.

No le creí ni por un segundo pero decidí dejarlo pasar.

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