Adiós para siempre

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Mis vellos se erizan.

Todos nos quedamos pasmados ante sus ojos amarillos.

Andrew se rió y sonó como si fuese un quejido de dolor.

— ¿Desde cuándo te gusta tomar forma femenina? — Se burló, él se burló de la mismísima muerte — Por eso no te reconocí cuando fuiste a atormentar a Anne con la forma de su madre.

Así que había sido ella. ¡Le aventé una piedra la muerte! ¿Cuál era la necesidad de atormentarme? Si hubiese querido, habría acabado con nosotros, era como un gato jugando con el ratón antes de clavarle los dientes.

— Suenas muy despreocupado a pesar de que tienes una debilidad.

— No me importa sentir dolor, al fin al cabo estoy acostumbrado a eso — Gruñó desde su posición en el suelo, estaba respirando fuerte.

— Eso significa que no te importará si la torturo a ella — Me señaló y sentí como mis músculos se tensaban, paralizando mi cuerpo.

— Hazme lo que quieras, pero a ella no, ha sufrido suficiente gracias a ese maldito castigo.

No me hizo nada.

— Si no me dieses tantos problemas, no me hubiera puesto creativa en unirte a una humana para que perdieras tus poderes — La Muerte se cruzó de brazos — Eres tan malagradecido, recibiste una oportunidad de tener una existencia con la que al menos tenías un propósito muy importante.

— Lo que me diste no fue una bendición, sino una maldición, ésta existencia es tan miserable como la anterior — Jadeó Andrew, sudando como si se le estuviesen consumiendo las fuerzas — Trabajar eternamente, tomando vidas que no quiero. No me has hecho un favor, yo solo quería morir, por eso me quedé a esperar que las llamas me consumieran porque así lo decidí.

La Muerte resopló.

— Yo solo cumplí órdenes de darte una condena justa, servir al Orden de las Almas, solo tenías una cosa que hacer — Puso los ojos en blanco — Darme almas que estaban destinadas a morir.

— Algunos perros no pueden estar atados, recibiendo órdenes, deben romper sus correas cuando algo va en contra de sus principios — Dijo Andrew, elevando su barbilla, observando a los dos hombres de traje negro.

Estos se tensaron, pero no se atrevieron a moverse de su sitio.

— Cometimos un error al condenarte como ángel de la muerte, eres un rebelde... Castigarte no fue suficiente, seguiste tomando vidas y pulverizando Devora Almas, labor que no te corresponde, así que he decidido complacerte, acabaré con tu existencia, pero en lugar de otorgar tu descanso, voy a enviarte al Inframundo donde las almas condenadas son esclavizadas por la eternidad — Recitó la Muerte, la iglesia abandonada se llenó de una niebla oscura, dirigiéndose hacia Andrew.

— ¡No! — Grité, corriendo hacia él, mi padre intentó detenerme, pero me zafé hasta que caí a su lado y lo abracé contra mi pecho, sollozando del dolor que sentí en mi pecho.

— Anne — Intentó separarme de él — Basta, aléjate o te lastimarán, no puedes evitar esto.

— No lo hagan, por favor — Supliqué, observando hacia ese ser de ojos amarillos, me aferré a él — No se lo lleven, por favor... Andrew no merece más sufrimientos y castigo, ya tuvo suficiente con el dolor que le causó su padre, con ésta vida inmortal y conmigo.

La niebla se detuvo.

— Vaya, vaya — Ella observó mi reacción como si le divirtiera — Así que te has enamorado de tu guardián.

La palabra hizo eco en mí, haciéndome llorar.

Enamorada.

¿Amaba a Andrew? No necesitaba preguntarme, lo amaba más allá de la razón. Él era parte de mí, siempre, durante toda mi vida estuvo allí, sin importar que yo fuese su condena, mi vida y la suya eran una. Lo amaba, con cada respiración y cada latido, con la piel, con el alma y con el corazón.

Guardián de la Penumbra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora