—Oh —es todo lo que dice Caroline. Da una vuelta sobre sí misma, examinando el salón. Pasa un dedo por el alféizar de la ventana que le queda más cerca, llevándose el polvo y tratando de sacudírselo luego entre los dedos —. Es...
—Hay mucho trabajo por hacer, ya lo sé —la interrumpo. Señalando el aparador que tiene a su espalda, añado—: Pero fíjate en los escaparates. Tienen potencial.
Ella los examina, asintiendo. Tiene la costumbre de hacer un ruidito con la garganta. Como asintiendo, pero con los labios apretados. En realidad, cuando emite ese ruido lo que quiere decir es que no está convencida. Y acaba de hacerlo, dos veces.
Dejo caer los brazos desanimada. —¿Crees que he hecho una tontería? Ella niega con la cabeza.
—Todo dependerá del resultado, Candy—responde. El salón era antes un club y todavía está lleno de mesas y sillas viejas. Se acerca a una de las mesas, aparta una silla y se sienta—. Si las cosas salen bien y la decoración es un éxito, la gente dirá que fue una decisión valiente, atrevida; que tuviste buen instinto.
—La gente dirá que fue una decisión absurda.
Caroline se encoge de hombros.
—Siempre pasa lo mismo; ya lo sabes, eres licenciada en enfermería.
—Hasta un máster tengo —murmuro, mientras ella lo observa todo lentamente, como si se imaginara cómo estará todo dentro de un mes.
—Asegúrate de que sea una decisión valiente y atrevida, Candy. Sonrío. Me parece un buen consejo.—Aún no me creo que lo haya comprado antes. —Me siento a su lado en la mesa.
—Ya eres adulta; estás en tu derecho —replica, aunque no puede disimular del todo la decepción.
Creo que darse cuenta de que ya no estaré ahí la hace sentirse más sola. Han pasado seis meses desde que llegó de Australia y, ahora Albert ya no es buena compañía, igualmente ha tenido que acostumbrarse a la soledad. Consiguió un acuerdo con varios grupos empresariales de Boston y se mudó. Estámos viviendo relativamente cerca en un barrio tranquilo de las afueras. Se compró una mansión muy mona en una calle sin salida. Tiene diez habitaciones y un patio trasero enorme. Me gustaría plantar un jardín allí, pero eso requeriría que me pasara a cuidarlo todos los días y mi límite de visitas está en una a la semana; dos como máximo.
—¿Qué vas a hacer con todos estos trastos?
Tiene razón. El departamento está lleno de trastos. Tardaré media vida en despejarlo.
—No lo sé. Supongo que tendré que romperme la espalda vaciándolo antes de pensar en decorarlo.
—¿Cuándo dejas de trabajar en el hospital? Sonrío.
—Ayer.
Ella suspira, sacudiendo la cabeza.
—Oh, Candy. Ojalá las cosas te salgan bien.
Nos levantamos y oigo que la puerta se abre. Hay estanterías enfrente de la puerta, así que ladeo la cabeza para ver quién es. Es una mujer, que mira a su alrededor hasta que me ve.
—Hola. —Me saluda, levantando la mano.
Se la ve linda. Va bien vestida. Demasiado. Lleva pantalones de color blanco, un potencial desastre en este nido de polvo.
—¿Puedo ayudarte?
Ella se coloca el bolso debajo del brazo y me ofrece la mano. —Soy Lily —responde, mientras se la estrecho.
—Candy.
Señala con el pulgar por encima del hombro.—Hay un cartel en la puerta. Pone que buscan personal. Miro hacia donde señala y levanto las cejas.
—¿Ah, sí?
«Yo no he puesto ningún cartel.»
Ella asiente, pero se encoge de hombros.
—Aunque parece viejo. Probablemente lleva allí un tiempo. He salido a pasear y, al ver el cartel, me he asomado, por curiosidad.
Me ha caído bien desde el primer momento. Tiene una voz agradable y una sonrisa que parece sincera.
Caroline me apoya una mano en el hombro y se inclina hacia mí para darme un beso en la mejilla.
—Tengo que irme —me dice.
—Esta noche lo celebramos —le recuerdo mientras sale. Luego me vuelvo hacia Lily—. La verdad es que todavía no tengo previsto contratar a nadie. —Señalo a mi alrededor—. Voy a mudarme, pero tardaré un par de meses en decorar, por lo menos.
Sé que no debería dejarme llevar por los prejuicios, pero esta mujer no parece de las que se conforman con el salario mínimo. Ya solo su bolso debe de costar más que este edificio.
Se le iluminan los ojos.
—¿En serio? ¡Me encanta! —Da una vuelta en redondo—. Este departamento tiene muchísimo potencial. ¿De qué color piensas pintarlo?
Cruzo un brazo ante el pecho y me agarro el codo. Balanceándome sobre los talones, respondo:
—No lo sé aún. Me han dado las llaves hace una hora, así que todavía no me ha dado tiempo a pensar en la decoración.
—Candy, ¿verdad?
Yo asiento con la cabeza.
—No tengo estudios de diseño, Candy, pero decorar es lo que más me gusta en la vida. Si necesitas ayuda, lo haré gratis.
Ladeo la cabeza.—¿Trabajarías gratis? Ella asiente.
—No necesito trabajar. He entrado por un impulso, porque reconozco que a veces me aburro. Me encantaría ayudarte en lo que necesites: limpiar, decorar, elegir colores. Soy una ama de casa. — Señala hacia algo que queda a mi espalda—. Esa puerta rota, por ejemplo. Podría renovarla y quedaría espectacular. En realidad, casi todo lo que hay se podría aprovechar con un buen lavado de cara.
Yo miro a mi alrededor, sabiendo que el trabajo me queda grande. No voy a ser capaz de hacerlo sola. La mitad de los objetos son demasiado pesados para moverlos sin ayuda. Voy a tener que contratar a alguien antes o después.
—No voy a consentir que trabajes gratis, pero podría pagarte la hora si realmente estás interesada.
Ella aplaude y estoy segura de que, si no hubiera llevado tacones, se habría puesto a dar saltos.
—¿Cuándo puedo empezar?
Bajo la vista hacia sus pantalones blancos.
—¿Te va bien mañana? Supongo que querrás ponerte algo más indicado.
Ella hace un gesto con la mano, quitándole importancia, y deja el bolso de Hermès sobre una mesa cubierta de polvo.
—Tonterías. Mi marido está viendo un partido de los Bruins en un bar que hay más abajo. Si a ti te va bien, prefiero quedarme contigo y empezamos ya.
Dos horas más tarde estoy convencida de que acabo de conocer a mi nueva mejor amiga.
ESTÁS LEYENDO
La más bella Herejía
FanfictionLa amante del Rey George V necesitaba urgente un esposo antes de ser colgada, Terry Grandchester hijo ilegítimo sería la presa que pagaría por ella en la corte, incluyendo la horca. No obstante Elisa planeó algo más drástico, con el apoyo de la tía...