El gran Baile 3.

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Los primeros en aplaudir fueron Archie, Annie y Neal, al escuchar, el resto de invitados tomó todo inmediatamente como una excelente presentación, aplaudiendo y cambiando de opinión sobre que fue un descaro.
Archie vigilaba la expresión amargada de Terry. Buscó a Elisa pero esta, había desaparecido.
Unas horas más tarde, mientras Terry estaba echándose aceite de manos delante del tocador de su habitación asignada, Archie entró mientras Terry se lavaba las manos. Lo miró sorprendido a través del espejo, pues no veía ninguna razón para su inesperada visita.

―Has hecho el ridículo esta noche.
Había bebido más de la cuenta, se podía ver en sus ojos, más brillantes que de costumbre. Los movimientos de mis manos no cesaron. No tenía pensado darle la satisfacción de pensar que la dureza de sus palabras me estaba alterando, así que cogí de nuevo el bote y vertí una pequeña cantidad de aceite en el reverso de la mano. Luego, empecé a frotar enérgicamente la piel.
―¿Qué haces aquí, Archie? ―pregunté como con indiferencia.
Él, con movimientos aplomados, empezó a deshacerse la corbata.
―¿Seguro que no lo sabes?
Puse los ojos en blanco. Me perturbaba su tranquilidad. Lo adecuado habría sido que me montara una escena. ¿Qué estaba tramando?
―¿No tienes a nadie más para que satisfaga tus deseos más primitivos? ―inquirí desdeñoso, lanzándole una mirada especulativa a través del cristal.
―¿Por qué eres siempre tan desagradable conmigo, nene?
Me giré para poder mirarle a la cara, y lo hice con una expresión de absoluto pasmo.
―¿Hace falta que te conteste a eso?
―¡Sí, maldita sea! ―rugió, arrojando la corbata al suelo con ira―. ¡Quiero saberlo!
―¡Habían pasado cuatro días, Archie! ―estallé yo también, con mirada chispeante―. ¡Cuatro días desde nuestra...!
Me miró con los labios entreabiertos y ojos confusos.
―¡Eso fue hace mucho tiempo! ―se defendió, indignado porque yo aún se lo reprochara.
―¡¿Y piensas que me he olvidado de ello?! ¿Que me he olvidado de que te fugaste del colegio y que no supe nada hasta siete meses más tarde, borracho y con la cartera vacía?
Bufó, recogió su corbata del suelo y me fulminó con la mirada.
―Y supongo que ahora querrás que me vaya.
―Por mí, como si te vas al Infierno ―contesté mientras me volvía hacia el tocador.
Archie salió por la puerta hecho un basilisco. Suspiré aliviado. No me importaba lo del colegio ni siquiera Candy, lo había superado hacía años. De ella solo necesitaba una cosa, dinero. Ahora solo quería estar a solas y pensar como iba a obtener mi verdadero objetivo.
―¿Sabes qué? ―La puerta se abrió de sopetón y Archie me espetó desde el umbral. Tenía los agujeros de la nariz dilatados a causa de la ira. Su pecho no dejaba de moverse, siguiendo el agresivo son de su aliento―. He cambiado de opinión ―informó, tirando de la puerta con fuerza a sus espaldas.
Tragué en seco y lo miré mientras avanzaba hacia mí.
―Archie, ¿qué piensas hacer? ―pregunté con calma.
Mi tono gélido le arrancó una sonrisa demente.
―Estás enfadado conmigo porque no te hago caso, ¿verdad? Pues esta noche estoy lo bastante borracho como para hacerte caso, Terius.
Mis ojos se engrandecieron cuando Archie empezó a desabrocharse la camisa.
―¡No te acerques a mí! ―exigí, retrocediendo despavorido.
―Nene, tú sabes que me quieres.
―¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora? ―balbucí, paseando ansiosamente los ojos por toda su faz.
Archie se mantuvo quieto e inexpresivo durante unos momentos. Después, me sonrió. Era una sonrisa tan sincera que me engatusó de inmediato. Me tenía allá donde quería tenerme.
―Porque quería que lo supieras y que me dieras otra oportunidad. Soy nuevo en esto del amor, Terius. No sé cómo hacerlo. Pero quiero que me enseñes. Quiero que me enseñes cómo ser un buen amante para ti. Estoy dispuesto a hacer lo que haga falta para que seas feliz.
Su rostro se acercó al mío, y yo no hice nada para retroceder. Me rozó con suavidad los labios, y un gemido de profundo alivio tembló en su garganta. Al ver que yo no me resistía, se volvió más ávido. Me agarró por la nuca, me atrajo hacia él y me besó con más insistencia.
Cuando retrocedió, su rostro estaba descompuesto a causa de la excitación.
―Te deseo mucho ―me susurró con voz gutural―. ¿Puedo...?
Lo miré a través de los parpados entrecerrados y asentí. Archie, con una leve sonrisa, empezó a desabrocharme los botones de la camisa. Supe entonces que lo mío con Elisa, ese juego al que estábamos jugando, debía acabar.
No iba a serme fácil. La necesidad de ver a Archie se había convertido en una obsesión en las últimas dos semanas. Sin embargo, tenía que conseguirlo como fuera. Por nosotros. Por Archie. Si él estaba dispuesto a intentarlo, yo también lo estaba. Lo mío con Elisa era una locura que debía cesar.
Realmente no podía seguir así. En los últimos catorce días, había acudido a todas las fiestas de Chicago, y había aceptado todas las invitaciones para tomar el té, con la esperanza de volver a verle, pero mi chaperon parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Y así no era como debían seguir las cosas.
Lo mío con Archie tenía futuro. Éramos iguales, proveníamos del mismo mundo. Elisa no era nadie. No encajaba. No iba a echarlo todo a perder solo porque Candy no me había prestado atención cuando más la necesitaba. Tenía que dejar de pensar en eso. Yo era diferente. Eso era algo que no se me podía volver a olvidar nunca más.
Archie me hizo tumbarme de frente encima del espaldar del sofá y se me colocó detrás. Yo cerré los ojos y procuré recordar que el hombre cuyos labios se arrastraban por mi cuello era mío, no un desconocido de ojos azules con el que me había encerrado en un gran baile más de una sola vez.
—Eso, sigue así, vas muy bien, dime qué quieres, ¿ ya o que te dé más placer?
—Quiero sentir más placer, Terry. —Su voz suena agitada y a la vez entrecortada, sé que estoy a punto de alcanzar esa zona de placer que todo hombre posee, y me encanta sentir que tengo todo el poder.
—Muy bien, pues tienes prohibido llegar sin mi, ¿me oyes? Vamos a ver hasta dónde eres capaz de llegar y después, si eres bueno, y solo podrás terminar cuando lo vaya a hacer yo.
Él accede y yo sigo moviendo mientras inserta más profundo, él sigue gruñendo, y yo me deleito ante la visión de ver cómo se muere de placer conmigo abajo.
Nunca había hecho algo así, he ido a fiestas en las que he hecho un millón de cosas de este estilo, pero nunca al mismo tiempo.
Le pongo algo de aceite, aunque no es necesario porque ambos estamos más que listos, e introduzco, poco a poco.
Empiezo a moverme poco a poco para acostumbrarme y él comienza a gruñir cada vez más fuerte.
—Más, por favor, Terry, estoy a punto.
—No tan rápido, he dicho que quiero contigo, si llegas antes tendrás que hacerlo más duro.
Me gira de un solo empujón, juro que no aguanto más, gimo y grito su nombre, y en la nada me asola un gran extasis como el que no he tenido nunca con nadie. Y Archie se deja ir también.

La más bella Herejía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora