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Al final, cada uno se acabó marchando a su casa. Lo de la noche anterior, fue sin duda una total equivocación, aunque quizá Tyson, Jerry o Daphne moviesen el vaso solo para asustarnos.

Al día siguiente era sábado, por lo que me levanté lo más tarde que mi tía o mi prima me permitieron.

- Anoche lo hicisteis completamente mal -comentó Bárbara untando mantequilla en un trozo de tostada mientras mi tía correteaba de un lado a otro en busca de sus utensilios de trabajo.

- Me da igual, ¿vale? -me tomé el vaso de leche de golpe y, a continuación, añadí-. Además, no va a pasarnos nada, es una tontería.

Bárbara soltó una carcajada sonora, que llegó hasta el punto de ser espeluznante.

- Nada que tenga que ver con los muertos es una tontería.

Aquella frase me mantuvo pensativo todo el día, hasta llegar el punto de hablar por el grupo que compartía con mis amigos en WhatsApp.

- Podríamos quedar -Daphne escribió. Cuando ella hacia referencia a quedar, acabábamos en los bares más incógnitos de la ciudad bebiendo y bebiendo hasta reventar.

- Tengo muchísima resaca. Además, no tengo ganas de ver vuestra fea cara tan habitualmente -Henry volvió a mostrar su acentuado sentido del humor.

- Jerry y yo tenemos entrenamiento -Tyson fue de las pocas y extrañas veces que apareció por ese grupo.

- Yo paso, sacareis el tema de ayer. Y no me apetece volver a vivir la experiencia -Shopie, aunque no participó ayer en el juego, sabía perfectamente que íbamos a hablar de aquello días y días.

La única que no se manifestó fue Isabella.

Ante la desgana de mi grupo de amigos y la ausencia de planes un sábado por la tarde, decidí salir a correr. De vez en cuando pensaba en mis padres y en como sería mi vida si ellos hubieran estado vivos, pero supongo que aquella vida era la que me tocó vivir.

Me calcé unas deportivas amarillas, un pantalón corto y una sudadera, con capucha, ya que apesar de estar saliendo del mes de diciembre, la lluvia incrementaba sus apariciones.

Mi paso era ligero, constante. Escuchaba música electrónica, para que me motivase mientras recorría las monótonas calles de aquel barrio. Pero la música cesó, y apareció otra cosa en su lugar.

Un ruido extraño penetraba a mis oídos. No era una canción, no era ningún audio que guardado. Era un sonido estridente.

Me quité los cascos y miré el móvil, para comprobar de qué se trataba, pero la pantalla se mantenía en el inicio, no mostraba ningún símbolo de que hubiera un audio reproduciéndose.

Apagué el móvil y decidí no darle mucha importancia, podría haber sido un fallo técnico.

Ante la preocupación que tenía ante la repentina desaparición de Isabella, decidí acercarme a su casa, que no se encontraba muy lejos de donde me encontraba.

La suya, a diferencia de la mía, tenía solo un patio trasero, y sus dimensiones eran más pequeñas que las de la mía. Llamé al timbre, y salió su abuela.

- Perdone, ¿está Isabella en casa? -susurré apartando la capucha del pelo marrón tierra, que ya se encontraba mojado.

- Sí, hijo, pasa -la mujer se apartó para que pusiera adentrarme. Había estado antes en su casa, pero sólo de pasada ya que mi relación con Isabella era casi inexistente-. Está en su habitación, no sé si estará durmiendo. En ese caso, no la despiertes, ha pasado una mala noche.

Habrá tenido pesadillas por lo de la noche anterior, pensé.

Subí las estrechas escaleras y di dos toques a la puerta que se encontraba enfrente.

- ¿Isabella? -susurré.

Al no recibir respuesta, giré el pomo de la puerta y entré en la habitación. Se encontraba en el gran marco de su ventana, que también servía como asiento, mirando por la ventana.

- ¿Qué te pasa? -pasé al interior y cerré la puerta.

- No tienes de qué preocuparte, Nicholas -no giró la cabeza para hablarme, sino que siguió miramdo por la ventana.

- Sí. Estás rara, no lees los mensajes, no contestas... -tampoco sabía muy bien qué decir.

Y, de repente, se levantó y se puso frente a frente, tanto que podía notar como sus ojos verdes estaban inyectados de miedo.

- Desde anoche -empezó a moverse por la habitación-. Todo comenzó en tu casa. A la vuelta, veía siluetas, me sentía perseguida, y hoy de vez en cuando veo a alguien o algo bajo mi ventana. No sé si todo será por el trauma que me supuso lo de ayer o no, pero si es lo segundo, estoy segura de ser la primera en morir.

- Isabe... -no me dio tiempo a terminar, ya que sus ojos pasaron de terror, a pena.

- No, Nicholas. Sé que no estoy loca, estamos realmente en peligro -las lágrimas recorrían sus mejillas a gran velocidad. Estaba realmente asustada, pero, desde mi punto de vista, realmente trastornada.

- Será mejor que estos días descanses -me acerqué a la puerta de la habitación-, y olvídate de todo lo de ayer.

Y salí de la habitación, me despedí de su abuela y salí de la casa.

Por pura coincidencia, por allí pasaban Tyson y Jerry con la bolsa sobre el hombro. La lluvia había cesado, aunque el cielo se mantuviese nublado.

- ¿Ya habéis terminado de entrenar? -ambos asintieron con la cabeza.

- El entrenador dice que a ver cuando apareces por allí -dijo Tyson-. La verdad es que el equipo de natación está perdiendo muchas facultades.

- ¿Y qué hacías saliendo de casa de Isabella? -Jerry optó poner cara de seducción, que terminó en risas.

- Le pregunté que tal estaba por lo de ayer. Se le ha ido un poco la cabeza, pero creo que si descansa un poco se le pasará.

- Sea como sea, yo quiero salir de nuevo esta noche -Jerry comenzó de nuevo a andar-, avisad por el grupo, y que vaya quién quiera.

- Tú lo que quieres es liarte con Daphne
-dijimos Tyson y yo, casi al unísono-. Qué pena que a ella le guste Henry.

Jerry rodó los ojos, molesto ante aquella broma, que se había tomado con molestia.

- Entonces, esta noche nos vemos -pronuncié, echando de nuevo a correr y despidiéndome con la mano.

Ambos hicieron lo mismo, hasta que desaparecieron de mi campo de visión.

- ¿Bárbara, está es casa? -ya había llegado. Mi tía haría horas que se fue, pero desconocía el paradero de mi prima.

Sin previo aviso, bajó escaleras abajo.

- ¿Ya has llegado? -preguntó sobre el último escalón, con la mano sobre la barandilla-, has tardado bastante.

- He tenido que hacer una cosa. ¿Ha pasado algo?

- No -se dirigió de nuevo a subir las escaleras, pero se dio de nuevo la vuelta-. Bueno, sí. Me resultó extraño que te dejaras el móvil para irte a correr.

Y subió las escaleras. ¿Qué me había dejado el móvil? Aquello no podía ser, ya que estuve escuchando música hasta que sucedió aquello. Subí corriendo las escaleras hacia mi habitación.

Y, allí se encontraba, en el centro de la cama.

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Gracias, gracias y gracias.

De verdad no sé como agradeceros todo el apoyo que le estais brindando a estan novela. ¡Seguid así!

De verdad que me agrada realmente ver estos resultados, y de nuevo os doy las gracias por hacer esto posible.

¡Hasta el próximo!

Ouija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora