La comisaría en aquel momento era un auténtico ajetreo. Policías subían y bajaban por el pasillo una y otra vez, con documentos sobre sus manos y, estos, de vez en cuando, caían al suelo debido a la velocidad de sus dueños.
La silla de plástico de la habitación de interrogatorios estaba fría, al igual que el cuarto en sí. Es como si aquella habitación chupase la energía a la gente que se veía obligada a entrar en ella, hasta el punto de hacerla confesar sus crímenes. Pero en aquel yo no era el culpable.
—Bien, Nicholas, entonces cuando llegaste del instituto te encontraste la escena tal cual nos la encontramos nosotros, ¿no es así? —preguntó la que al parecer se iba a encargar del caso, la agente McAdams.
—Ya le he dicho que sí —Me eché una mano a la frente, exhausto—. He perdido a la poca familia que me quedaba hoy, ¿le importaría dejar de interrogarme y dejarme reflexionar sobre esta situación?
McAdams se levantó de la silla de en frente y salió por la puerta, seguramente que para irse a la habitación que se encontraba al otro lado de la gran cristalera que simplemente servía para escuchar.
Al cabo de unos minutos, un oficial vino a decirme que podía salir de aquel lugar.
Tyson, Jerry y Sophie se encontraban sentados en los asientos de la derecha. En cuanto me vieron aparecer, se abalanzaron sobre mi.
Les expliqué lo sucedido, y ellos lo entendieron. Sabían que no era un asesino y, además, estaba con Sophie cuando los cuerpos fueron, bueno, digamos que fueron 'asesinados'.
Aquella noche me fui a casa de Jerry. Siempre habíamos sido muy buenos amigos, pero después de que el alcohol se convirtiese en su afición principal perdimos un poco el contacto, aunque siguiésemos en el mismo grupo de amigos.
—Debe de ser chungo —dijo él cuando subíamos las escaleras del porche de su chalet, que se encontraba en el sentido opuesto del que era el mío.
—Sí, lo es —Aún estaba asimilando la situación, y sus palabras precísamente no eran las más tranquilizadoras.
Entramos a la casa y su madre me abrazó y lloró quizá más de lo que lloré yo, mostrándome todo su apoyo y condolencias. Tras aquello, subí las escaleras con la bolsa de mis objetos personales al hombro. Me habían dejado la habitacion de invitados, o más bien, la habitación de la hermana de Jerry, quien estaba en la Universidad y vivía en el campus.
Sin quitarme la ropa, me abalancé sobre la cama y cerré los ojos. Quizá me estaba volviendo loco, o quizá solo fuese una pesadilla, hasta que el verdadero sueño me invadió por completo.
***
El móvil sonó. El despertador. No tenía gana alguna de ir al instituto, pero por lo menos me entretendría y se me olvidaría lo del día anterior, si es que aquela imagen se me lograba borrar algún día.
Abrí la bolsa y cogí unos cuantos libros, los deje sobre la cama y me fui al baño. Tras asearme, me enfundé la misma ropa, y volví a la habitación, dónde cogí los libros y bajé las escaleras.
—¡Nicholas...! —gritó la madre de Jerry desde la cocina.
—No, gracias —contesté sencillamente, aaunque dudaba si me había oido o no. De todas formas, el portazo que mostraba mi salida de la casa servía como contestación.
Mientras me dirigía al instituto, la voz de Jerry se aproximaba más y más a mí.
—Eh, tío, que porque tu familia haya muerto no significa que tengas que contestar a mi madre así, además de que te ofrecemos una casa —se encaró.
—¿Perdona? —Me mostré ofendido.
—Nicholas, tu prima era una cría satánica y extraña. Jugaba a cosas raras y estaba viciada con los fantasmas, seguramente que se metió con quien no tenía que meterse y acabó pagándolo.
No sabía si golpearle, aunque opté por el silencio.
'—¿Bárbara? —pregunté de nuevo.
—Tus amigos corren peligro, Nicholas —dijo ella, volviendo la cabeza hacia mi ser.
—¿Peligro? —alzé una ceja, confundido—, ¿por qué?
—El otro día desatasteis algo muy fuerte, y eso ahora va a por vosotros —mantenía la misma mirada.
—¿Qué estás diciendo, andas borracha? —el autobús, mientras tanto, se puso en marcha. Nadie más había subido.
—Nicholas —se puso recta, estaba en tensión—. Vengo de la misma fiesta que tú. Yo no jugué a la ouija, y mira lo que me ha hecho, no me quiero imaginar que os podrá hacer a vosotros.
—¿Pe-pero que estás diciendo? —Aquello se le estaba yendo de las manos—. Creo que el tema de la ouija se ha olvidado. Olvídalo tú también, Bárbara.
—Nicholas, sé mucho más de lo que tú crees —sentenció.'
¿A qué se refirió en aquel momento?¿Qué sabía? Me estaba volviendo paranoico.
Tenía que ir al instituto, tenía que hacer que mis amigos me ayudasen.
Corrí en su dirección y entré en el momento justo a la clase, en la que se encontraban todos, menos Daphne. Ella en aquel momento me daba igual. Necesitaba hablar con los demás.
Me senté en mi respectivo sitio y abrí el libro por la página que el profesor indicó cinco minutos más tarde.
¿Te gustó mi jugada del otro día? No te preocupes, no será la última.
Aquello se encontraba escrito en una de las páinas del libro. ¿Quién, o qué había hecho eso?
Pasé la página, antes de que Sophie, quien seguia siendo mi compañera de pupitre, me preguntase por aquello. Tres horas más tarde, Isabella, Wednesday, Tyson, Sophie y Henry se encontraban en la mesa que compartíamos en el comedor. Al parecer, Jerry seguía enfadado, y no tenía pinta de aparecer.
—Siento lo que te pasó, Nicholas, yo... —Isabella intentó romper el hielo.
—No hay nada que decir, Isabella, sé quienes son los que verdaderamente se preocupan —Esta tragó saliva y agachó la mirada.
—Nicholas, comprende que tenemos cosas que... —Henry intentó satar en su defensa.
—No creo que nada sea más importante que la muerte de los únicos familiares de uno de tus amigos. Ni una llamada, mensaje, nada. Estabais tan ocupados que ni siquiera podíais hacer eso —espeté, estaba muy enfadado.
—Mira, Nicholas, yo fui a verte, y entiendo que estés hecho una mierda, pero te estás pasando, cuando te tranquilices, cuenta conmigo —Tyson se levantó de la mesa, y Henry fue tras él.
A los pocos minutos, fue Sophie quien marchó, quedándome a solas con Wednesday e Isabella.
—Nicholas... sé que no va a servir de nada, y lo entiendo, pero sé que Bárbara no fue la asesina, y sé que tienes ganas de descubrir quién fue, así que cuenta con mi apoyo —comentó Wednesday, a lo que Isabella secundó al instante.
—Está bien —suspiré—, empecemos.
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Ouija.
ParanormalUno: juega. Dos: huye. Tres: investiga. Cuatro: asústate. Cinco: muere. No es solo un juego. Al invocarlos, vosotros destruís vuestro destino. La mismísima muerte. Y eso es lo que desconocían una panda de amigos cualquiera, singular y de lo más nor...