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Daphne se encontraba posada en la barra esperando a que el camarero le diese la copa que había pedido minutos atrás.

La música sonaba a todo volumen, y era difícil escuchar las conversaciones ajenas, que se encontraban por debajo del volumen de las canciones.

—Hola —una voz grave la sorprendió a sus espaldas.

Daphne se dio la vuelta con rapidez y suspiró al ver de quien se trataba.

—¿Qué quieres, Henry? —preguntó rodando los ojos.

—Hablar contigo —el chico introdujo sus manos en los bolsillos del pantalón—. No sé como puedes pensar que yo querría hacerte daño, después de todo lo que hemos pasado.

—Henry —Daphne apoyó una mano sobre el pecho del chico—. Nosotros no hemos pasado nada. Era placer mutuo, y eso se acabó a partir del día en el que me dejaste sola en la discoteca y casi me matan. No busques una relación estable y sentimientos donde no los hay.

—Pero yo pensaba...

—Has pensado mal —aclaró la rubia, sonriendo de forma sarcástica—. Ahora, si me disculpas —dejó la frase sin acabar, cogió la copa que ya se encontraba frente a ella, y desapareció entre el gentío.

***

Tyson se movía de un lado para otro entre las seis chicas que se encontraban a su alrededor. De vez en cuando, alguna de las chicas depositaba un beso en los labios del chico. Y este los correspondía.
Era uno de esos momentos en los que olvidaba que tenía una relación debido a los efectos del alcohol, y solo podía esperar que nadie conocido le viese haciendo aquello.

Levantó la vista y logró distinguir una figura extraña entre la multitud. Achinó los ojos, intentando captar mayor detalle de la figura: se trataba de la típica mujer que solía aparecer en películas de miedo, con el pelo largo y negro cayendo hasta el suelo, y un vestido roído y sucio vistiendo su cuerpo.

Tyson giró la cabeza. Quizá solo fuesen todas las copas que se había tomado haciendo el mismo efecto a la vez y logrando crear un poco de confusión en la mente hormonada del joven. Volvió a girar la cabeza, esta vez en dirección a donde antes se encontraba aquella mujer. Pero para su sorpresa, la figura esta vez se encontraba aún más cerca de él. Tanto, que solo les separaban unos centímetros.

El adolescente abandonó su círculo de admiradoras para correr hacia el baño. Una vez allí, se apresuró para ponerse de rodillas junto a la taza del retrete y vomitar, haciendo que la garganta le ardiese tras acabar la acción.

Una vez se hubo recuperado, se incorporó y caminó hasta situarse frente al espejo. Suspiró y se lavó la cara repetidas veces, intentando salir de un sueño que no era más que la pura realidad.

—Vaya, veo que las copas te han sentado un poco mal.

Tyson estuvo a punto de dar un brinco al oír aquella voz a sus espaldas.

—Si tú estás aquí será porque a ti tampoco te han sentado muy bien —contestó el chico, girándose para ver la figura de Nicholas apoyada en la pared.

—Te equivocas —Nicholas soltó una pequeña carcajada—. Yo solo he venido a hacer mis necesidades.

Nicholas volvió a reír, dejando a Tyson a solas. Las luces del baño parpadeaban y el chico volvió a mirarse al espejo. Algo llamó su atención. Algo que provenía del tercer retrete. Tyson se acercó al cubículo y miró hacia abajo. Sangre. Allí había sangre. No sabía si era muy buena idea abrir la puerta, pero no le quedaba más remedio si quería salir de dudas. Empujó esta con lentitud y abrió los ojos al ver lo que se encontraba en su interior. El cuerpo de Jerry yacía en el suelo, sobre un charcho de sangre. Negó con la cabeza, y cerró los ojos brúscamente, volviéndolos a abrir a los pocos segundos. El cuerpo ya no se encontraba allí.

Ouija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora