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Sophie y Henry entraron en la comisaría. Esta se encontraba repleta de policías andando de un lado para otro con papeles que a saber qué información contendrían.
Ambos se dirigieron hacia la recepción.

—Perdone —Sophie se dirigió a la mujer que se encontraba en recepción—. ¿Dónde se encuentran Isabella White, Nicholas Walker y Wednesday Fühler?

—Me temo que en este momento no podrán salir —la mujer sonrió, achinando los ojos debido a sus gordos mofletes.

Henry suspiró y se sentó en una de las sillas de la sala de espera. Sophie fue tras él.

—Vamos —comenzó a decir a la par que se sentaba junto al chico—, no creo que pueda ir tan mal. ¿Les van a detener por entrar en su propia casa? Bueno, técnicamente es la de Nich... tú ya me entiendes.

—No estoy preocupado por eso —Henry negó con la cabeza—, sino por Daphne.

—¿Daphne? —Sophie no pudo aguantar la risa—. Seguro que está en casa recuperándose de una gran borrachera. Ya la conoces.

—Precísamente porque la conozco es por lo que estoy preocupado —echó la cabeza hacia atrás—. Ella siempre me avisa para ir con ella.

—Seguro que está bien, ¿vale? —Sophie observó al chico con una mirada que transmitía tranquilidad.

***

Daphne se levantó de la camilla del hospital. Básicamente su madre había venido y le había dado algo de ropa mientras que los doctores le daban algún café y alguna manta, para volverla a hacer entrar en calor, junto con alguna que otra pastilla. Por lo menos no había sido grave.

Justo cuando se dispuso a salir de su habitación del hospital, dos agentes entraron, bloqueándole el paso.

—¿Señorita Robinson? —dijo la mujer.

Daphne asintió.

—Venimos a hacerle algunas preguntas.

—Entonces no les importará que tome asiento —rodó los ojos y se sentó nuevamente en la camilla. Ambos policías cruzaron miradas.

—Veamos —la mujer prosiguió—. ¿Sabe cómo llegó a aquel lugar o tiene idea de quién pudo haberla encerrado allí?

—Yo que sé —hizo un gesto de indiferencia—, soy muy dada a ir de fiesta, así que posiblemente bebí demasiado o me drogaron. Vete a saber tú —dio un largo suspiro—. Y, no. No tengo ni idea. Pero seguro que lo averiguo antes que ustedes.

—¿Acaso está infravalorando nuestro trabajo? —la mujer arqueó una ceja y cruzó los brazos.

—No, no, no —la rubia negó con la cabeza—, ni mucho menos. Solo digo que nadie puede ocultar la verdad, y fuese quien fuese, lo descubriré. Tengo una amplia capacidad de intimidación.

Ambos policías suspiraron y volvieron a mirarse.

—Ahora, si me disculpan —Daphne se levantó de la camilla—, tengo cosas que hacer. No se coman mucho la cabeza —pasó entre ambos y, justo cuando iba a salir por la puerta, el policía habló por primera vez.

—Es curioso que lo que le ocurrió haya coincidido con el hurto que han cometido sus amigos. Tengan mucho cuidado, señorita Robinson. A este pueblo no le gustan las sorpresas.

Daphne abrió los ojos al oír cómo el hombre terminó la frase. Suspiró y, salió como si nada.

***

—Por quinta vez —el agente puso ambas manos sobre la mesa—. Qué hacíais en la casa.

—Ya le he dicho que fuimos porque se me olvidó coger un par de cosas —contestó Nicholas, levantando la mirada.

Ouija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora