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Se podía decir que, al contrario que en todas las películas de terror que trataban de la ouija, todo mi grupo de amigos se seguía hablando, no habíamos roto el contacto.

Quizá la única que estaba algo más distante era Isabella, pero bueno, aquella actitud era totalmente normal ya que las hormonas a aquella edad estaban por las nubes y a todos nos hacían cambiar de actitud. La verdad es que tenían un grandioso poder sobre nosotros y, lo peor, es que lo ejercían.

-No me puedo creer que seais tan sosos -Daphne movía la cabeza de un lado a otro con desaprobación-. Llevamos queriendo ir a esa fiesta meses, para que ahora os echéis atrás.

-Sabes que yo no me echo atrás, cielo -Susurró Henry. En aquella relación tenían que resolver algún que otro tema. Daphne sonrió.

Era una tarde veraniega de domingo, pero, a pesar de ser verano, aún nos quedaba una semana de instituto por delante. El sol pegaba con fuerza, y las chicharras cantaban a medida que el sol se iba haciendo cada vez más fuerte.

-Perdóname si en lo único que pienso ahora mismo es en darme una ducha en vez de en ir a una fiesta llena de gente sudorosa -soltó Sophie, con sorna.

-¿Tú que dices, Isa? -preguntó Tyson, mientras se levantaba del césped del parque, rompiendo aquel malestar geneal.

Y, de la nada, como si verdaderamente despertase de un sueño, Isabella reaccionó.

-¿Qu-qué? -preguntó la chica.

-Que si vas a ir a la fiesta de esta noche -Wednesday se anticipó.

-Su-supongo -Isabella se encogió de hombros-. Aunque últimamente estoy muy cansada, rezad para que no me duerma.

-Vaya, vaya -Daphne aplaudió aún en el regazo de Henry-, la mismísima Isabella White queriendo ir a una fiesta.

-Supongo que necesito distraer mi mente después de lo del otro día -carraspeó la garganta-. Mejor olvidar el tema.

-Entonces, ¿al final vais a ir? -preguntó Shopie, confundida-. Hace un momento decíais que no y ahora que sí, ¿estáis tan mal de la cabeza o es que yo soy retrasada?

-Eres... -Jerry se dispuso a contestarla, pero le corté.

-¿A las ocho? -todos asintieron.

***

-Mi primo arreglándose para salir de juerga, qué novedad -Bárbara reía desde el marco de la puerta de mi habitación.

La observaba a través del reflejo del espejo que se encontraba fente a mi. Últimamente se preocupaba más por mí, y eso me alarmaba.

-No me va a pasar nada -me abroché el último botón de la camisa veraniega que me compré semanas atrás.

-No lo hago -rió entre dientes.

-¿Tú dónde vas tan arreglada? -me dispuse a andar hacia la cama, donde me pondría los zapatos.

-Me han invitado a una fiesta -sonrió, echando su larga melena hacia atrás.

-Vaya, eso si que es una novedad -alzé las cejas. Pocas veces eran las que mi prima salía de casa.

-Ten cuidado, Nicholas -levanté la mirada pero ya no se encontraba en la puerta.

No le di demasiada importancia, ella siempre había sido rara y siniestra.

***

La música resonaba por toda la estancia. Estábamos en la casa de Marina Whitecoast, una de las más glamurosas, ricas y guapas de todo el panorama estudiantil.

La casa era gigante, tenía al menos tres plantas y, aunque juntásemos todas las casas de mis amigos junto con la mía, no llegaría a ser igual de grande que ella.

Daphne se encontraba subida a una tarima, cantando o, al menos intentando, una nueva canción titulada Hey Mama. Sin duda allá donde iba montaba un verdadero espectáculo.

Jerry se encontraba dando tumbos por la casa, borracho hasta las cejas, mientras que Wednesday y Sophie charlaban con un par de copas sentadas en uno de los sofás del salón.

Desconocía el paradero de los demás, excepto el de Isabella, quien se encontraba recorriendo mis labios junto con los suyos.

No sabía por qué nos estábamos liando, si era por el alcohol, el ambiente o lo que fuese, el caso es que no quería parar.

Tras quince minutos, agarró mi mano y me llevó escaleras arriba, con una sonrisa pintada en los labios.

-Espera, Isabella -paré a mitad del tramo de escaleras.

-¿Qué pasa, Nicholas? -preguntó ella con el ceño fruncido.

-He creido ver algo -solté su mano y bajé de nuevo.

Distinguí el pelo ceniza de Bárbara, y, como si de una broma del destino se tratase, allí estaba, liándose con Tyson.

La cogí del hombro y la aparté de golpe, pero para mi sorpresa, no era Bárbara quien se encontraba ahí, sino Isabella.

-¿Qué coño haces? -preguntó Tyson enfadado.

-Isa-Isabella se encontraba conmigo antes -tartamudeé ante la sorpresa.

-He estado todo el rato con Tyson -comunicó ella aún en sus brazos.

-Es imposible -contesté-, estabas subiendo conmigo las escaleras.

-Sí, y ahora estoy aquí -devolvió ella, con sorna-. Tras la ouija aumentaron mis poderes de teletransportación y, claro...

-Dejadlo ya -cortó Tyson-. Busca a Henry, Nicholas, y desahogaros con alguna guarra que haya por la fiesta.

Moví la cabeza de un lado a otro, con desaprobación. Juraría que fue Isabella, aunque quizá el alcohol me confundiese, aunque por muy borracho que estuviese no confundiría a las personas. Aquello era muy raro.

Salí de la casa y emprendí camino a la parada de autobuses, solo quería irme a casa.

El autobús llegó a los pocos minutos. Tres personas eran las únicas que se encontraban en aquel autobús. Una mujer con cascos y un maletín a su lado, un hombre mayor y... Bárbara. Esta vez si que era ella, y su estado físico era pésimo.

Un hilo de sangre salía de una pequeña brecha que intentaba tapar con el pelo, situada en su frente, y su vestido de fiesta estaba hecho polvo.

-¡Bárbara! -exclamé, y me dirigí a ella-, ¿qué te ha pasado?

Me senté a su lado, pero ella mantenía la vista directa a la casa, la casa de donde yo volvía.

-¿Bárbara? -pregunté de nuevo.

-Tus amigos corren peligro, Nicholas -dijo ella, volviendo la cabeza hacia mi ser.

-¿Peligro? -alzé una ceja, confundido-, ¿por qué?

-El otro día desatasteis algo muy fuerte, y eso ahora va a por vosotros- mantenía la misma mirada.

-¿Qué estás diciendo, andas borracha? -el autobús, mientras tanto, se puso en marcha. Nadie más había subido.

-Nicholas -se puso recta, estaba en tensión-. Vengo de la misma fiesta que tú. Yo no jugué a la ouija, y mira lo que me ha hecho, no me quiero imaginar que os podrá hacer a vosotros.

-¿Pe-pero que estás diciendo? -aquello se le estaba yendo de las manos-. Creo que el tema de la ouija se ha olvidado. Olvídalo tú también, Bárbara.

-Nicholas, sé mucho más de lo que tú crees -sentenció.

Ouija.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora