IX

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Para el chico que intercambió semillas por sentimientos.

Una flor reposa en su alcoba,
Confía en ella como el hambre a la limosna;
Su estómago ruge de soledad,
Noches en vela arremangado en un sofá,
Le hacen recordar que la compañía le dejó atrás.

Compra flores para hablarles en colores,
Dedicarles canciones y convidar a sus alcoholes,
Las marcas lo esculpen;
Mármol vidriado debajo de sus zapatos,
Una casa de acero para resguardar un corazón de piedra.

Cosechar rosas como ejércitos,
Con los años ignorar que los pétalos se marchitan en su tacto;
Vermín en sus telas, en sus iris y pupilas,
Ramas revueltas para hacerle una maceta.

Dejaron de visitarlo hace mucho,
La risa conjunta se la tragó la tierra,
Pestañas como raíces que amarran sus párpados,
Contorno debajo de sus ojos, evocando siestas extraviadas en regaderas,
Priorizó soledad para no reirle a alguien más.

Sólo sus amigos naturales absorben sus secretos,
Les cuenta que lacró a quienes no debía pero no se arrepintió de ello;
Vive para soltar pero también para serenarse,
Si es malo o no ya no tiene por qué preguntarse.

Las hojas tintinearon su nombre por última vez,
Le susurraron al oido que su presencia carecía de placer;
Él observó pero no se atrevió a replicar,
Se limitó a admirar sus flores debilitar.

Todas caen tarde o temprano,
Y cuando a su cuerpo lo aromaticen con pétalos,
No hará falta cosechar bosques en los que pueda perderse,
Desviarse momentáneamente ceñirá fragancias,
Y se convertirá en ramas para colgarse de sus estragos de porcelana.

El Llanto de los Perdidos en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora