XIII

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Para la culpa, que no merece sufrir por tus errores.

Su piel es de acero,
Pero su cuerpo está abollado,
Como una botella hueca,
El pecho se comprime en una línea de estiércol.

Vacío, como si hubiera olvidado que respirar no es sinónimo de estar vivo,
Él camina, ríe, sale de fiesta y se ilusiona con una buena película romántica,
Hasta que se le acaba la cuerda, y a su maquinaria oxdidada se le acaban las fuerzas para retomar el ritmo a destiempo.

No le gusta la noche,
Le recuerda que es un fracasado,
Que sus manos son rojas aunque a nadie haya lastimado.

Mentira, lo sabe, sólo que piensa disparates,
Ahí está la voz lista para recordarle quién ha caído en un cuadro depresivo.

"¿Qué fue lo que viste en el teléfono cuando le soltaste la mano a tu hija?,
Los parques de diversiones tienen todo menos divertidos recuerdos,
¿Quieres que te recuerde cuánto pasaste sin percatarte?,
Pues déjame decirte que se te ha hecho tarde".

Su esposa es de hierro,
Fundido y arañado con su propia coraza,
Se pregunta dónde estará ahora,
Quizás arrebolada por el brillo de un extraño.

Él no está mejor,
Tiene una voz dibujada en el recuerdo que le achica las lágrimas.

Se aferra al carbón resbaladizo de su remordiento,
Le extiende la mano a una salida con semblante de culata.

"Hola, ha pasado un tiempo,
No respondas a esto,
Ningún indigno como yo tiene derecho a rogarte palabras de consuelo".

"Mírate, allá arriba has seguido creciendo,
Después de tantos años aún te sigo queriendo;
Eres una estrella,
Una constelación entera ornamentando el cielo con combustible inacabable".

"Ahí estás, dejándome detrás,
Y por primera vez mi alma y corazón descansan en paz".

El Llanto de los Perdidos en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora