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Para el niño que creía en las reencarnaciones de estrellas.

Entre almendras y caramelos,
Él eligiría un dulce remedio;
No sonríe sin haberse tragado los lamentos acumulados.

El día que el sol se ocultó de su sombra,
Le preguntó a las nubes si allá arriba tenían espacio;
Se dijo que los estorbos como él no lo merecían,
Pero los egoístas se dan el lujo de exigir a costa de embolsillarse las autopercepciones.

Para su sorpresa, no tuvo respuestas,
A cambio, le dejaron una señal camuflada de guisa perversa.

Él era joven,
Apenas sabía deletrear su nombre;
Esa tarde aprendió a quejarse por conocer más hospitales que hogares.

Le pidió a su madre una explicación coherente,
Pero se le echaron a llorar en su regazo para olvidar el reloj de arena desperdiciando granos a su lado.

Entonces, interrogó a las estrellas para que le explicaran cómo volverse una;
Ellas titilaron con más fuerza,
Y en su cabeza, una invitación axiomática iluminó el ácido en su garganta.

No tenía linternas,
Así que corrió las persianas y encendió todas las luces;
Les hizo señas con las manos para no ser ignorado;
Desde esa noche le prometieron recibir su alma y enseñarle a ser escarcha.

"¿Cuánto tiempo tardaré en llegar a ustedes?
No puedo esperar a contarles las mil y un veces que tarareé al eco de mis latidos,
Preguntaré en persona, además, si en algún momento me darán otra oportunidad".

"¿Qué se sentirá aguantar el peso de una caminata sobre los pies?
¿Sentir la brisa al correr es tan genial como en la televisión lo hacen ver?
¿Las flores huelen bien?
¿Ir a la escuela sería divertido también?"

Las estrellas no lo saben,
O es que no le quisieron confesar,
Que una vez que ascienda,
No tendrá cómo regresar.

Esa mañana,
Le mostraron el camino en silencio;
A escondidas le enseñaron,
Que elevarse sobre el vuelo de los pájaros compensará, todos los días que no pudo escapar.

El Llanto de los Perdidos en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora