El Llanto de los Perdidos en el Infierno

XV

Para la perfección, que se ha olvidado que su estándar es el humano.

Si la perfección esculpiera su propia figura, sabe bien de qué estarían hechas sus curvas,
Uniformes y contorneadas a músculos de roble,
Una nariz perfilada de deseos y unos hombros capaces de sostener cualquier peso.

Tiene definida la tonalidad de su piel,
Que el sol envidiría al verse marginado;
Por supuesto, sus ojos serían el reflejo del cielo,
Opacarían al zafiro y se oscurecerían como el océano en las noches nubladas.

Suena imposible,
Aceptar que la palabra igualdad flaquea de imaginar esa pesadilla pasear por las calles,
Qué suerte para ella,
Y qué ingenua por no darse cuenta que la perfección hace mucho tiempo soltó su martillo.

Como se temía, su espalda recta ha trazado el ángulo de la nueva belleza,
Su cabello parece haber crecido con un oleaje azabache de seda,
Uf, murmuran por ahí que deberían imprimir a ese hombre por el mismo número de portadas que lucran con su cara,
¿Sería mucho pedir que el papel reproduciera una voz barítona al oído de todas esas chicas?

La perfección ha quedado tan satisfecha que ha bajado la guardia,
Pero ¿qué ha pasado que a la gente se le ha acabado el encanto?

Observa a su creación,
Ni siquiera la reconoce,
¿Qué le ha pasado al maquillaje, a la edición y a la iluminación adecuada?,
¿No era aquello lo que la hacía tan aclamada?

Ay, las cámaras están apagando su flash,
Esperen, no se vayan, ¡este chico tiene una historia que contar!,
Pero la alfombra se ha recogido,
Y todas sus portadas se están llenando de polvo,
Es una lástima que la perfección esté peleada con el humano,
Así quizá alguien recordaría el nombre de... Espera, ¿quién?