VI

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Para el chico que sonrió aunque el mundo le dijo que no lo merecía.


El agua arruga sus dedos,
Posando en su cuerpo lamentos sin fundamento.

"¡No vuelvas a lastimarme!"
Piensa su madre,
Pero él sabe que no se ha atrevido a tocarle.

Él no comprende,
Aunque reconozca las señales;
Alguien la ha lastimado,
Le cobra a su hijo el haber estado en su vientre.

Ninguno siente culpa,
Tristeza es lo que abordan,
No poder crecer sin odio,
Es lo que la tiene tan sola;
Él no quiere mirarla a los ojos,
Esperar al destino ya no tiene sentido.

Si dios era tan bueno,
¿Por qué obligó a mi madre a arrodillarse?
¿Acaso sabía él que los padres de la iglesia no saben persignarse?

Él está aquí,
Rogando por el día que ya no necesite oxígeno;
Ella le obligó a ahogarse,
Si pudiera cambiar el pasado elegiría haberse ahorcado.

Ahora el arroyo es su mejor amigo,
Su silencio le da aliento,
Volver sus pulmones en líquido le hará aceptar que su existencia carece de sentido.

Una botella de reconocimiento,
Dos para olvidar que se siente incompleto;
Su madre se transformó en alcohol,
El día que le robaron la inocencia trajo consigo una eterna demencia.

Aborrecer hasta morir,
Darse cuenta que lo malo te lo deseas a ti;
Él ama incluso lo que no ve,
Pero tenerlo encerrado convertirá su corazón en cenizas.

Y no les quedará nada,
Sólo recuerdos en cascarones,
Porque si alguien se marcha,
Ojalá ninguno tire la toalla.

El Llanto de los Perdidos en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora