Capítulo 1

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Dicen que la primera desilusión es siempre la más dura. Sin embargo, no fue mi caso; tal vez por no comprender a tan temprana edad que el amor no siempre es bien correspondido, o tal vez porque en realidad no había amado. La respuesta certera a la casi indiferencia ante el desamor solo continuará siendo conocida por la Daria de aquel entonces. Mis ojos llenos de ilusión y confianza en la bondad de la humanidad, se posaron por primera vez en un chico llamado Alfonso. Se trataba de un niño de cabellos dorados, ojos marrones y sonrisa siempre blanca y perfecta, soñado para la pequeña Daria enamoradiza. No era un chico nada fuera de lo común, pero cada vez que lo oía mencionar no faltaban las críticas a su pequeña estatura, delgada complexión y largo cabello. Y, para serle honesta a cualquiera, no era la gran cosa; sin embargo, lo era todo para mí durante mi infancia y, me atrevería a decir, durante toda la primaria. Recuerdo solo los episodios necesarios para narrar mi desilusión.

Cuando todo el tema del enamoramiento estaba a flor de piel, el colegio decidió, como lo hacen siempre en primaria, organizar una obra de teatro con disfraces y escenas realizadas con nuestras pequeñas manos. El papel designado para mí en ese entonces fue el de una dama de la Belle époque. Ya se podrán imaginar mi alegría e ilusión; después de todo, los vestidos y ese ambiente siempre habían sido parte de mi mundo. A pesar de no ocupar más que un personaje secundario, me dejé llevar por la magia del momento. Mi disfraz fue un vestido corinto con detalles dorados, un sueño hecho realidad. Durante el primer ensayo mi pareja de baile fue un compañero con el cual tenía una relación cordial, aunque él, muy en el fondo, me detestaba. ¿Por qué? Unos años atrás, sin intención alguna, me burlé de como pronunciaba la letra r.

En ese entonces tenía solo una amiga cuyo nombre era Francisca. Niña de ojos hermosamente verdes, aunque afectados por una severa enfermedad de la vista por causa de la cual tenía que utilizar grandes y distorsionadas gafas. Esta amiga sería la pareja de mi tan querido Alfonso en una de las noches más especiales de mi vida. Sin embargo, la pequeña Daria no experimentaría ningún tipo de celos ya que sabía a la perfección que su fiel compañera no veía en el rey de Darialandia nada más y nada menos que un simple compañero. Cuando creí que la obra no podría mejorar, la maestra efectuó un cambio que cambaría el curso de los hechos. Le dije adiós entonces a mi compañero de baile para darle la bienvenida a mi tan esperado rey. No tenía idea del porqué del cambio y ni siquiera me interesaba averiguarlo, si tenía a Alfonso bailando conmigo bajo la luz de los reflectores todo saldría de maravilla.

El baile no era la gran cosa, tal y como se esperaba que lo hiciesen niños. Eran cambios de pareja y girar tomados de las manos. Tal y como no significaba nada para nadie, para mi significaba todo; principalmente por el hecho de que era la mejor prueba de que Alfonso no sentía ningún tipo de repulsión hacia mi persona, pero lo que no comprendía es que eso no significaba nada importante para él. El día de la presentación los nervios se apoderaron de mí; sin embargo, di mi mayor esfuerzo por ocultarlos. El momento tan esperado llegó, nos posicionamos, los telones se abrieron y la música comenzó a sonar. En el momento en el que nos tomamos las manos y empezamos a girar por primera vez, no pude evitar verlo a los ojos. Una sonrisa forzada, tal y como lo era durante las fotografías, pero sincera, se dibujó en mi rostro. Su mirada neutra y sin ningún tipo de emoción también se dirigió hacia mí. Ignoraba el hecho de su indiferencia porque para la pequeña niña el hecho que la mirase le era mucho más que suficiente. Disfruté al máximo cada vuelta en las cuales nuestras infantiles manos se entrelazaban deseando que nunca terminara. Mi fantasía de poder tener contacto con él se había realizado, quería disfrutar de cada segundo sintiendo su piel con la mía. El baile finalizó exitosamente y con ello el momento en el que mi mundo y la vida real fueron uno mismo. La dosis de sueño hecho realidad había sido muy efectiva como para conseguir que me enamorara de Alfonso durante un largo tiempo.

Amor de ámbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora