Capítulo 6

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«El amor no se puede forzar.» Esa lección, en principio, ya había quedado clara desde que Julián había entrado a Darialandia. Sin embargo, yo no me había conformado con la situación luego del maravilloso sueño hecho realidad. Darialandia aún tenía suficiente tiempo para ilusionarse y no dar por perdido todos los avances con Nicholas. Estar un paso más cerca de nuestros deseos es una gran victoria, pero la frustración puede invadirnos si después de tanto no llegamos a la gloria. Aunque ya habían pasado más de veinticuatro horas desde el momento en que el encantamiento terminó, Darialandia continuaría practicando los millones de hechizos y creando las billones de pociones que en su biblioteca yacían.

Sin embargo, una noche todo eso cambió de la manera menos esperada. Valeria había organizado su famosa fiesta de quince años y todo el grado estaba invitado. Emocionada e insegura, me arreglé lo mejor que pude porque allí estaría Nicholas. Recuerdo que llevaba puesto un vestido hermoso naranja que, a pesar de nos encantarme dicho color, me quedaba de maravilla. El lugar no tenía nada fuera de lo normal, y cuando llegué casi todos los invitados estaban presentes. Fui a felicitar a la anfitriona y a entregarle su regalo. Había un minibar del lado derecho de la pista de baile iluminada por luces de colores. Más que bailar, todos conversaban con sus bebidas en mano.

Me acerqué al resto de mis amigas mientras Valeria saludaba a los demás invitados que iban llegando. Tras un momento conversando con ellas, Valeria se acercó y me pidió que la acompañase. Sin entender por qué, dejé que me tomase de la mano y la seguí. Conforme nos íbamos acercando al minibar, noté que allí estaba Nicholas con algunos de sus amigos. Me puse inevitablemente nerviosa, pero preferí suponer que Valeria me invitaría a una bebida o algo más que no involucrase a mi amor platónico. Una vez allí los demás chicos se fueron para dejarnos solos a los tres. La cumpleañera solo dijo: «Bueno, los dejo solos», antes de marcharse. Mi cerebro entró en corto circuito antes de verla alejarse y dejarme indefensa ante los atentos ojos de Nicholas. Sentado, meneaba despacio su bebida esperando a que yo dijese algo. No recuerdo el par de palabras que intercambiamos, pero sí lo emocionante, e incómodo a la vez, que se sintió. Mientras yo me forzaba por actuar normal y tener algo en qué conversar, lo cual se me dificultada dada a mi tímida personalidad, él parecía distraído o inclusive me atrevería a decir aburrido.

Hubo un punto en el cual mis nervios me pidieron piedad y mis sentimientos que cesase de hacerlos sufrir. El interés o por lo menos la intención de hacer que la otra persona se sintiese más cómoda se notan, pero lamentablemente fue lo que menos se evidenció en Nicholas.  Me alejé educadamente y me dirigí al baño; creí que estaría vacío, pero me llevé una gran sorpresa cuando vi a varias compañeras conversar allí plácidamente. Siempre era el mismo grupo que se quedaba en los baños durante las fiestas. El por qué lo desconozco, pero siempre me pareció ilógico ir a una fiesta para pasarla en el baño. Obviamente, me preguntaron qué había pasado, notablemente Anastasia. Les aseguré que estaba bien y Valeria no demoró en entrar a fin de entrarse de la situación. Tanta atención me estaba sofocando un poco así que, aún con varias lágrimas, decidí salir acompañada de mis amigas más allegadas.

Una vez sintiendo el frío oxígeno entrando en mis pulmones, me dispuse a contarles el pequeño incidente. Le agradecía a Valeria por lo que hizo y, acompañada por ella y Paulina, me senté sobre una silla junto a la pista de baile. Mientras la cumpleañera fue a traerme amablemente un vaso con agua, un compañero llamado Mauricio se acercó y me preguntó si estaba bien, lo cual me sacó una sonrisa. Ningún chico de mi edad se había preocupado por mí de ese modo. Es de los pocos chicos que aseguraré siempre que es un caballero, no solo por tratar muy bien a todas las chicas por igual, pero porque se preocupaba por todos y no trataba a nadie diferente. A pesar de haberle dicho que estaba bien, se quedó conversando conmigo para calmarme. Valeria regresó con el vaso y, sorpresivamente, Alfonso también se acercó. ¿Qué es lo que éste pretende? Me dije a mí misma. Esa noche no pudo ser más extraña e inesperada, él me preguntó si estaba bien. Por segunda vez, mi cerebro entró en corto circuito. Le aseguré que estaba bien; sin embargo, no establecí una conversación con él por obvias razones y seguí conversando con Mauricio. Una vez tranquila, seguí disfrutando lo que me quedaba de la fiesta, huyendo de la mirada y presencia de Nicholas; todo antes de que mis padres pasasen a recogerme y preguntarme qué me había pasado porque mis queridísimas amigas y algunos compañeros los pusieron al tanto de lo ocurrido.

Amor de ámbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora