Capítulo 18

4 0 0
                                    

El amor siempre es un camino misterioso, me atrevería a decir que mucho más que la vida misma. No comprendemos qué tiene la otra persona que nos incita a quedar atados a ella desde la primera mirada o qué es lo que mantiene al otro alejado de nosotros. No es el perfume o el mal aliento, sino el inmenso enigma del amor. Desde que conocí a Elías, le había expresado mi fascinación por Paraguay y, a pesar de ser uno de los sitios más calurosos del mundo, el país lo consideraba lo suficientemente tranquilo y hermoso para una boda. Le confesé que no quería que se sintiese obligado a llevar a cabo dicha celebración allí solo porque yo lo quisiera, pero me aseguró que él quería ir a donde quisiera. Ambos rentamos un Airbnb y los detalles de la boda los veríamos una vez estando allá. Empacamos maletas y, acompañados de mi madre quien ni loca nos dejaría ir solos, nos subimos al avión para comenzar la siguiente etapa de nuestras vidas. Ni Elías ni yo dijimos nada al respecto, pero fue mi madre quien se cuestionaba si nuestro viaje a Paraguay no tendría otras intenciones más profundas, pero evidentes. Le aseguré que simplemente el país me pareció ideal para la boda; sin embargo, muy dentro de mí, sabía bien que también tenía demasiada curiosidad de saber qué había sido de Javier. Era inevitable no poder relacionarlo con Paraguay y el primer amor no siempre era fácil de pasarlo de largo, sobre todo si este fue tan fuerte.

No obstante, nunca había sentido tanta seguridad con alguien como con Elías, por lo cual supe que así debía ser un amor duradero. Las mariposas que revolotean en el estómago no es una de las reglas indispensables para amar de verdad y el tiempo definitivamente no definía las cosas, por lo menos no en el amor. No sentía la necesidad de abrazarlo o besarlo para sentir que nos queríamos, con saberlo era suficiente. Nunca tuve la necesidad de revisar las redes sociales como lo había hecho con Javier, y mucho menos su teléfono. Tal vez esa era la confianza y estabilidad que necesitaba en mi vida. Al día siguiente de nuestra llegada, lo llevé emocionada a conocer los lugares que yo ya conocía. Pasamos por las calles y varios centros comerciales para luego contactar a mis pocos amigos. Él era nuevo en el país y por eso debía tener algunas personas a las cuales conocer. Amélia y mis otras amigas se ofrecieron a ayudarme con los preparativos de la boda. Todo iba de maravilla hasta que lo más que predecible aconteció.

Elías y yo paseábamos por el centro comercial y, sentado sobre una de las bancas revisando su teléfono, estaba Javier. Tenía dos opciones: ignorarlo o saludarlo. Luego de todo lo que había pasado, el escoger esas dos alternativas en unos cuantos segundos era más que estar bajo presión. Decidí acercarme y saludarlo acompañada de Elías. Al presentarle a Elías como mi prometido, ambos chicos se saludaron como si fuese lo más normal del mundo. Para ser algo que nunca se me hubiese pasado por la cabeza que pasaría, no se sintió tan incómodo. Un comentario de Javier me dejó boquiabierta: "Qué alegría saber que habrá dos bodas." ¿A qué se refería? Mi respuesta fue respondida con prontitud tras la llegada de una chica que se aferró al brazo de mi exnovio.

Javier se encargó de presentar a su prometida Antonella. Era rubia y completamente bella, tal y como a Javier le habían atraído siempre. Más tarde, mis tres amigas salvadoreñas me pondrían al día. Ambos se conocieron hace dos años, más o menos, en un concierto. Comenzaron a salir juntos y hace unos cuantos meses este le propuso matrimonio. Ella era cantante y uno de su madre era italiana. No me engañaré a mí misma asegurándome que no me afectaba tal situación. Tenía demasiada historia involucrando a Javier como para pretender que la simple idea de alguien más estando junto a él congeniaba con los sueños registrados en Darialandia. "¿Qué creías? ¿Que estaría solo por siempre? ¿Qué iba a esperarte?" Mi mundo seguía teniendo, a pesar de todo, un lado egoísta y una esperanza firme en aquellas primeras ilusiones. O... ¿Eran celos? ¿Por qué? Él me había dejado y yo tenía a mi lado a uno de los mejores chicos del mundo como para preocuparme en alguien quien decidió largarse de mi vida. ¿Debería sentirlos?

Sin más, nos despedimos y continuamos la vida que estábamos escogiendo. Durante el resto del día todas las imágenes y esas breves palabras que intercambiamos daban vueltas por mi cabeza. Elías no tardó en notarlo y no era necesario que le dijese la razón de mi extraño comportamiento. Nos sentamos sobre el sillón de la sala y me aseguró que estaba consciente de que esto pasaría, que el reencuentro con Javier me afectaría y que desde el principio había dudado si en realidad yo había decidido viajar hasta ese lugar por simple fascinación. Sin embargo, aparte de creer que me ayudaría a estar segura de lo que quería, confiaba plenamente en mí como para decirle si no estaba dispuesta casarme con él. Así fue cómo decidí ignorar la existencia de Javier. Le había dado demasiado importancia desde que lo conocí y el poder para succionar todas mis ilusiones, así que este era mi turno de ser feliz y no pensaba echarlo a perder. Las cosas se complicarían si les daba más vueltas y yo ya me había mareado de tanta voltereta. Solo quería tener una vida tranquila y feliz por una vez en mi vida. Meses pasaron sin que los volviese a encontrar y sin pensar en él. La planeación de una boda consume bastante tiempo y energía, así que no tuve ni siquiera un respiro de ello.

La boda de Javier y Antonella sería en dos días, en honor a todo lo que habíamos vivido creyó prudente invitarme. Me estaba probando los varios vestidos de boda existentes en una tienda en presencia de mi madre y mis amigas. Al mírame al espejo y tener un suspiro tras pensar en comida, arreglos, iglesia y detalles, me fue inevitable pensar en Javier. Sabía que tenía que sacarlo de mi mente, que la existencia de su recuerdo en mi memoria no era más que una fantasma. Pero no podía, simplemente había sido mi primer amor y el cimiento de cualquier castillo que construiría. Me percaté que todos esos años solo habían sido una ceguera momentánea pero no permanente, que preferíignorar realidades a enfrentarlas de frente. Pensé racionalmente, dejé a Darialandia de lado por un instante. ¿Dejaría de lado todo que había vivido con Elías solo por Javier? ¿Rechazaría la hermosa oportunidad que ahora me daba la vida por unos sueños fallidos? El enamoramiento no se escoge, pero el amor sí. Amaba a Elías, sin embargo, nunca me había hecho a la idea de tener un futuro con él que me moviese todo por dentro. Lo quería, pero tal vez no estábamos destinados a estar juntos. En cuanto no olvidase a Javier no podía prometerle nada a Elías, prefería una cruel verdad a una vida repleta de mentiras.

Siguiendo lo que había aprendido de ese viaje a Acapulco, me quité el vestido y salí deprisa de la tienda sin dar la más mínima explicación. Emprendí camino hacia la casa de mi exnovio con la intención de salvar lo que teníamos, si es que aún quedaba algo. Amaba a Javier, después de todo yo seguía queriéndolo a él. No sé cómo reaccionaría y mucho menos lo que yo diría, pero la esperanza es lo último que se pierde y era lo que quedó en Darialandia. El futuro era incierto en cualquiera de los dos casos, pero siempre lo había sido desde el momento en el que había dejado mi país.

Amor de ámbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora