Capítulo 19

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Todo tiene su fin. Al igual que el dolor, los sueños tienen un límite de tiempo a pesar de continuar recordándolos. Inclusive las ilusiones que construimos terminan, aún sin haber llegado a ser una realidad. Así pasó con Maléfica tras haber sido derrotada y con Cenicienta luego de a las doce. Por su lado, las realidades también encuentran un fin tarde o temprano llegando a terminar a veces en un "felices por siempre". Así pasó con Aurora tras ser besada por el príncipe y con todas las historias originales sobre princesas y dragones. Aunque sean cuentos de hadas y todas terminen maravillosa o catastróficamente, nos enseñan una realidad tan dura como esta.

Frente a la puerta de la casa, toqué el timbre y su voz fue la que me respondió. Salió y, una vez estando frente a su desconcertado rostro, me dispuse a confesarle todo. Tan enigmático como era y luego de escuchar todo lo que tenía para decirle, resumió la situación en una simple frase: «Giraste tan rápido de página que tuviste que regresar a la anterior.»  Darialandia no había tenido ni un solo momento de descanso, siempre había encontrado a alguien a quien amar en lugar de tomarse el tiempo de ordenarse primero. A pesar de tener, aparentemente, claro lo que quería, no había pensado tanto en trabajar en mis propias metas. Me había enfocado tanto en distribuir y recibir amor, y en comprender lo que este sentimiento englobaba que se me olvidó dejar de sentirlo. Aun así, estaba segura de que lo quería, pero él terminó de quemar las cenizas de lo que podía quedar de lo que teníamos. Como siempre, Darialandia era tan buena para crear ilusiones imposibles como el hecho de que dejaría a su prometida por su primer amor fallido. Me agradeció por la historia que vivimos y me deseó lo mejor antes de regresar a su casa.

Decidí dar un pequeño paseo por las calles para sacar todas las lágrimas guardadas y pensar un poco. Podía ir regreso a casa, fingir que nada había pasado y casarme con Elías para tener ese final de cuento que tanto había querido. Pero no, tenía que dejar de armar finales de ensueño para crear el propio. Debía derrumbar un castillo para crear una fortaleza, debía dejar de esperar a un príncipe para convertirme en reina. Todo ese tiempo había estado pretendiendo haber salido de mi imaginación fantasiosa cuando en realidad era un simple teatro bien armado. Debía encontrar la manera de estar satisfecha con lo que tenía en vez de seguir buscando algo que no me haría sentir completa. Me sentí tan tonta por haber caído en mí propia trampa.

Regresé a casa y allí me esperaba Elías. Me atemorizaba cruzar aquella puerta, pero no existía otro universo alterno en el cual esconderme de la realidad; la farsa en Darialandia ya había cesado. Me habían roto el corazón y la simple idea de herir uno ajeno no era algo fácil de cargar. Al ser delatada por mis ojos hinchados y rojos, nos sentamos en la sala. Con un nudo en la garganta, le confesé todo lo que había estado intentando ignorar. Yo necesitaba tiempo, pero era demasiado egoísta hacer a alguien esperar algo que tal vez nunca llegaría o atar a alguien más a algo que con certeza nunca lo haría feliz. Ahora ambos llorando, me aseguró que lo entendía y me agradeció por haberle sido sincera. Le desee lo mejor del mundo y que encontrase alguien a quien darle todo ese amor que me había dado a mí. Me quité el anillo del dedo, se lo devolví y nos dimos un gran y largo abrazo.

Mi madre no comprendía lo que había pasado ya que, para ella, todo parecía ir bien. Le conté todo lo que había ocurrido y, aunque dolida, aceptó y respetó mi decisión. Tras haber notificado a los invitados de la cancelación, Elías se fue de Paraguay a Alemania. Lo acompañé hasta el aeropuerto y, antes de desaparecer de mi vista por un tiempo indefinido, me dijo que deseaba que yo encontrase todo aquello que buscaba. Llegó frente a las puertas de cristal y antes de adentrarse, se dio la vuelta y se despidió de lejos. Lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas cuando ya no lo vi más, definitivamente lo extrañaría muchísimo. Me apoyó y amó como nadie lo había hecho, sin mencionar que me hizo creer que el amor verdadero y que las promesas aún existían. Después de su partida seguimos en contacto, pero evidentemente no tan regularmente; él tenía que formar una nueva vida.

«Quien diría que algún día sentiría lo mismo que Javier.» Estaba triste, después de todo ahora solo era yo y el camino hacia mis sueños y mis planos para reconstruir una nueva Darialandia. Sin embargo, estaba feliz por haberme dado cuenta de tantas cosas y que aún no era demasiado tarde para volver a empezar, que aún había tiempo de crear nuevas ilusiones en los cuales yo sería la única protagonista.

Amor de ámbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora