30: ʷⁱᶠᵉʸ

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Dejaste salir un quejido mientras te desplomabas sobre la cama. No querías levantarte. Te dolía todo el cuerpo. Dai te quitó las sábanas al ver que no tenías intenciones de mover tu trasero.

— ¡Anda! Quiero ir a desayunar — te dijo.

— Entonces ve tú.

— ¡Tengo algo importante que contarte! — bramó, desesperada.

Levantaste la mirada para observarla y parecía hablar en serio. Se veía algo asustada e intranquila.

— Pasame las pastillas, por favor. Están en el baño — le pediste mientras te sentabas sobre la cama.

Dai te obedeció y te trajo el frasco de las pastillas junto con la pomada. Se sentó a tu lado, ignorando tu completa desnudez y abrió el frasco.

— ¿¡Te acabaste medio puto frasco?! — te gritó con los ojos bien abiertos.

— Lo siento...— confesaste —. Y...y...eh no pude obtener el One for...

— ¡No me hables de eso ahora! — bramó, entregandote el frasco de mala gana. Se cruzó de brazos y miró en otra dirección.

— Bien...— le dijiste, sintiéndote confundida con sus acciones —. Iré a bañarme y nos vamos.

Te levantaste de la cama para dirigirte al baño. Tomaste una ducha fría debajo de la regadera y saliste a vestirte. Durante todo ese tiempo, Dai se mantuvo callada y pensativa. Con la mirada perdida en algún punto de la habitación.

— Estoy lista, vamos.

Ambas salieron de tu habitación. Luego, bajaron las escaleras hacia la planta baja que estaba hecha un desastre. Habían personas yendo de aquí para allá, moviendo cosas y trayendo otras. Una de ellas se te acercó y se inclinó frente a ti.

Tenía el cabello negro y los ojos más rasgados que el promedio. Quizás por las patas de gallo que se asomaban por su piel.

— Buenos días, señora — te saludo —. Me presento mi nombre es Kiyoko y seré su ama de llaves a partir de ahora.

— Oh, está bien. Mucho gusto, Kiyoko — le sonreíste y no pudiste evitar recordar a Emma y a Hanna.

— ¿Quiere algo para desayunar? — cuestionó con cortesía.

— Oh, saldré a desayunar con mi amiga así que no se preocupen.

— De acuerdo, señora — asintió y añadió —. ¿En que auto desea ir?

— ¿Auto? — repetiste, confundida.

— Antes de que el señor se fuera, llegaron cuatro autos — explicó —. Según nos explicó, dos eran para él y los otros dos eran para usted.

"Siempre pensando en todo, ¿verdad, esposo?" pensaste. Dejaste salir un suspiro mientras te ponías a pensar.

— En cualquiera, esta bien.

— Muy bien, señora. Llamaré al chófer — anunció Kiyoko.

Las tres caminaron a la entrada de tu casa, atravesando toda la estratificación. Saludaste a unas cuantas empleadas que te miraron con asombro. Luego, un precioso auto de color amarillo se estacionó frente a ustedes. Kiyoko les deseo un buen viaje y ambas partieron hacia un restaurante que Dai te dijo.

— ¿Y bien? ¿Qué es eso que te tiene tan pensativa? — le preguntaste directamente.

La rubia ni siquiera te escuchó, estaba muy ocupada mirando por la ventana para conectar sus oídos a su cerebro.

— ¡Dai! — la llamaste.

— ¿Mhm? ¿Qué? Lo siento.

— ¿Qué es lo que te pasa?

ENEMIGO - IZUKU MIDORIYADonde viven las historias. Descúbrelo ahora