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Se dejó caer de cara al colchón después de que por fin pudiera regresar a casa. Sólo tenía en el estomago un par de panqueques de la expendedora, una taza de café desabrido que le ofrecieron los héroes y un sándwich que habían aparecido misteriosamente en su sitio en la sala luego de que salieran un momento a los jardines de la empresa para ver un poco más de los poderes de los héroes, y sin duda, no era suficiente.

No era idiota, sabía que el sándwich había sido dejado por Kacchan para él, pero no sabía cómo sentirse al respecto. Huyó de hablar con él luego de que se diera cuenta de que -tal como Melissa lo había previsto- buscaba sacar el tema del pasado, y, después de eso, los nervios se habían rehusado a abandonarlo durante las siguientes horas a pesar de fingir que estaba tan tranquilo como un budista en medio de su meditación. Y, al mismo tiempo, aunque se regañaba a sí mismo por eso, el detalle le había hecho emocionarse, por lo que se contradecía a esa emoción enfocándose en preguntarse si las intenciones del rubio eran darle aquello como una ayuda para su día de mierda o como una ofrenda para insistir en hablar. Esperaba, sinceramente, que eso último no fuera el caso.

Pero a la par, esperaba que tampoco fuese una manera de ayudarlo y alimentarlo cuando sabía que no había comido nada en todo el día, pues eso motivaría a los sentimientos que guardaba bajo llave a hacerse escuchar de nuevo.

Como se puede apreciar, es una masa de contradicciones.

Se aferró con fuerza a la almohada con la esperanza de que esta ocultara el ardor de la piel de su rostro y después de unos segundos la arrojó a un lado y se giró mirando al techo y meditando el asunto.

Pronto miró la hora en su reloj de noche y soltando alguna maldición, se dispuso a ir a hacer el super y cocinarse algo ligero para cenar. La desventaja de ser investigador era que muchas veces se quedaba en el laboratorio durante jornadas extensas, algunas incluso de más de doce horas, lo que provocaba que fuera un desperdicio comprar mucha comida ya que siempre terminaba pudriéndose en la alacena. La segunda desventaja de eso, y que en ese momento le molestaba aún más que la primera, era que como no tenía nada, tenía que salir a conseguir algo a pesar de estar terriblemente agotado.

¿Es que lo que quedaba de la noche podía ponerse peor?

Con toda su fuerza de voluntad tomó su abrigo de color verde y echó llave al departamento con la intención de ir al minimarket más cercano y regresar pronto.

Y cuando todo parecía estar en orden y se encontraba haciendo fila para pagar sus compras, las alarmas de la tienda sonaron y las cortinas de seguridad descendieron con fuerza. La poca gente que había en la tienda a esa hora, asustada por la situación, comenzó a perder la calma, provocando que comenzarán a gritar y alterar a los demás.

Izuku guardó silencio, a diferencia de los demás clientes, pero a sus adentros gritaba de enojo. Él sólo quería pagar, regresar a casa, comer algo y dormir, ¿por qué tenían que pasarle esas cosas a él?

Cerró los ojos un momento. Momento que bastó para que fuera jalado bruscamente y privado de todo movimiento que pudiera hacer libremente. Cuando comprendió lo que estaba pasando ya era tarde, sólo era capaz de observar sus compras tiradas en el suelo y sentir contra su sien la boquilla de un arma.

Cuando se preguntó si algo podía empeorar en el día antes de salir de casa jamás se imaginó que terminaría siendo un rehén.

-¡Si no nos entregan el dinero de la caja fuerte los rehenes pagarán las consecuencias!-amenazó el sujeto maloliente que le sostenía con una fuerza desconsiderada. Quizá el tipo se creía que tenía un don con el que podría defenderse y por eso lo apresaba así, o quizá sólo era malvado, pero la fuerza sobre su cuello era mucha.

Desapego || Dkbk-BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora