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—Esto no está tan mal como imaginaba—admitió Katsuki, tomando el sol sobre una silla playera.

Los rayos del sol rebotaban agradablemente sobre su piel previamente cubierta de protector solar, sus ojos se encontraban protegidos por un par de lentes de sol oscuros, y por primera vez en semanas sentía que podía relajarse un poco.

Luego de su renuencia a tramitar vacaciones de imprevisto y embarcarse en un breve viaje, había terminado por liberar un poco su mente y darse la oportunidad de no hacer nada durante un par de días. No va a mentir, una parte de él se siente extraña al verse alejado del trabajo tan absorbente que tiene, pero prefiere atenerse a la idea de que eventualmente se le pasaría la sensación de tener que estar ocupado todo el tiempo.

—Te lo dijimos—respondió decidida su amiga, tirada, de manera similar a él, en una silla de playa a su lado. Un ostentoso sombrero de color violeta con manchas blancas similares a las de una vaca cubriendo parte de su enredado cabello y un coqueto traje de baño con diseño inspirado en las rayas de una cebra del mismo color cubriendo lo justo. Los diseños no combinaban mucho, a decir verdad, pero se sentía divina, así que no le importaba si lo hacían o no—. Al principio lo hice, pero no me arrepiento de haber comprado ese par de boletos. ¿Te imaginas? Si hubiera pedido la devolución entonces ahora mismo no podría olvidarme del mundo.

La pelirrosa se estiro plácidamente, cerrando los ojos debajo de las oscuras gafas de sol que también llevaba. Entonces se quedaron en silencio, solamente escuchando la marea, el suave silbido del aire salado y el vago murmullo del resto de pasajeros a la distancia.

Sus ojos, incapaces de dejarlo dormitar como lo hacía Ashido, comenzaron a pasear por su alrededor. Una pared metálica pintada de un blanco impoluto a sus espaldas, bajo su pies, un piso -que a su vez servía de techo para las cocinas y comedores- tapizado de imitación madera laminada; frente a ellos, hasta una altura de aproximadamente metro y medio, un barandal de, lo que creía, era acero se encargaba de mantenerlos seguros de caídas a la cubierta. A sus costados, pasillos se extendían hasta rodear la cabina a sus espaldas, y más por el fondo, unas escalinatas permitían a cualquiera bajar a la cubierta.

Sus iris rubíes pronto enfocaron, precisamente, la cubierta, donde un par de extras tomaba el sol recostados en tumbonas, otros tantos degustaban aperitivos fáciles de digerir, y otros más simplemente disfrutaban del paisaje mientras charlaban.

Respiró profundamente, permitiendo al aire salado colarse a sus pulmones, y luego cerró los ojos buscando tomar una siesta.

Por primera vez pensó que podría desconectarse del mundo, de su trabajo, de las molestias que le había provocado Tsukauchi en la semana, de las miradas resentidas de Monoma, de su culpa y de su pelea con Deku.

Y ahí estaba una vez más, recayendo en el tema.

Estaba agotado mentalmente, se le nota desde el humor hasta las ojeras que últimamente comienzan a marcarse en su rostro pálido, y sin embargo, es incapaz de echar a Izuku de su mente a patadas. No es que no lo intente, es que no puede lograrlo.

Frunció el ceño, molesto por recaer en el tema, al tiempo que su teléfono celular sonaba y vibraba sobre el reposabrazos de madera.

Entre abrió un ojo, echando un vistazo para saber quién le llamaba. Al darse cuenta de que se trataba de su madre, suspiró y se quedó viendo a la nada, sopesando en sí era buena idea contestar o no.
Ashido, a su lado, por supuesto también lo notó, por lo que se incorporó sobre su silla y lo miró expectante hasta que la llamada fue mandada a buzón y él fue incapaz de decidir.

—¿Por qué no le respondes?—preguntó, como era de esperarse, la mujer de cabello rosado, elevando sus gafas de sol en su frente para verlo mejor. Katsuki, en cambio, suspiró—. ¿Les dijiste al menos que estarías de vacaciones?

Desapego || Dkbk-BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora