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Los días siguieron pasando e Izuku no dejo de visitarlo ni uno solo.

Al día siguiente del bentō le había llevado nuevas flores, al siguiente cómics, y al siguiente simplemente habían estado compartiendo silencio mientras Izuku trabajaba horas extras desde la computadora y él vagaba en Internet.

Esos pocos días se convirtieron en piezas claves para la reconstrucción de lo que sea que tuvieron en el pasado. Habían hablado un poco más de lo sucedido, se habían contado cosas que habían pasado durante su distanciamiento, y también habían estado juntos sin hablar pero sintiéndose bien acompañados.

Y sin duda todas esas cosas habían impactado directamente en Katsuki, quien se sentía más motivado y todas las noches añadía páginas extras al cuaderno en el que estaba trabajando con tanto esmero. A su vez, había aceptado sus verdaderos sentimientos y, poco a poco, aprendía a lidiar con la intensidad de ellos.

Después de tanto, finalmente sentía que volvía a respirar con tranquilidad.

De esa manera, el día del alta llegó. Sus amigos y sus padres se encargaron de cuidarlo como si fuera de cristal -cosa que, por cierto, le enfadó- y llevarlo hasta su antigua casa. En el camino un par de reporteros quisieron abordarlo, pero por suerte sus colegas se encargaron de distraerlos, así como se encargaban de sacar gran parte de su trabajo adelante.

Así que yacía en su vieja habitación. Aún le sobraban un par de días con el yeso, por lo que no podía andar con total libertad, pero al menos pudo revisar un poco su entorno y percatarse de los cambios sutiles que había hecho su madre.

Sin embargo, nada de eso le pareció lo suficientemente interesante, por lo que pronto terminó acostado perdiendo el tiempo con su teléfono celular, y así hubiera seguido de no ser porque de repente su madre entró a la habitación sin avisar.

—¡Diablos!, ¿¡a ti no te enseñaron a tocar antes de entrar!?—reclamó, sentándose de golpe sin importarle el calabre que sintió en la pierna por eso. Mitsuki, sin remordimiento, se rió y luego se sentó en la silla del escritorio.

—Tu novio está aquí—anunció con sorna y una mirada afilada indispuesta a perderse detalles de su reacción. Katsuki al instante se estremeció, aunque lo disimulo a la perfección para no darle el gusto.

—No sé de qué hablas—respondió, evadiendo arisco. Y aunque era cierto que estaba soltero, su mente había tardado micras de segundo en saber que ese alguien a quien se refería su madre era Deku.

Y, ciertamente, se permitió alegrarse en secreto por eso. En lo profundo de sí, se regocijaba al saber que Deku también lo quería.

—No nací ayer, mocoso.

—Se nota.

—Hijo de... pff, como sea, trajo galletas y al parecer quiere pasar a verte.

—¿Y qué esperas para hacerlo pasar?

—Nada. Solo le di tu álbum de fotos de bebé y decidió que esa versión tuya era más agradable que la actual.

—Tsk, eres de lo peor.

—Tú lo eres al no contarnos lo que realmente pasaba entre ustedes—atacó, directo y sin anestesia—. ¿Por qué lo ocultaste?

Y entonces Katsuki supo que no podía seguir evadiendolo. No cuando su madre estaba confrontandolo de frente.

Sin embargo, la incomodidad que lo inundó de repente le impidió hablar antes de que su madre lo hiciera de nuevo.

—Déjame adivinar, mocoso, creíste que no lo aceptariamos—dedujo en tono jocoso, haciéndole honor a su apodo de "vieja bruja" por el que le llamaba para molestarla.

Desapego || Dkbk-BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora