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Había muerto.

Genial.

¿De verdad las cosas habían terminado de esa manera?

En un momento estaba peleando contra el más molesto de los tipos y al otro se encontraba ahí, en ese espacio en gris donde no había nada más aparte de él.

Lo último que recuerda es haber llevado su poder al límite y haberse golpeado en la cabeza contra una columna de concreto gracias a la onda de expansión que provocó una de sus explosiones en un espacio tan cerrado.

Y ahora, había estirado la pata.

Nunca tuvo especial miedo a morir, pues desde muy joven fue plenamente consciente de que era una consecuencia casi inminente de su profesión; sin embargo, había algunas personas que aseguraban que las almas se quedaban atrapadas en el mundo de los vivos cuando, al morir, la persona tenía asuntos pendientes por resolver... y él no quería ser un alma en pena.

Porque sí, maldita sea, seguía con la inquietud de resolver las cosas adecuadamente con Izuku. No podría estar en paz sin hacerlo, pero ya no había nada que le diera la oportunidad de corregirse y pedir perdón con el corazón.
Quizá no debería de preocuparse por eso al, en teoría, ya estar muerto, pero ¡maldición! Eso solo le daba más tiempo para pensarlo.

Además, ¿qué clase de broma barata era morir? Es decir, él se imaginaba que sería algo más emocionante, que vería una luz cegadora, un ser omnipotente, ángeles, o con su historial mínimo al diablo. En el mejor de los casos, ni siquiera sería consciente de nada, pero jamás pensó que sólo se trataría de un espacio gris y solitario perdido en el universo.

—Esto apesta.—Sé quejó, sentándose en el suelo al no tener nada mejor que hacer.

Simplemente se quedó ahí, mirando el entorno que no parecía tener principio ni fin, no parecía tener direcciones que seguir, no había arriba ni abajo. Sólo era una masa de un gris absoluto que le dejaba aislado con sus pensamientos.

Y así pasó una eternidad.

O bueno, al menos en su concepto abstracto y humano del tiempo, pues ciertamente no había nada más que su propia mente que le hiciera tener noción del rato que llevaba ahí.

Hasta que, de repente, cuando comenzó a pensar que quizá no había muerto, todo se tornó blanco y figuras comenzaron a formarse donde antes solo había gris.

—¡Doctora, el paciente ha despertado!—escuchó a lo lejos. Una voz alterada que jamás había escuchado antes.

La luz entró de golpe, incomodandolo un poco y provocandole una especie de dolor en los ojos. Al segundo siguiente, las formas que veía borrosas fueron tomando nitidez hasta que fue capaz de enfocar por completo su entorno.

Estaba en un hospital, no había muerto. Y eso le llenaba de un alivio que jamás pensó que sentiría en la vida.

—A un lado, Hina-san, necesito verificar su estado—dijo una segunda voz.

Y más pronto que tarde, más elementos aparecieron en su campo de visión.

Ahora tenía a una médico examinando sus pupilas y estirando la piel de su rostro como si fuera de goma. Por suerte, seguramente estaba bajo los afectos de algún calmante, pues no sintió dolor realmente.

O bueno, no hasta que intentó reincorporarse.

—No se fuerce, señor Bakugou—indicó la doctora cuando soltó un quejido vergonzoso—. Su estado es algo delicado a pesar de ya estar fuera de peligro, así que debe tener cuidado si quiere mejorar pronto.

Desapego || Dkbk-BkdkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora