Cayó la noche, y bajándose de un taxi, Uruguay se bajaba con una cara de cansancio que ni ella podía, cuando miró su casa, una media grandecita, de dos pisos y hecha de ladrillos.
Había luces prendidas, por lo que supuso dos cosas: o había alguien o no había nadie y por las dudas dejaron las luces prendidas.
No le dio muchas vueltas al asunto, abrió la puerta, y ya adentro sitió olorsito a comida.
– ¡Ma! ¡Llegaste temprano!
Colonia la recibió con un besito en la mejilla.
Bajita, su piel era toda blanca, de pelo largo, ondulado y rubio, y sus ojitos azules.
Tenía puesto un vestidito azul, unas cómodas sandalias marrones y un delantal rosado con el dibujo de una cabeza de un gatito.
– ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue? – preguntó Colonia sonriente.
– Bien, bien... – contestó Uruguay, y mira para todos lados – ¿Y tus hermanos?
– ¿Ellos? Se fueron a pasear, sólo andamos Rocha, Treinta y Tres, Artigas y yo.
– Mirá vos, ¡me voy y ya andan callejeando por ahí!
– ¡No te enojes ma'! ¡Igual dijeron que venían cuando estuviera pronta la comida!
– ¿Y vendrán?
– Y calculo que sí... sólo esperemos que no se agarren a trompadas por la comida.
– ¿Por? ¿Qué hiciste?
– Tuco con albóndigas.
– ... Calculo que también me voy a sumar, ¡siempre me quieren ratear a mí!
– Es para pelearte, ma'.
– Sí, ya sé... – y suspira – Che, nena, en un ratito estoy con un ustedes, tengo que hacer una llamada.
– ¡Andá tranquila nomás!
Uruguay caminó hacia las escaleras, y después de atravesar un largo pasillo, llegó a su cuarto.
Lo primero que hizo fue acercarse a sus ropero y ponerse un vestido azul de lunares blancos y unas pantuflas que andaban tiradas en medio del cuarto.
Sentándose en su cama, busca el número del argentino.
– A ver... yo sé que por acá lo tenía...
Mientras tanto, Argentina estaba en un hotel, tirado en la cama como si no quisiera saber nada de la vida mientras miraba por la tele una telenovela, comiendo una enorme bolsa de papitas y tomando un refresco de dos litros y medio.
– ¡¿Cómo pudiste irte con él, María Rodriguez?! – decía todo dramático el hombre de la pantalla.
– ¡Tú jamás lo entenderías, Juan Carlos! – contestó la mujer, también súper dramática.
– ¡Ese hombre te alejó de mí! ¡Junto con su hermano, José Alberto!
– ¡Tú nunca me amaste!
– ¡Yo sí te amaba! ¡En secreto, pero te amaba!
– Cómo te entiendo papu... – decía el argento todo sensible mientras tragaba sus papitas y tomaba de pico de la botella.
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Enamorado tuyo (ArgUru Countryhumans)
FanfictionArgentina está enamorado de Uruguay, pero es demasiado orgulloso y miedoso como para decírselo.