"Querido lector,
De nuevo la familia Crawford ha mostrado cómo hacer una fiesta con poco presupuesto y aún así resultar de lo más elegante. Es una pena que algunos de los invitados no estuviesen a la altura, y estoy hablando por supuesto del señor Rowell y el señor Anderson. Esta escritora viene a retractarse de las últimas palabras amables que escribió sobre el caballero Anderson. ¡Qué hombre más desagradable! Desapareciendo de la fiesta de esa forma sin bailar con ninguna jovencita y sin despedirse siquiera de los anfitriones. Parece que algunos hombres se han olvidado de lo que significa ser un caballero.
Es una suerte que haya muchos más hombres en Londres dignos de las atenciones de nuestras jóvenes debutantes.
Atentamente,
Lady Whistledown."Como ya empezaba a ser costumbre, Jane se quedó la última en la clase a recoger sus pertenencias bajo la atenta mirada de Benedict que no entendía cómo su amigo podía ser el último en abandonar la sala.
- A este paso será de noche antes de que acabes.
- Me gusta guardar las cosas con delicadeza, no tirarlas todas dentro de mi maletín sin cuidado. - Dijo Jane mirando de reojo el maletín del señor Bridgerton del que escapaban unas hojas arrugadas y sobresalía un pincel. Benedict negó con la cabeza y metió a presión el pincel.
- Bueno tampoco hace falta que vayas muy lejos hoy. ¿Vendrás esta noche no? Habrá bebida como siempre. - propuso Benedict.
Jane hizo una mueca, todos los días Benedict le invitaba a las fiestas que se llevaban a cabo en la academia pasado el cierre y día tras día Jane aparecía con una excusa diferente.
- No sé si voy a poder hoy. Mi tío necesita ayuda con unas cuentas. Quizá a la próxima.
- Venga Michael, por favor. Todos los días tienes una razón para no poder. ¿Tú tío no podría prescindir de ti ni una noche siquiera? - preguntó Benedict haciendo un puchero.
- Ya sabes que mi tío cada día ve peor y no puede hacerlo solo.
- Pues lo mejor será que lo dejéis para mañana por la mañana, que habrá más luz. - Bromeó Benedict. - Será divertido. Además me gustaría pasar tiempo contigo fuera de la academia.
- ¿No habías dicho que la fiesta era aquí? - preguntó Jane confusa.
- Ya sabes a lo que me refiero. - Respondió Benedict mirándola fijamente a los ojos.
El corazón de Jane dio un pequeño vuelco y ya sea por nerviosismo o por la intensa mirada de esos ojos azules, aceptó. Ya pensaría que excusa ponerle a su tía para librarse de la noche de cartas en casa de Lady Danbury.Durante el camino a casa estuvo pensando en cuál sería la mejor forma de escabullirse y resolvió que esta vez no hablaría de ello con Emily. Por un lado, porque no deseaba preocuparla, y por otro, porque Emily seguía sin saber sobre su amistad con Benedict Bridgerton.
Cuando su tía llegó a casa, Jane mencionó que llevaba toda la mañana con cierto dolor de cabeza. Por la tarde, ese dolor había incrementado y Jane se retiró a su cuarto para poder descansar y estar lista para la cita de esa noche. Pero cuando finalmente llegó la hora de arreglarse, Jane se disculpó ante su tía porque ese dolor de cabeza no parecía desaparecer y no se veía con fuerzas para acudir a casa de Lady Danbury.
Y así, Lady Hall y Emily abandonaron la casa en dirección al baile y media hora después Jane salía de la casa en dirección a la academia.¡Qué ambiente más diferente se respiraba en la academia esa noche en comparación con los eventos sociales a los que estaba acostumbrada Jane!
En lugar de olor a lavanda y canela, olía a tabaco y alcohol. Los invitados que allí había no respetaban el decoro ni ningún tipo de norma social y para sorpresa de Jane, las mujeres que estaban presentes hablaban de ciertos temas con una libertad que Jane nunca habría compartido con ningún hombre hasta entonces.
Por un momento, Jane olvidó quién era. Ya no era Jane Wood, hija de Isabella y Thomas Wood, era Michael Baker, un alumno más de la academia, que hablaba de arte, política y filosofía. Incluso se tomó la libertad de tomar un par de tragos de la fuerte bebida que Benedict le ofreció.Entrada ya la noche, decidió salir a tomar el aire, intentando disipar el efecto que le había hecho aquel brebaje, donde se encontró a Benedict mirando las estrellas pensativo.
- ¿Asusta un poco no? Pensar que podría haber algo más ahí fuera.- Dijo Benedict medio borracho y melancólico.
- Mi padre me contó que hubo un tiempo en que la gente pensaba que las estrellas eran pequeñas ventanas por las que los dioses nos observaban.- Dijo Jane dejándose caer junto a Benedict.
- ¿Y qué crees que pensarían de nosotros?
- ¡Que somos hombres muy afortunados! - Exclamó Jane y Benedict sonrió al ver el estado de su amigo. - Viviendo una vida sin preocupaciones, bebiendo vino y pintando.
- Si, supongo que sí lo somos. - Respondió Benedict con poca emoción.
- ¿Va todo bien? - preguntó Jane mirando con preocupación a su amigo.
Benedict negó con la cabeza.
- ¿No has sentido alguna vez que estás interpretando un papel?
El corazón de Jane dio un vuelco y no supo qué responder, así que Benedict siguió hablando.
- A veces cuando estoy en la academia, rodeado de tanto talento, pienso que no debería estar donde estoy. ¿Recuerdas cuando te dije que pensé en dejarlo el año pasado? - Benedict sonrió amargamente recordando el pasado. - Fue mi hermano el que pagó por mi plaza aquí. Y cada día que pasa y lo recuerdo, siento que soy un egoísta y le estoy quitando la oportunidad a alguien que de verdad se lo merece.
Jane conocía ese sentimiento. Llevaba semanas interpretando un papel, y a pesar de creer que merecía estar donde estaba, no podía evitar pensar en todas las mentiras. Estaba mintiendo a su familia, a una sociedad entera y a Benedict. A Benedict, que no solo había sido un excelente caballero con Jane, si no que además era un buen amigo de Michael. Y todos los días cuando miraba esos ojos azules no podía dejar de pensar en lo que le estaba haciendo y cada día que pasaba lo que sentía por él se hacía más fuerte y temía perder el control.
- Benedict, ¿tú quieres pintar? - preguntó Jane después de un largo silencio.
- Claro.
- Pues pinta. Hazlo lo mejor que puedas e intenta superarte cada día. Estás aquí y tú eres el único que puede aprovechar esta oportunidad. Si te parece que la forma en la que llegaste aquí es injusta, no la desaproveches y pinta. Lo egoísta es estar sentado lamentándote de la suerte que tienes.
- Tú sí que sabes consolar a un amigo, Michael. - Dijo riendo sarcásticamente Benedict. Jane sonrió de vuelta.
Esa sonrisa era lo que deseaba ver Jane, una sonrisa genuina cargada de cariño y sinceridad.
- Habló en serio Benedict, tienes potencial. Controlas bien la técnica y entiendes el color. Y lo más importante, tienes una pasión que no tiene el resto. Y por muy talentoso que sea un artista, si sus cuadros carecen de alma, no valen nada.
- Pinta hasta que las manos te duelan y ama hasta que el corazón deje de hacerlo.- dijo dramáticamente Benedict llevándose una mano al corazón.
- Eres un romántico Benedict Bridgerton.
- Y tú eres un gran amigo Michael Baker.
Ambos se quedaron en silencio mirándose y Jane sintió como se le calentaban las mejillas. De no haber sido por la poca iluminación de la noche, Jane habría visto cómo se encendían también las de Benedict, que en seguida apartó la mirada.Benedict pasó el resto de la noche dándole vueltas a la conversación que había tenido con Michael. Pero su frustración artística no era lo único que le mantenía despierto, llevaba ya tiempo cortejando a Jane Wood y estaba seguro de sus sentimientos por ella. Con ella se sentía muy a gusto en todo momento, nunca faltaba la conversación y compartían los mismos gustos y planes de futuro y estaba seguro de que sería feliz casándose con ella, y desde luego se madre estaría más que contenta de casar a otro de sus hijos. Pero había algo que le frenaba, alguien más bien.
Después de meditarlo durante horas, decidió que al día siguiente visitaría a su buen amigo Henry Granville, que estaba seguro de que entendería su situación más que nadie.
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Ícaro || Benedict Bridgerton
Romance- Yo pensaba que la Real Academia solo aceptaba hombres. Emily cerró el cuaderno de su hermana y la miró interrogante. - Y así es.- Respondió Jane sonriente. -Oh no, Jane. ¿Qué has hecho?- Preguntó Emily. Ser mujer no evitaría que Jane Wood acudie...