Capítulo 9 La niña

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—Hemos encontrado algunas pistas —afirmó Finnick con sencillez. Otra sonrisa apareció en el rostro de Stiles mientras respondía:

—¡Eso es genial! Y aquí estaba yo, preguntándome cómo ibas a devolverle lo que había hecho. Esperaba que te ofrecieras a ella, pero resulta que ya te has entregado a otra mujer.

Finnick ignoró por completo la descarada burla de su amigo. Stiles hizo una pequeña mueca al ver que no conseguía que el otro hombre le siguiera la corriente. Entonces, su mirada se desvió hacia la silla de ruedas de Finnick mientras sus ojos brillaban.

—Finnick, ¿ya le has contado a tu mujer lo de tus piernas?

Finnick, que había estado desplazándose por los informes del departamento de finanzas, dejó de mover el ratón. Unos cuantos, latidos después, murmuró:

—No.

Stiles frunció el ceño.

—Finnick, no es que quiera ser un regañón, pero no importa la razón por la que te has casado con ella. Puesto que ya son marido y mujer, ¿estás seguro de que todavía quieres ocultarle la verdad? Tal vez...

Entonces, hizo una pausa de varios segundos, debatiendo si debía continuar o no. Por fin, apretó los dientes y continuó:

—Quizá deberías intentar aceptar a tu nueva esposa. No puedes vivir siempre en las sombras del pasado.

Conocía muy bien la personalidad de Finnick. Aunque había insistido en que la única razón por la que se había casado con la mujer era para ocuparse de su abuelo, no había forma de que aceptara casarse y vivir con ella, a menos que le hubiera gustado de verdad.

Finnick no habló. Poco después, terminó de leer los informes. Solo entonces respondió con voz suave:

—No puedo olvidarme de ella.

Stiles estaba bastante aturdido. Miró de cerca el rostro de Finnick, notando la tranquila indiferencia en él. La lástima brilló en sus ojos.

El accidente de coche ocurrido hace diez años había sido una pesadilla para todos. Todos pensaban que Finnick había perdido la capacidad de usar sus piernas en ese accidente de coche.

Resultó que todos estaban equivocados: Lo que Finnick había perdido en ese accidente de coche no eran sus piernas. Más bien, fue su corazón.

...

Cuando Vivian volvió a su casa después del trabajo, Molly y Liam entraron en el salón con su equipaje.

—Molly, Liam, ¿qué están...?

—Señora Norton, nuestro hijo se casa mañana, ¡así que vamos a ir a su boda! —aclaró Liam con una sonrisa de satisfacción.

—¿De verdad? ¡Enhorabuena! ¿Cuántos días vas a estar fuera?

—La boda tendrá lugar aquí en Sunshine City, así que volveremos mañana por la noche.

Molly sonrió con amabilidad. Sin embargo, una expresión de preocupación cruzó su rostro cuando se volvió para mirar a Finnick.

—Sin embargo, al no haber nadie en casa, el Sr. Norton no tendrá a nadie que le prepare el desayuno.

Vivian se quedó sin palabras mientras pensaba: «¿Así es como viven los ricos? ¡Solo es desayuno! ¿De verdad necesitan contratar a

alguien que cocine para ellos?» Entonces, la profunda voz de Finnick interrumpió sus pensamientos:

¿Tienes prisa por casarte, señorita?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora