Vivian se aclaró la garganta y trató de sonar lo más informal posible.
No quería que Finnick se enterara de lo ocurrido.
—Oh, al final no conseguí comer con ellos. Me resfrié, así que me excusé.
Al otro lado, Finnick no respondió de inmediato. Sentía que algo estaba mal, pero estaba contemplando si debía seguir con el asunto.
—¿Dónde estás ahora? —Decidió dejar el asunto y darle un poco de espacio al final.
—Bueno, estoy en la mansión Yves. ¿Por qué no tomas algo para comer primero? ¿Y podrías pedirle a Molly que prepare algo de sopa? La tomaré cuando llegue a casa.
De nuevo, se hizo el silencio al otro lado. Vivian miró su teléfono y comprobó que se había apagado de forma automática porque se había quedado sin batería.
«¡Maldita sea! ¿Ahora más que nunca? ¿Cómo se supone que voy a volver ahora?»
Intentó volver a encenderlo, pero no funcionó. Golpeó el pie con frustración y miró desesperada a su alrededor mientras intentaba recordar la ubicación de la parada de autobús más cercana. Pero no tardó en sentir un fuerte dolor en el tobillo; los zapatos altos le estaban haciendo ampollas y le dolía mucho. Vivian gimió y sacudió la cabeza con debilidad. Era un día en verdad desafortunado para ella.
El barrio de la Mansión Yves era enorme y se encontró vagando por el mismo lugar incluso después de caminar durante unos minutos. La noche era cada vez más fría y la brisa helada le recorría el cuerpo. Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Vivian y se apretó más el abrigo alrededor de su delgado cuerpo mientras seguía caminando. Justo cuando estaba a punto de girar hacia otra carretera, una luz deslumbrante le iluminó los ojos. Ladeó la cabeza y entrecerró los ojos para ver si era un taxi. Para su consternación, era un coche privado, uno negro.
«Claro, ¿qué esperaba? ¿Un taxi en un barrio elegante como éste?» Vivian frunció el ceño y observó más de cerca el coche mientras éste reducía la velocidad hacia ella. «Espera... Este coche parece familiar...»
Se acercó y al final se detuvo frente a ella; la puerta se abrió y bajó de la rampa del coche un atractivo joven en silla de ruedas. No era otro que Finnick.
La luz del coche brillaba tanto en la oscuridad que Vivian no podía verlo con claridad, pero por la silueta de su cuerpo y su cincelada mandíbula, Vivian pudo saber con una sola mirada que era él. Él era el que siempre la había encontrado en los momentos más duros de su vida, aunque ella no esperaba que viniera esta vez. Su silla de ruedas se detuvo justo delante de Vivian y una sonrisa se dibujó en su rostro al mirarla. Parecía asustada, pero no por ello menos guapa.
—¿Por qué? ¿No te alegras de verme? —se burló Finnick con una suave sonrisa.
Vivian levantó las cejas y sonrió.
—Por supuesto que me alegro de verte.
Era cierto. Se alegró de verle. Finnick estaba ahí para ella siempre que se quedaba tirada; él siempre había sido la luz al final del túnel para ella.
Al ver la sonrisa de satisfacción en su rostro, Finnick sonrió con placer.
—Vamos. —Le hizo una seña.
Vivian asintió alegre y le siguió hacia el coche. Se había olvidado por completo del dolor en el tobillo mientras caminaba hacia él. Pero la ampolla estalló y detuvo sus pasos de repente, tratando de contener las lágrimas.
—¿Qué pasa? —Finnick se dio cuenta de que ella se sacudía de dolor y la vio revisando sus pies.
Su mirada siguió la de ella y al final se detuvo en su tobillo. Finnick frunció las cejas al ver las manchas rojas de sangre.
—No es nada. Solo los tacones. Solo tengo que ponerme una escayola cuando llegue a casa. —Pero antes de que Vivian pudiera seguir caminando, se agachó y le sujetó el tobillo con las manos.
—Estoy bien, Finnick... —Vivian se sintió de repente incómoda mientras una sensación de calor se extendía por sus mejillas rosadas.
Sus dedos rozaron su piel mientras levantaba su pierna izquierda para verla más de cerca. Finnick revisó su herida con cuidado y sus cejas se juntaron en un ceño preocupado.
—Está sangrando.
Vivian jadeó cuando su tacto le produjo un cosquilleo en la piel. No estaba segura de si se le ponía la piel de gallina por el dolor o por su toque electrizante.
—No es nada, en realidad —murmuró. Vivian parecía no poder pronunciar sus palabras con claridad. La sangre le hervía y el
corazón le latía más rápido. Pero Finnick no se dio cuenta en absoluto: estaba demasiado preocupado por ella.
Le quitó los tacones con decisión y tiró de ella por la cintura de un fuerte tirón. Todo sucedió tan rápido que Vivian no tuvo tiempo ni de reaccionar. Dejó escapar un grito y lo siguiente que supo es que ya estaba en los brazos de Finnick, sentada en su regazo. De hecho, estaba tan cerca de él que podía sentir el calor que irradiaba su cuerpo en la fría noche.
—¡Finnick! —Ella lo miró fijo, desconcertada.
Sus ojos se encontraron y ella apartó rápido la mirada, nerviosa. Pero Finnick no se inmutó. Giró su silla de ruedas hacia el coche y dijo:
—Vamos a casa.
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¿Tienes prisa por casarte, señorita?
Fiksi RemajaVivían William era una mujer que diariamente luchaba por describir cómo sería el hombre con el que debía casarse y la espera de le hizo eterna por mucho tiempo. Cuando ella logra concretar una cita con este enigmático hombre, se da cuenta de que la...