Parte III

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Aonung y Tsireya solo tenían unas pocas horas de vida, cuando Taiyari los cargó por primera vez.

"Son perfectos" susurró al verlos.

Taiyari Te'Calli Kheran'itan, Akula Makto, el gran Na'vi del mar, jamás había sido tan feliz. Su corazón palpitaba de júbilo ante lo que tenía en sus manos, el regalo que Eywa le había dado, la prosperidad de su sangre; la prueba viviente de porque luchó con bravura hace tantos años: vida. No había nada más que amor, puro y cálido, desbordando en su corazón.

Su gran capa estaba a sus pies, arremolinada a su alrededor mientras miraba por primera vez a sus nietos. Taiyari fue un Na'vi muy apuesto en su época, con su rizado cabello sujetado en un moño alto, con sus tatuajes negros cubriendo su rostro, bajando por su cuello, cubriendo sus hombros y pecho con orgullo por las hazañas logradas. Y ahora, con pequeñas cicatrices, producto de la guerra pasada, pintando su piel.

"El pequeño tardó un poco más en respirar, tememos..." un joven Tonowari estaba acuclillado a su lado, acariciando con sus grandes dedos los suaves rizos de bebe que su primogénito tenía. No había despegado un ojo de él en todo este tiempo, luego de que el aliento volviera a su pequeño cuerpo.

Taiyari miró a su hijo, su heredero, el Olo'eyktan del clan Metkayina, a quien había dado su título oficialmente hace mucho tiempo, cuando su compañera, su amada Eyrall, había partido con los espíritus, ya que, sin su otra mitad, ya no podía dirigir el pueblo como debería. Así que relegó su cargo, pero aún guiaba a su hijo en liderar el pueblo, juntos.

"No hay nada que temer, hijo" la gran sonrisa empañada de lágrimas de aquel gran guerrero le aseguró en una muda promesa "Será fuerte. Ya demuestra ser un pequeño y valiente guerrero" Taiyari acercó su cara a ellos y le dio un beso a cada uno de sus nietos en la frente "Están destinados a grandes cosas"

Aonung tenía tres años cuando Tsireya había llorado al caerse del Ilu.

Recordaba que era una cálida mañana, y para variar, sus padres no estaban a la vista, puesto que tenían responsabilidades en su pueblo, y su abuelo decidió que era un buen día para aprender a domar un animal marino.

Cuando su hermana cayó de espaldas al agua, se había preocupado y quiso socorrerla de inmediato, pero ella enseguida fue cargada y mecida por Taiyari con ternura, quien la envolvió en sus brazos.

"Ya mi dulce pececillo, un tropiezo no es nada" sonrió mientras depositaba pequeños besos en su coronilla, calmando los sollozos asustados que la pequeña daba. Quitó los rizos que caían en su cara mientras prometía "Pronto lo lograrás"

Y cuando Aonung logró dominar al Ilu a la perfección, haciendo que saltara sobre el agua en pequeñas piruetas, su abuelo aulló con fuerza y jubiló, cómo si hubiera domado un gran Akula. Recordaba la gran sonrisa que cruzaba por su rostro mientras Tsireya aplaudía con él, impresionada por los trucos de su hermano.

Ayudó a su hermana a montar junto con él, y mientras sujetaba a su abuelo, quien estaba montado en su propio Ilu, los tres pasearon por las cálidas aguas del mar Metkayina, recibiendo los elogios de su pueblo al ver su hazaña.

"Mis retoños" Taiyari no podía contener la alegría que había en su pecho, y agradeció a Eywa poder estar vivo para ver esto " Ambos serán grandes jinetes un día"

Aonung tenía cuatro años cuando su abuelo le enseño a pescar por primera vez.

Ambos estaban en la orilla de la playa, con una pequeña lanza entre sus manos, observando los peces que corrían entre sus pies atentamente. Era una importante lección para sus primeros años de vida. A pocos metros veía a Ronal chapoteando con la dulce Tsireya, quien reía con su vocecita celestial entre los brazos de su madre.

Te veo, hijo del agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora