Capitulo 27

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"Lo real es lo que piensas, lo físico solo es una ilusión. ¿Irónico, no?"

Más allá de los sueños.

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Si la gran luna tuviera una boca para hablar, le encantaría cantar. Le cantaría al sol tantas cosas maravillosas que pasaban en su presencia. Le hablaría de amor, de tiernos susurros y promesas que eran juradas bajo su nombre y de las estrellas; le hablaría de sueños que colmaban las mentes de los Na'vi, tan confusos y claros; también le encantaría contarle las noticias que traía el agua que bailaba bajo sus órdenes en suaves mareas.

Oh, si la luna hablara le diría al sol que eclipsaba cuanto se perdía cuando se iba.

Pero la luna no podía hablar, solo callar y observar. Y comunicaba sus ánimos en pequeñas muestras para los hijos metkayina, quienes más le prestaban atención. Ahora la suave marea relamía la playa, donde dos jóvenes amigos hablaban sobre secretos de amor, sin saber que se parecían mucho a dos hombres que ella vio nacer y crecer hace mucho tiempo. Dos viejos Na'vis llamados Ibari y Taiyari, que solían sentarse a hablar bajo su manto y compartir confidencias.

Oh, la luna sabía que muchas historias se estaban repitiendo. Y ella observaría.

"¡A que te refieres con que lo sabias!" persiguió a su amigo, quien danzaba alrededor de una pequeña fogata sin pena alguna. Observó hacia todos lados, asegurándose de que no hubiera nadie más en la playa.

No podía dejar que nadie más se enterara de ese secreto. Desierta como solo esas horas podía ser, al menos estaban solos en esa costa.

"¡Deja de bailar, sinvergüenza!" los movimientos de Rotxo eran gráciles y efusivos, moviéndose de un lado a otro como un experto "Ven aquí, y da la cara"

"Te recuerdo que soy el mejor bailarín de la aldea ¡Deberías sentirte honrado!" esa bobalicona sonrisa sabionda no podía crecer más.

Aonung lanzó un bufido al aire y solo lo dejó hacer. Rebuscó paciencia en su mente, y contó varias veces hacia atrás. Pero no duraría mucho.

"Suficiente, me harté" exclamó con un feroz siseo, antes de lanzarse de cabeza hacia su amigo, arrastrándolo consigo al suelo.

Exclamaciones de sorpresa y aullidos juguetones volaron entre ellos como cuando eran crías. Se revolcaron en el suelo, sacudiendo arena por doquier entre golpes suaves y la cantarina risa de Rotxo inundando el lugar. Esa era una de las particularidades de su amistad. Podían estar abriendo su corazón con total vulnerabilidad en un momento, y peleando como peces en una red en otro. Y eso no separaba que ambos momentos fueran igual de importantes.

La cara de Aonung terminó estampada contra la arena, y desgraciadamente tenía la boca abierta. Las minúsculas partículas picaron en su lengua y lo hicieron toser. Le hubiera gustado ponerse de pie, pero no podía.

"¡Quítate! Siempre haces lo mismo" intentó estirar sus brazos hacia su espalda sin éxito alguno.

"Ya te lo dije. No es el tamaño del oponente, sino como lo vences" se burló. Rotxo parecía muy cómodo sentado sobre su espalda cual asiento. Puede que fuera unos centímetros más bajito que Aonung, pero su cuerpo sin dudas era más pesado y macizo "Te falta entrenar más" negó con su cabeza decepcionado.

Te veo, hijo del agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora