Capítulo 16

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El mar era el hogar de cientos de criaturas maravillosas que formaban parte de la vida del clan Metkayina. Cómo aliados, como hermanos, y sobre todo: como alimento. Eran parte sumamente fundamentales de su dieta diaria, por lo que, está de más decir, que la pesca era su principal actividad...

Cayó sobre su hombro.

Sacudió su cabeza y mantuvo su vista fija frente a él, esperando el momento oportuno para lanzar su arma. Se requería una gran concentración para lograr un buen tiro.

Exhaló lentamente.

Hasta vez cayó sobre su mejilla.

Se tragó un gruñido para no espantar a los peces, solo tenía un instante. Debía ser preciso. Vio uno de los peces recorrer suavemente la curvatura de la roca, levantó su arma y...

Ahora cayó en su nariz.

"¿Quieres parar de una vez?" preguntó "No es muy maduro de tu parte ¿sabes?"

Neteyam solo dejo escapar su risueña risa, mientras sacaba otra semilla de su boca y se la arrojaba a la cabeza. Esta rebotó en su frente y cayó al agua con un chasquido, ahuyentando a los peces.

"Genial, lo arruinaste" bufó bajando su arma con gesto derrotado.

"Oye, tú dijiste que eras el mejor pescador" se burló mordisqueando la fruta nuevamente "Solo compruebo tus palabras, chico del agua"

El Metkayina solo rodó los ojos, pero no pudo evitar que una sonrisa ladina se escapara de sus labios ante el apodo, al cual ya se había acostumbrado con el pasar de los días. Incluso había extrañado no escucharlo durante el tiempo que no se habían dirigido la palabra. Pero nunca lo admitiría en voz alta. Había algo, en la forma de no llamarlo por su nombre que se sentía como algo personal, algo que no le permitiría a otro.

Los días habían pasado rápido para ellos después de que Aonung se disculpara y comenzará a mostrar una faceta que no había conocido antes. Su relacion había pasado de desconocidos, a cordialidad, y ahora, después de que las cosas mejorarán, Neteyam podría afirmar con seguridad que eran amigos. O algo así.

Se encontraban cada mañana para ir al pueblo juntos, Neteyam con los tejedores y Aonung a sus rutinas diarias. Por otro lado, el pueblo Metkayina poco a poco había mermado sus constantes murmuraciones, y eso era gracias a la presencia del príncipe a su lado. No le gustaba depender de él, de su persona para garantizar su "seguridad"; y no lo hacia, cuando se encontraba solo, caminaba con la frente en alto y su postura orgullosa, sin importar lo que dijeran otros. Pero debía admitir que hacerlo al lado de Aonung había agilizado las cosas.

Luego de dejar a los pequeños en sus hogares, a veces un poco antes o después del eclipse, Neteyam usaba la excusa de que iba a cazar al bosque solo para encontrarse con el Metkayina. Ambos mucho más relajados sin las miradas intentas de su clan alrededor, habían descubierto que encontraban ameno el dar un paseo antes de dormir. Ayudaba a calmar sus mentes.

Sin embargo, la primera noche había sido pura casualidad.

"¿Vienes seguido por aquí?" Pregunto casualmente, Neteyam. Seguia debiendo una presa a Sissari, ya que todos sus intentos habían sido frustrados entre una cosa y otra. Por lo que había tomado sus armas e ido al bosque.

"Depende" respondió con simpleza el Metkayina, sus días habían sido mucho más laboriosos que otros, y por un momento, deseaba disfrutar del silencio que ofrecía el bosque. Descubrió que era relajante "¿Y tú? El mar te alejó mucho del bosque ¿No crees?" se burló un poco. Y luego ambos se internaban en el bosque.

Muchas veces no pronunciaban palabra, no era necesario. No necesitaban llenar el espacio con alguna conversación banal, solo se bastaba con la compañía del otro. Después de que ambos se abrieran mutuamente, no era necesario fingir. La sola presencia del otro a su lado era un bálsamo para la desgarradora soledad que anidaba en su interior.

Te veo, hijo del agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora