Capítulo 26

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Advertencia: Referencia a auto lesiones pasadas. Nada explícito.

"Quien lucha contra  monstruos debe tener cuidado para no convertirse en uno. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mirara dentro de ti"

Friedrich Nietzsche

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Primero escuchó los aullidos junto con el feroz movimiento de las alas batiéndose contra el agua. Los cazadores metkayina los habían encontrado, algo tarde, pensó. Pero era mejor que nada.

Su padre se levantó con un gemido de esfuerzo para hacerle frente a la situación. Estaban heridos y agotados. Neteyam apretó el fajín contra su cuerpo sintiendo sus heridas escocer. No eran graves, pero debían ser atendidas pronto.

Aonung comenzó a limpiar los restos de lágrimas de su rostro con rapidez, mientras los cazadores aterrizaban en la costa para llegar a ellos. Separó su cabeza del hombro de su madre e intentó ponerse de pie, pero el feroz agarre que ella tenía en sus brazos se lo impidió.

Le dirigió una mirada agotada, como si no supiera que hacer en esta situación.

"Deja que nos encarguemos" dijo ella en voz baja "Tú quédate aquí. Quédense aquí" miró a sus hijos, mientras le daba una suave palmada en el hombro.

"No" negó con la cabeza "Soy el Olo'eyktarem, esta es mi responsabilidad" un título que se sentía extraño en la lengua, como un sabor que no decidía si le agradaba o no "Además..."masculló, alzando los ojos a ver a Jake recibir a sus hermanos de clan "Es mejor guardar fuerzas para cuando lleguemos a la isla"

Neytiri lo miró indecisa y finalmente, dejó escapar un suspiro. Sus manos bajaron, pero antes de soltarlo por completo, llevó sus palmas a sus mejillas y comenzó a limpiar los caminos que las lágrimas habían dejado entre la pintura y la suciedad de la batalla. Aonung solo se dejó hacer, sintiendo aquellas gráciles manos terminar de adecentarlo un poco.

Ella aún se sentía reacia al dejarlo ir. La raíz maternal en su interior aún tiraba con fuerza, en un impulso primitivo de acunar a todos sus cachorros contra sí y protegerlos del resto del mundo.

Aonung dudó un poco, pero extendió su mano y le dio un suave apretón en el hombro a la mujer, una forma de apoyo, antes de ponerse de pie. Volteó a ver a Kiri, que estaba apoyada contra el hombro de su hermano con su respiración agitada. Vio cómo su pierna seguía sangrando.

"Iremos a casa pronto. Aguanten un poco más" dijo antes de dirigirse hacia los demás metkayinas.

Neteyam lo vio partir y ya sentía el frío del agua calándole los huesos desde lo más profundo. Vislumbró a los cazadores que habían llegado y como su padre gesticulaba. Entre todos ellos la figura de Rotxo se abrió paso a suaves empujones hasta llegar hasta donde estaba Aonung.

El rostro del joven guerrero siempre se veía pacífico y alegre, pero en esta ocasión el ceño fruncido de su entrecejo arruinaba sus armoniosas facciones. Lo revisó por completo, hablando en voz baja, y por los gestos que el metkayina daba trataba de hacerle ver que estaba bien. Las manos de su amigo tantearon las heridas, viéndolas con detenimiento.

"No es tan grave" lo oyó decir. Rotxo parecía reacio a creerle "Kiri está peor"

Y si el rostro de Rotxo se había compungido, ahora era peor. Sus ojos se abrieron y miraron a Aonung con una alarma urgida.

"¿Qué le paso? ¿Dónde está ella?" la mirada de Rotxo comenzó a escanear la isla con rapidez hasta dar con ellos. Pero no lo miró a él, o a su madre, ni siquiera a Lo'ak. Su mirada se detuvo en Kiri, que tenía los ojos cerrados en un gesto adolorido.

Te veo, hijo del agua.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora