Capítulo 11

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Con la espalda erguida y el mentón en alto, Atenea se encontraba de pie frente a la puerta del palacio, viendo como todo se hallaba organizado para el torneo que se llevaría a cabo en algunas horas. Los dioses se paseaban con sus ropas finas delante de ella, dedicándole dulces sonrisas y otras más forzadas, con miradas cargadas de miedo, para luego tomar sus asientos alrededor del campo donde presenciarían dicho evento.

Entre incontables mujeres que pasaban para saludarla, Atenea fijó sus ojos en una hermosa castaña que le sonreía afable. Llevaba un vestido rojo carmesí con joyas relucientes en cuello y manos.

-Atenea. -suspiró la mujer, caminando hacia ella- Que honor verla. -la castaña inclinó su cabeza para besar la mano de la diosa que aun guardaba silencio.

Katharos, con una media sonrisa, separó sus labios de la mano de la mujer para luego alzar la vista y clavarla en ella.

-Espero que el torneo sea de su agrado. -consiguió decir Atenea, perdida en el intenso color de los ojos de aquella preciosa mujer. No recordaba haber visto esa diosa antes.

-Lo será. -asintió-. Sabré disfrutarlo. -dedicándole una última sonrisa, Katharos se alejó de ella, y con cada paso que daba su semblante cambiaba a uno más tétrico.

Con los nervios estrujando su estómago, Selene observaba la altura de las dianas, las mesas en donde yacían ocho espadas bien organizadas, y la llegada de los dioses que se sentaban en las gradas para disfrutar de un torneo que para ellos era un simple espectáculo.

-Selene. -la suave voz que pronunció su nombre, la hizo girar enseguida, descubriendo la dulce sonrisa de Félix, lo que automáticamente aceleró su corazón-. Quería agradecerte por cuidar de mi el otro día. -agregó el menor.

-No fue molestia. -contestó, esforzándose por disimular lo sorprendida que estaba con el parecido que el menor tenía con su padre. Félix vestía de blanco, con una camisa qué metía dentro de un pantalón de tiro alto, que acentuaba su cintura. Su cabello iba recogido en una cola alta, y una delicada corona de oro de hojas dobles relucía en su frente. Llevaba una capa larga que caía al piso, donde suponía que iba dibujado el símbolo que lo representaría en el torneo, pero no lo alcanzaba a ver.

-¿Listo? -preguntó Helios, poniendo una de sus manos en el hombro de su hijo y este asintió, con una pequeña sonrisa. Regalándole una tierna mirada a Selene, se alejó a zancadas hasta su caballo Ílios, que se hallaba a varios metros de ellos.

-Pareces nerviosa -mencionó Helios, captando la angustia en la mujer.

-El símbolo en la capa de Félix... -murmuró Selene, viendo al menor alejarse. Helios giró su rostro para detallar la vestimenta de su hijo. En la tela de su capa se veía un hermoso dibujo en tonos dorados de un sol siendo traspasado por el arco y flecha que representaban a Félix.

-La luna. -susurró Selene, al descubrir el dibujo de una media luna, que iba atravesada por la flecha. Clavando ahora sus cristalizados ojos en el mayor, pudo notar como las comisuras de los labios de Helios dejaban ver una leve sonrisa- ¿Eso es una luna?

Helios volvió a mirarla, al escuchar como su voz se quebraba.

-Lo es.

Soltando un sonido de frustración, Selene empezó a reír con tristeza en sus ojos.

-Fue tu idea, ¿no es así? -preguntó entre dientes, con desprecio.

-Lo fue. -masculló él, dando un paso hacia ella- Ya sabrás por qué.

Selene prefirió callar, sosteniendo una batalla de miradas con aquel dios que fundía el dorado de sus ojos en ella.

-¿Por qué me haces esto? -preguntó con dolor en su voz.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora