Capítulo 32

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Jugando con una antigua moneda entre sus dedos, Zeus se encontraba ensimismado, contemplando el rostro de Perséfone reflejado en aquel metal plateado que, en breves instantes, sería ofrendado al alma de su difunta esposa.

—Señor, el cuerpo de la reina Hera ya está preparado para ser trasladado al río Aqueronte —la voz de Hermes lo rescató de su tormento mental, y apretando la moneda en un puño, sus ojos se clavaron en él.

Asintiendo con pesar, Zeus hizo un gesto afirmativo y se acercó al contrario, entregándole la moneda en sus manos.

—Señor... —murmuró Hermes, recibiendo la moneda— ¿No desea verla por última vez? Creí que desearía ser usted quien colocara la moneda.

—No es necesario. —interrumpió el mayor con voz firme— Llévensela.

Un breve silencio envolvió el lugar, mientras Hermes asentía con una leve reverencia y se retiraba. Justo en ese momento, Changbin ingresó al salón, cerrando las puertas tras de sí.

—¿Querías verme? —preguntó con una voz quebrada.

Zeus desvió sus ojos hacia su hijo, observando la profunda tristeza que emanaba de sus penetrantes ojos grises. El semblante de Changbin ya no mostraba ni un ápice de emoción; parecía haber perdido toda vitalidad con la muerte de su madre.

—Por supuesto que quería verte. —masculló Zeus— Has acabado con la madre del dios con quien debías unirte. —mencionó, mientras avanzaba en dirección a su hijo, quien no bajaba su mirada, permanecía erguido con el mentón en alto— ¿Qué pasaba por tu mente? Has eliminado toda posibilidad de unirte a Felix.

—Selene mató a mi madre. —increpó Changbin con voz grave— Tu esposa ha muerto, y tú solo piensas en el trono.

—Ese maldito trono es lo que asegurará el respeto de los dioses hacia nosotros —replicó el mayor— Debes convertirte en rey.

—Hyunjin y Felix no son reyes, y los dioses los respetan. —farfulló Changbin.

—Entonces, pregúntate qué estás haciendo mal. —soltó Zeus entre dientes.

—Ser tu hijo, quizás. —siseó el castaño con una voz ahogada, pero su padre, con un gesto brusco, lo hizo callar, tomándolo con firmeza de la barbilla para reclamar su mirada.

—Más vale que te comportes —murmuró el mayor, acercando su rostro al del castaño— Porque tu madre ya no está para protegerte. —con un movimiento seco, lo soltó con violencia y se alejó para posicionarse frente a una de las ventanas, observando cómo el cuerpo de Hera era escoltado por varios guardias— No sabía que ocultabas tanto poder en tu interior —comentó, detallando el caos que su hijo había dejado en los jardines del palacio— Lo que presenciamos en el jardín fue todo un espectáculo —sonrió, volviendo sus ojos hacia el menor.

Al sentir cómo las lágrimas abrían surcos en sus mejillas, Changbin bajó la mirada y se limpió con los dedos.

—Tampoco tenía idea de la magnitud de mis poderes. —susurró con voz entrecortada.

—Serás de gran utilidad en esta guerra. —declaró Zeus, manteniendo una inmensa sonrisa en su rostro mientras volvía a posar sus ojos en la ventana.

Alzando la vista hacia su padre, el castaño apretó los labios, reflejando en sus ojos una mezcla de decepción, tristeza y rabia, pero el silencio que se había asentado entre ambos fue abruptamente interrumpido por la estridente entrada de Apolo, cuyos pasos apresurados resonaron en el salón, seguido por Afrodita, Ares, Anfítrite y Poseidón.

—¿Has visto las grietas en las paredes del palacio? —preguntó Apolo con preocupación en su expresión— ¿Qué has hecho para desatar la ira de Hades?

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora