Capítulo 34 (Final)

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Sintiendo la suavidad de aquella delicada piel bajo la yema de sus dedos, Hyunjin observaba a Felix dormir a su lado, mientras la tenue luz del fuego acariciaba sus cuerpos desnudos y el sol naciente anunciaba un nuevo día, en el que el inframundo había triunfado, trayendo la paz entre dioses y humanos.

Con una media sonrisa, Hyunjin se deleitó con el rostro perfecto del rubio que descansaba junto a él, con aquellos largos mechones de su cabello alborotados en la cama. Con delicadeza, trazaba un camino desde la nuca hasta la espalda baja de Felix, provocando una tierna sonrisa en el menor.

—¿Has pasado toda la noche observándome? —preguntó Felix, con sus dorados ojos centrados en aquel dios que lo miraba con anhelo.

—Pasaría toda una eternidad haciéndolo —susurró, con una voz ronca que estremeció al rubio hasta lo más profundo.

Mientras se acomodaba en la cama, Felix apoyó su cabeza en una mano y lo observó en silencio, sintiéndose dichoso ante la compañía del mayor.

—Lamentablemente, debemos separarnos en estos momentos —murmuró con una leve sonrisa, viendo cómo Hyunjin ponía los ojos en blanco y se acostaba, ocultando su rostro con una almohada— Se supone que no debemos vernos hasta la coronación.

—Lo sé —suspiró el pelinegro, escuchando las risas traviesas de Felix.

—Además, mis padres van a casarse, debo estar en el palacio para los preparativos. —añadió el menor, levantándose de la cama emocionado, pero antes de escapar, Hyunjin saltó para envolverlo en sus brazos, acercando su abdomen a la espalda de Felix, erizando su piel con aquella cercanía.

—Solo por eso te permito alejarte de mí —susurró el pelinegro, rozando la oreja de Felix con sus labios, quien respiraba entrecortadamente mientras Hyunjin dejaba suaves besos en su cuello.

—Y solo por eso me estoy alejando de ti —murmuró Felix, con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias del mayor, cuyas manos apretaban su abdomen y subían hasta su pecho— Luego no existirán excusas para separarnos.

Esbozando una sonrisa, Hyunjin depositó un último beso en su cuello y lo dejó en libertad, observando con picardía cómo el rubio bajaba de la cama, cubriendo su cadera con una sábana.

—Es una promesa, perfecto Felix —sonrió con malicia.

—Lo es, imperfecto Hyunjin —asintió el menor, recogiendo sus prendas del suelo para vestirse apresuradamente.

Los minutos que transcurrieron mientras Hyunjin contemplaba con fascinación cómo Felix se vestía frente a él, parecían pasar como segundos fugaces, en los que sin darse cuenta, ya el rubio había dejado un rápido beso en sus labios para despedirse y desaparecer por las puertas.

Al verlo partir, Hyunjin llevó ambas manos a su rostro y soltó un largo suspiro que terminó en una gran sonrisa. Pero, a pesar de sentirse en el mejor momento de su vida, un ardor en su abdomen lo hizo incorporarse de la cama y tomar una sábana entre sus manos para vomitar una gran cantidad de Ícor.

Maldiciendo en silencio, limpió su boca con brusquedad y observó el líquido dorado en aquella tela carmesí. Había luchado con todas sus fuerzas por evitar derrumbarse frente a Felix, ocultando lo mal que se había sentido los días después de la guerra. Su cuerpo no hacía más que expulsar Ícor desenfrenadamente.

Con unos leves toques a su puerta, el rostro de Perséfone se asomó por el umbral, pero su expresión cambió a una de terror al ver el líquido dorado manchando las sábanas de su hijo.

—¿Te sientes bien? —preguntó horrorizada, sentándose a su lado.

—No voy a mentirte, madre —sonrió él—, me he sentido muy débil y mi cuerpo ha estado expulsando Ícor todo este tiempo.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora