Capítulo 26

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Helios salió de la fortaleza a paso inseguro, luchando por no caer por el tambaleo de sus piernas y el frío de la noche, que sólo lograba activar más el alcohol en sus venas. Llevándose una mano a la frente, resbaló hacia el suelo, deslizando su espalda por una pared mientras reía.

Selene se quedó boquiabierta, observándolo reír de esa manera tan inocente. Deseó levantarlo o siquiera ayudarlo, pero al recordar la condena de la luna, se quedó de pie, de brazos cruzados, mirando en silencio al rubio delante de ella. No podía apartar los ojos del hermoso rostro de Helios. Se veía apuesto, con su cabello recogido en aquella despiadada coleta alta, parte de su camisón estaba por fuera del pantalón revelando su esculpido torso, y sus mejillas se hallaban coloradas por el frío de la noche y la bebida. Aún así, emanaba una confianza y masculinidad innegables, y aunque Selene anhelaba desviar la mirada de él, le resultaba imposible.

De repente, Helios clavó sus ojos dorados en ella, y el tiempo pareció detenerse. Sus ojos eran tan intensos que Selene se sintió completamente atrapada. Podía ver su propia imagen reflejada en ellos, como si su alma desnuda se asomara por el dorado de la mirada del contrario. Helios dejó de reír y el silencio se extendió entre ambos, mientras sus ojos se perdían en los del otro. En ese momento algo en el aire cambió, y viejas emociones de amor comenzaron a despertar. Como si nada hubiera cambiado entre ellos, como si el tiempo no hubiera pasado, así mismo se sentían con el encuentro de sus ojos.

Selene estaba embargada con el mismo deleite que sentía al observar un hermoso amanecer o al escuchar el sonido de unos inquietos arbustos. Era una maravilla para la vista, el oído y el corazón, todo al mismo tiempo.

Clavada al piso, siguió observando a Helios, con el ceño fruncido, tratando de averiguar qué estaba pasando por su mente en ese momento. La risa había cesado y, sin embargo, la sonrisa permanecía en el rostro del mayor, lo que llamó la atención de Selene aún mas. Helios permanecía tranquilo, con una serenidad que sólo la ebriedad le podía brindar.

—Entiendo que la decisión de Félix te haya sorprendido. —dijo Selene, cortando con la tensión que se había formado.

—Claro que me sorprende su decisión. —contestó el rubio, aún en el suelo— Pero, por otro lado, esperaba que hiciera algo como esto.

—Sí. —afirmó la menor— Es idéntico a tí.

Helios sonrió, al momento que su mirada se oscurecía.

—No, Sel. —suspiró— Félix es igual a ti, por desgracia.

Semejante respuesta provocó un brinco en el corazón de Selene, que seguía mirando al mayor, sin emitir sonido alguno.

—No voy a negarte que deseaba con todas mis fuerzas que no lo fuera. —añadió Helios, con seriedad.

—Por supuesto. —sonrió ella.

El rubio se quedó en silencio, sin apartar sus ojos del precioso rostro de la menor.

—Tiene los mismos arrebatos que tú. —continuó, en lo que Selene levantó ambas cejas— O mejor dicho, los arrebatos que antes solías tener.

—No sé de qué hablas. —repuso ella, sintiéndose tensa.

Helios soltó una risa baja y llevó sus ojos a las inmensas puertas de la fortaleza de Hades.

—Félix decidió quedarse con Hyunjin, consciente de que esto les traerá serios problemas con Zeus. —respondió— Es admirable esa clase de amor, sólo espero que no termine en cobardía y deje todo atrás como una vez tú lo hiciste.

Selene respiró hondo, examinando la mirada que nuevamente el rubio centraba en ella.

—No le encuentro parecido a mi. —contestó, aclarando su garganta— Dices que soy cobarde, en cambio, Félix ha sido valiente.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora