Capítulo 22

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La llegada del alba le era indiferente a Félix, quien postrado en su cama, observaba con desgana los rayos de luz que empezaban a traspasar los vidrios de sus ventanas. Presionando sus labios, giró su rostro a la puerta cerrada de su habitación, con profundas intenciones de salir, sin embargo, su cuerpo no apoyaba aquel anhelo. Volviendo sus ojos al techo, maldijo en su interior, obligándose a salir de las sábanas. Caminando hasta un sillón cercano, tomó su capa marrón, la misma que atesoraba hermosos recuerdos. Se acercó al espejo y mientras cubría su cuerpo con la prenda, pudo notar como de su nariz volvía a salir Ícor.

—¿Qué te está pasando? —le preguntó a su propio reflejo, al mismo tiempo que limpiaba su nariz con la manga de su capa. No le importaba mancharse, de hecho, deseaba hacerlo; de esa forma llamaría la atención de algún dios, y así sabrían de su delicada condición.

Con mirada decaída, soltó un abatido suspiro que el frío de la mañana se llevó. Nuevamente le exigió a sus piernas salir de la habitación, y con cada paso que daba hasta la puerta, su nariz y boca le daban la bienvenida al líquido dorado que no hacía más que debilitarlo.

Cerrando la puerta con mano débil, observó el pasillo del palacio. Todo era silencio y oscuridad, por lo que supuso que sus padres seguían durmiendo, y eso era un alivio. Helios no hubiese permitido dejarlo salir en la crítica situación en la que se encontraba.

Con una leve curva en sus labios, la que apenas pudo mostrar una frágil sonrisa, caminó con apuro hasta las afueras de su hogar. De nuevo el frío se hizo presente, y los rayos de luz más intensos. Llevando sus manos a la capucha, cubrió su cabeza, y empezó a andar con pasos destinados al campo de flores.

A medida que avanzaba, la pesadez en su cuerpo se incrementaba. El Ícor bajaba de su nariz más descontrolado, y su vista se nublaba. Eso no lo detuvo, continuó su rumbo, apretando sus puños y forzando sus piernas a no flaquear.

Sin embargo, la sensación de no estar solo invadió su ser de un escalofriante temor que frenó sus pies, incluso su mente. Lo único que lo había ayudado a permanecer firme en su propósito, era el deseo de escapar con Hyunjin, pero en ese momento exacto, aquello se volvió un tétrico y borroso capricho.

El viento, tan gélido y penetrante, sacudió con tanta violencia su largo cabello, que su capucha lo dejó al descubierto. Félix bajó la mirada al pasto y seguro de que alguien yacía a sus espaldas, giró su rostro lentamente, fue entonces que sus ojos se encontraron con los de aquel misterioso dios que lo miraba con una siniestra sonrisa.

Alzando una de sus manos, Helios apretó el puño y dio pequeños e inseguros golpes a la puerta de la fortaleza de Hades

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Alzando una de sus manos, Helios apretó el puño y dio pequeños e inseguros golpes a la puerta de la fortaleza de Hades. Empezaba a consumirlo la curiosidad al ser invitado a tempranas horas a ese lugar. Conocía al rey del inframundo, y aquel pelinegro no se andaba con rodeos.

Las puertas fueron abiertas a los segundos, como si su visita tuviera la misma importancia para ellos. Eso hizo que el cuerpo del rubio se tensara, y forzando una media sonrisa, saludó a Perséfone. La pelirroja le correspondió el gesto con la misma dulzura que acostumbraba, y haciéndose a un lado, levantó una de sus manos para señalar el interior del lugar.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora