Capítulo 30

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Contemplando la mesa que se extendía frente a sus ojos, exhibiendo con minucioso detalle el cartografiado plano del palacio de Zeus, Hades examinaba con inquisitiva mirada cada rincón de aquellas gélidas paredes.

—Señor, si me permite expresar mi opinión... —musitó Egan, uno de sus subordinados más confiables, observando cómo el pelinegro caminaba cautelosamente alrededor de la mesa— Deberíamos ejecutar nuestro movimiento durante un evento especial, uno que abarque un significado profundo para el Olimpo.

Dejando escapar una risa áspera, Hades detuvo sus pasos y lo observó con atención.

—¿Deseas desencadenar un escándalo? —preguntó con una media sonrisa, mostrando interés por la propuesta.

Egan se acercó a la mesa y señaló uno de los primeros pisos del palacio de Zeus.

—Es en ese lugar donde sus sirvientes se ocultan. Me han informado que Hera ha impuesto reglas excesivas para evitar que se mezclen con los dioses. —manifestó.

—Hmm... Bastante creíble viniendo de ella. —resopló el mayor, frunciendo el ceño.

—Así es, señor. —asintió— Gracias a eso, Hera ha ganado el desprecio de aquellos que le han servido a ella y a Zeus.

Viéndose pensativo, Hades desvió sus ojos hacia la mesa.

—¿Qué pretendes hacer con ellos?

—Mi señor —sonrió Egan ampliamente—, ellos lo adoran a usted y a Perséfone. Durante el nacimiento de Hyunjin, todos expresaban con ilusión sus deseos de conocer al pequeño pelirrojo del inframundo.

Aquella mención arrancó una sonrisa a Hades, quien continuaba escuchando atentamente mientras observaba cómo el rostro de Egan se iluminaba con emoción al relatar aquella historia.

—Estoy seguro de que nos brindarán su ayuda. Sé que pueden ser nuestros ojos y oídos en el palacio de Zeus, permitiéndonos estar al tanto de los planes que tiene su hermano contra el inframundo. —prosiguió el menor— Mi señor, su hijo se ha convertido en la presa favorita de Zeus, y sabemos que no descansará hasta destruirlo.

Un odio profundo invadió las pupilas de Hades, y volviendo la mirada hacia las líneas trazadas en aquel pergamino que representaba el palacio de Zeus, su mente se deleitó con la exquisitez de la venganza que pronto emprenderían.

Cuando se disponía a expresar algo más, las figuras de Hyunjin y Perséfone emergieron de un pasillo oscuro, provocando preocupación en la mirada del pelinegro, quien con su frente arrugada pudo percibir el terror y el desaliento reflejados en los ojos de sus dos grandes amores.

—Al ver sus rostros, un amargo sabor se instala en mi paladar... —expresó Hades, con pesar, pero ninguno de ellos correspondió su mirada— Supongo que debo preguntarles por separado cómo estuvo la celebración, debido a que siento que tienen relatos muy diferentes que compartir.

Con los ojos vidriosos, Perséfone miró a su hijo con tristeza y se acercó a su esposo, evadiendo su mirada.

—Amor... —susurró, conteniendo las lágrimas, algo que el pelinegro notó de inmediato— Tomaré un baño, estoy agotada.

Al intentar alejarse, la pelirroja dio un paso que fue rápidamente detenido por la mano de Hades, que se aferró a su brazo.

—¿Qué sucede? —preguntó, percibiendo las rápidas pulsaciones de la mujer.

Con lentitud, Perséfone le correspondió la mirada al pelinegro, y en ese momento Hades sintió que su aliento se desvanecía. Los hermosos ojos de la pelirroja parecían carecer de vida, se mostraban vacíos y anegados en lágrimas que ella luchaba por contener.

Luna del inframundo | Hyunlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora